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Entre la casa y el río habita la ‘performance’

El Reina Sofía reúne a teóricos, comisarios y artistas para hablar de los procesos creativos

Rabih Mroué.
Rabih Mroué.ERNESTO DONEGANA

El Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía junto a ARTEA organizaron en los dos auditorios del edificio Nouvel un seminario internacional los días 12 y 13 de abril bajo el lema No hay más poesía que la acción. La frase titular ha sido extraída, de manera parcial, del libro de Pier Paolo Pasolini Poeta delle ceneri (1966-67). El evento, que reunió en el Auditorio 200 entre los dos días a 207 asistentes, ha tenido un coste de 11.000 euros: "Muy poco", según han expresado sus organizadores, que obtuvieron una pequeña subvención del Ministerio de Industria, y al no llegar a tiempo, los propios participantes adelantaron el dinero.

Lo más costoso y más concurrido ha sido la performance Los habitantes de las imágenes del artista Rabih Mroué (Beirut, 1967), que el día 12 convocó en a casi 300 espectadores, una acción de teatro político llena de compromiso e impacto.

ARTEA es la responsable del Archivo Virtual de Artes Escénicas, que desde 2011 forma parte del Archivo Matadero y en su web detallan sus muchos proyectos así como la unión con Matadero Madrid, una iniciativa que combina tanto el archivo físico de material documental como elementos bibliográficos. Sus gestores lo expresan así: "ARTEA es un grupo de investigación y una asociación independiente vinculada a diferentes universidades y centros de investigación. Consideramos que la investigación académica es indisociable de la investigación creativa, de ahí nuestro empeño en construir espacios de diálogo, colaboración y de intercambio entre historiadores, artistas y teóricos. La generación de estos espacios, sean permanentes, efímeros o virtuales, es nuestro principal objetivo".

En el texto introductorio del Reina Sofía se dice que esta iniciativa se ha propuesto "indagar el uso de gestos, comportamientos y actuaciones teatrales en el espacio social para manifestar desacuerdos y disidencias, así como estudiar el modo en que el arte actual, y en concreto el teatro, han asumido y dialogado con esas teatralidades no artísticas". El discurso aparece inevitablemente muy politizado y despierta alertas hacia cualquier horizonte de exposición.

Entre otros participantes, el seminario convocó a Rolf Abderhalden, artista y cofundador de Mapa Teatro de Bogotá (Colombia); Simon Bayly, artista y escritor, también autor del libro A pathognomy of performance (Londres, 2011) y profesor de la Universidad de Roehampton (Reino Unido); la dramaturga Maaike Bleeker, profesora de la Universidad de Utrecht (Países Bajos); Héctor Bourges, miembro de la compañía Teatro Ojo de México; el profesor de estética Jordi Claramonte y Ana Vujanovic, investigadora independiente de las artes escénicas contemporáneas que desarrolla su labor en el eje Berlín-Hamburgo-Belgrado. El relato y vídeo de Bourges de su experiencia con un grupo teatral de presos fue muy bien acogido, demostró su pertinencia.

Los indignados, la primavera árabe, los okupas, el camping los escraches... fueron analizados desde las perspectivas del análisis estético y artístico. Con continuas referencias o anclajes a las performances clásicas de referencia, a los movimientos fundacionales del género en las décadas de los sesenta y setenta del siglo pasado, los ponentes querían ver un nexo.

Una de las intervenciones que metafóricamente despertó al público, o que se puede decir tuvo un efecto euforizante fue la del profesor Claramonte, que comenzó citando una definición de la poesía que había encontrado en un ensayo del poeta y novelista cubano José Lezama Lima: "La poesía es una casa al lado de un río". En resumen, la performance habita en un espacio intermedio entre ese río y esa casa, y probablemente de ahí su interés, su permanencia y movilidad, las muchas interrogantes que sigue despertando en investigadores y teóricos, y como se ve, en la performance misma y su dialéctica.

Otro ponente manifestó: "Tenemos que ser buenos lectores de paisajes". Probablemente se refería al devastado entorno contemporáneo y traía a colación otras discusiones latentes, debatidas largamente en un lenguaje para iniciados de difícil comprensión para el auditor lego, una nube o marea de conceptos y terminologías, algunos de ellos novedosos o de cosechas propias que buscan encarrilar unas expresiones que desbordan (y desde hace mucho) los márgenes del género y las convenciones. No era ajena ni distante la idea del comisario de arte como responsable ético del repertorio, pero surge una pregunta inquietante y hasta molesta: ¿interesa ya el concepto de repertorio? Sobre todo entendiéndolo como acumulación, permanencia de un material reglado y con una adquirida responsabilidad o trascendencia.

En una selva lingüística que roza una Babel en miniatura, vuelven a escucharse términos como deconstrucción, contaminación, interactuación de los sistemas expresivos, la pérdida de frontera y sobre todo, una especie de refugio en la especulación conceptual, como si hubiera que encontrar a toda costa unos nombres con que bautizar a gestos y acciones algunas veces más concretamente artísticos que otros. Parece como si un teórico (y su teoría) se refugiara en la vecina en un efecto dominó.

El núcleo performativo es el mismo desde hace, digamos, 50 años. Hay múltiples ejemplos de esto vistos siempre a través de un círculo estrecho con un sofisticado idioma donde la larga sombra de Simone Forti vuelve a aparecer con su lacerante originalidad y su distinción, que no es otra cosa que la honestidad de su manifestación artística, póngasele después el adorno y la floritura que se quiera. En el seminario se vio un vídeo de la artista actual Meg Stuart en una performance reciente donde se da cabezazos contra un monitor donde discurre una precedente entrevista con Forti. Seguramente esa acción, con su halo desesperado, resume mucho de lo que pasa por la cabeza, seguramente herida, de la actuante.

En el seminario, donde tuvo su lugar también la Blancanieves de Disney (verdadero paradigma preformativo) a través de una obra hilarante, se hizo necesario la asunción de un vocabulario específico que es la hoja de ruta: palabras como artefacto, colisión, contingencia, tiempo doblado, migración del cuerpo, emergencia, movilidad, estrategia, táctica, política y poética.

Vujanovic, con un discurso muy articulado y consciente, relató la experiencia de su taller, un proceso que la ha llevado a Berlín, Serbia y Madrid (en junio de 2012) y próximamente a Croacia, Atenas y Nueva York. Su tono era preciso y claro, pero a la vez, respiraba un cierto escepticismo: no hay un futuro claro para esas acciones que se siguen produciendo, que a veces son masivas, que otras desbordan la teatralidad disidente. Alguien dijo que la realidad podía ser “una colisión de ficciones”. También se escucho que “el público como tal no existe”. Parecían evocaciones recurrentes, pero no lo son.

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