Pedro Casablanc: “El Estado nos vacila”
El actor trabaja hasta el 5 de mayo en el Teatro Odeon de París a las órdenes del director Peter Stein
Pregunta. Usted actúa hasta el 5 de mayo en el Odéon-Théâtre de l’Europe, de París, dirigido por Peter Stein, y en francés. ¿No es mucho para un español?
Respuesta. El Odéon ha recibido a españoles como Lluís Pasqual, que lo dirigió, José Luis Gómez, Angélica Lidell… No sé si, exceptuando a la gran María Casares, soy el primero que actúa ahí en francés; se agradece que Luc Bondy, director del Odéon, haya accedido al capricho de Stein de tener un español de verdad para interpretar al indiano Hernández en Le Prix Martin, de Labiche. Siempre había soñado algo así.
Perfil
Pedro Casablanc, nacido en Casablanca, Marruecos (1963) y de padres andaluces, se formó como actor en Sevilla y en el teatro de la Abadía. Tiene tres hijos y lleva una vida casi monástica. Descansa con el trabajo en su huerta, paseando por la playa, leyendo y viendo películas. Aunque logró la popularidad gracias a la televisión y al cine, su gran prestigio viene del escenario. Actúa y dirige en grandes teatros y en salas mínimas.
P. ¿Son teatro las puestas en escena que hace la Iglesia en las entronizaciones papales?
R. La Iglesia hace puestas en escena soberbias, pero vacías de contenido, aburridísimas… Ella, de Genet, o Joglars en Teledeum o Columbi lapsus, tratan el tema acertadamente… Aunque me quedo con el desfile de modelos de los papas de Fellini en Roma, insuperable.
P. Y como hombre comprometido, ¿qué le parecen?
R. Incoherentes con el mensaje bíblico, contrarias a la austeridad que propugna el Evangelio, hipocresía, al fin y al cabo… Parece que gran parte de la sociedad las necesita, como la telebasura… Aunque suene demagógico, que abran las iglesias a tanta gente que duerme en la calle… Pero también algunos centros de arte contemporáneo, otro tipo de iglesia donde se rinde culto a la nada.
P. No se tiene en cuenta que la profesión de actor es esclava, sacrificada, inestable, y es un pequeñísimo puñado quien vive bien. ¿Por qué?
R. La imagen del actor la da el que sale en cine. La sociedad solo ve los oropeles de las alfombras rojas, que son eventos publicitarios… No sabe que hay muchísimos actores que solo irán a los Goya como foto en el obituario. Y eso es trágico. Hay abogados, dentistas, arquitectos que viven estupendamente, superan el puñado y nadie se mete con ellos.
P. ¿Existe el actor sin método, sea el de Stanislavski o uno propio, o el método es inútil?
R. Casi todos nuestros grandes han sido autodidactas. Una generación sin más método que la observación. Pero se trivializa Stanislavski hasta lo indecible. Estoy cansado de oír bromas al respecto; ocultan una penosa ignorancia. Stanislavski puso los cimientos para que se pudiera hacer el teatro realista, como lo entendemos ahora. Ningún pintor reniega de Leonardo.
P. Su propio hijo quiere ser actor. ¿Qué consejo le daría?
R. Lamentablemente, le diría lo mismo que un esquimal a su hijo que quisiera ser torero.
P. ¿De qué manera golpea la crisis al teatro, y a los actores?
R. La sociedad en general no sabe hasta qué punto es necesario el buen teatro para el desarrollo de un país. Es educación además de cultura. Cuando voy al Odéon, me hace feliz leer en el pedestal de la estatua de Danton: “Después del pan, la educación es la primera necesidad del pueblo”. En nuestro país eso se tiene poco en cuenta.
P. ¿Y cómo se soluciona esto?
R. La solución pasa por la educación. Habría que enseñar buen teatro en las escuelas, a leer, a comprender y a necesitar los grandes textos. No basta con pegar cuatro saltos. Eso no es el teatro.
P. Por primera vez en la historia, ahora el teatro subvenciona al Estado, y no al revés, con los impagos de las Administraciones...
R. El Estado se aprovecha de nuestra vocación, nos vacila. Vamos a seguir haciendo teatro aunque no nos paguen. Es una necesidad. La actividad artística es necesaria. La alternativa del teatro sin dinero o del llamado a la argentina, es positiva, claro, muy romántica… Pero sería ideal conseguir convertirlo en algo autofinanciado. Hay que sentarse y reflexionar, esto no puede seguir así.
P. ¿Piensa que lo que tienen los actores es ego, timidez o jeta?
R. Jeta tiene el que sube a un escenario sin saber hablar, o el que convierte cualquier performance en teatro… Pero el ego y la timidez son condiciones sine qua non del actor… Yo soy patológicamente tímido, por eso actúo. En cuanto al ego, mientras no haga daño… es casi necesario. Trabajamos con nuestro ego.
P. ¿Qué sabe hacer, más o menos bien, aparte de actuar?
R. L’amour.
Babelia
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