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Poesía y novela como resistencia a la legislatura del mal

Juan Carlos Mestre y Clara Usón, gana los premios de la Crítica en Poesía y de Narrativa Los autores hablan de la complementariedad de sus libros

El poeta Juan Carlos Mestre, en una imagen de archivo.
El poeta Juan Carlos Mestre, en una imagen de archivo.cristóbal manuel

La cara y la cruz del ser humano, la luz y la sombra que pueden acompañar a un individuo, la cara de la esperanza y el rostro del horror. Esos son los dos temas abordados en sendos libros distinguidos con el Premio de la Crítica: el poemario La bicicleta del panadero (Calambur), de Juan Carlos Mestre, y la novela La hija del Este (Seix Barral), de Clara Usón. Una feliz coincidencia porque las dos obras se complementan y comparten un trasfondo que señala lo oscuro para iluminar la ruta a la armonía.

Si la novela de Usón está inspirada en la hija suicida de Ratko Mladic, uno de los criminales más sanguinarios de la guerra de los Balcanes y que le sirve para acercarse al rostro del horror, el poemario de Mestre recuerda fracasos del ser humano para reivindicar la armonía entre el hombre y la naturaleza.

El premio despertó a Mestre en Chicago y a punto del aperitivo de la comida a Clara Usón en Barcelona. Aunque estaban a ocho horas de diferencia el uno del otro, esto no impidió que opinaran, casi al mismo tiempo, sobre el punto compartido de sus obras y sobre cada una de ellas. Ninguno de los dos conoce, aún, la opinión del otro sobre esos dos aspectos en los que los ha unido el galardón. Lo sabrán ahora:

Juan Carlos Mestre (Villafranca del Bierzo, León, 1957): "Creo, como pensaba Rosa Luxemburgo, que cada lágrima que corre allí donde podría ser evitada es una acusación. La poesía es el testigo incómodo de la conciencia, el imperativo categórico de la memoria como derecho indeclinable de las víctimas, la palabra restituyendo el sentido que le han robado, después del secuestro de la democracia por los mercaderes, al más perdurable de los proyectos de la inteligencia humana, es decir la reafirmación de dignidad que supone la lucha por los derechos civiles a la felicidad. De eso hablan, de eso testimonian las admirables páginas de Clara Usón y los habitantes insurrectos e inocentes de la casa de huéspedes de mi libro. La literatura, la poesía, también está ahí, para decir no, para ofrecer un grado de delicada pero intensa resistencia a la legislatura del mal, a la toxicidad mercantil que pretende convertir al ciudadano en cliente. Desobedecer la costumbre de los sistemas de dominación, hacer inconsumible para el sistema una vez más la voz que desde las afueras de la razón establece alianza con los descontentos y los débiles que, en la esperanzadora profecía de Picabia, harán sin dudad algún día la vida más bella y por tanto más justa. Acaso ahí la coincidencia, la persuasiva intuición de que la esperanza del nombrar el pasado, la vigilancia de su ominoso recuerdo, lleve más lejos que la terrible certeza del miedo".

Clara Usón (Barcelona, 1961): "Es un acierto esta coincidencia de premiar dos obras de signo tan diferente, lo oscuro y lo luminoso, que tiene detrás el mensaje de que no hay que perder nunca la esperanza. He procurado que mi novela no fuera maniquea en el sentido de buenos y malos absolutos o de bondades y maldades implícitas en una u otra persona. La verdad es que no sabemos quiénes somos hasta que las circunstancias nos ponen a prueba. Es el lado de las luces y sombras del individuo que van apareciendo según el rumbo de situaciones, a veces, externas y ajenas a él. Tendemos a pensar que la maldad pertenece solo a los otros, olvidamos que también puede estar en cada uno y no lo sabemos porque depende de muchos factores".

Sobre la poesía y la novela en un presente de incertidumbre como el de hoy dicen:

Juan Carlos Mestre: "De adolescente leí un verso de Antonio Gamoneda , mi admirado maestro, que no me ha abandonado nunca: La poesía no es un lugar donde van a parar los cobardes. Bien, no se trata, ni de valentía, ni de mayor coraje, sino sencillamente de estar en el mundo de otro modo, asumiendo el proyecto de lo inexpresable desde la identificación moral y ética con la fragilidad humana, con la incertidumbre y la intemperie del que no ha cometido ningún otro delito que el de nacer. Las palabras de los poetas son imprescindibles porque no sirven para ninguna otra cosa que no sea la reafirmación de un acto de creencia: la inviolabilidad del ser, ese es su proyecto espiritual, el viento favorable hacia los territorios de la imaginación, allí donde la cultura deje de ser junto a las plusvalías el botín supremo de los amos. En medio de esa supervivencia ciudadana enfrentada a la indefensión civil del nuevo fascismo está la poesía con su pequeño tenderete de palabras recordando lo que ha de seguir significando la palabra justicia, la palabra piedad o la palabra misericordia".

Clara Usón: "No creo que las novelas deban cumplir una función social concreta. Valen por sí mismas como obras literarias. Pero, según me han contado, La hija del Este ha cumplido, o cumple, una labor didáctica porque algunos han entendido mejor lo que sucedió en los Balcanes tras la lectura del libro. Y ha servido para mostrar que Europa es un mito, que permitió una guerra así. Es una obra de ficción pero basada en hechos históricos investigados y contrastados y con personajes reales y ficticios. Cuando empecé a investigar en otros países muchos dudaban de que una española pudiera escribir sobre ese trágico episodio. Los prejuicios y los clichés aparecen cada vez que pueden y muchos creen que solo podemos escribir sobre la Guerra Civil o los toros. Lo curioso es que el hijo de Mladic, Darko, se puso en contacto con la editorial italiana que va a editar la novela, Selerio, para decirle que no la publicara porque formaba parte de una conspiración contra su padre, que está siendo juzgado en La Haya por crímenes de guerra".

Y sobre una reflexión libre que les suscite este momento de alegría, los dos han coincidido en traer su obra al presente:

Mestre: "Es imprescindible que la libertad creativa de la poesía extienda su modo de no querer saber desde los discursos de orden a las demás áreas del pensamiento. Lo que ya no sirve es el sistema en su totalidad, la fuerza que lo sostiene, que ya no protege al ciudadano sino que lo reprime, el analfabetismo político cuya retórica es el engaño, las palabras han de regresar al destino para el que fueron hechas, para la construcción dialéctica e imaginaria de las utopías del mundo. Tal vez los poetas sigan ahí para recordar estas cosas, otra vez los avisadores del fuego ante las catástrofes inminentes de los que tan certeramente nos habló Walter Benjamin. Ya conocemos el costo, ya Wilde refiriéndose a su época decía que la sociedad actual disculpaba con mayor facilidad al criminal que al soñador. No estamos tan lejos de aquellos tiempos, ojalá podamos impedir sus catástrofes".

Usón: "He advertido muchos paralelismos entre mi novela, que su sucede dos décadas atrás, y el presente. La crisis en la que no se ve salida, ni esperanza con un trasfondo de corrupción, donde los políticos creen que azuzando el odio entre los pueblos y sus diferentes sectores señalando a una parte de ellos como responsables o parte del problema pueden llegar a aglutinar a ciudadanos descontentos. Es una falacia, pero funciona".

Así terminan estas palabras cruzadas en vías paralelas al teléfono y por correo electrónico de estos dos autores, pero aquí recién encontradas. Juntadas. Dialogantes. Poesía y novela, La bicicleta del panadero y La hija del Este, como resistencia a la "legislatura del mal" convertidas por Juan Carlos Mestre y Clara Usón en grandes aliados para vivir y, sobre todo, en la posibilidad de rozar parte del misterio del ser humano.

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