Excavar el filón del arte
El rastro de la memoria en la creación convoca a un grupo de artistas en el Matadero de Madrid La exposición 'Arqueológica' es el primer proyecto de Carlota Álvarez Basso al frente del espacio
Lo ocurrido, ya sea ayer o hace un millón de años, permanece como una ensoñación que despierta en un proyecto de futuro. La memoria nunca termina de morir, pero al final acaba engendrando tantos relatos como personas quieran contarlos. Nadie goza, eso sí, de la autoridad que otorga la libertad de poder inventarlos. Nadie, salvo el artista. De esa convicción de la comisaria Virginia Torrente aflora Arqueológica, una exposición colectiva en Matadero Madrid (del 26 de enero al 9 de mayo), que marca además el comienzo de una nueva etapa en la institución a cargo de la recién nombrada directora Carlota Álvarez Basso, que sustituye a Pablo Berastegui.
Ocho artistas de procedencias diversas han elaborado sendas piezas multidisciplinares concebidas específicamente para el tremendo espacio de la Nave 16 del antiguo desolladero del sur de la capital. A base de método científico y con las licencias de la imaginación dan lugar a una revisión personal del hecho histórico, trascendido además de su delimitación temporal. “No se trata de mirar al pasado”, explica Torrente, “sino de mostrar cómo, usando los procedimientos arqueológicos, se puede trabajar en el pasado, el presente, y también el futuro”.
En ruta hacia la coproducción
Llegada de la dirección de la Fundación Córdoba Ciudad Cultural, Carlota Álvarez Basso, cae en Matadero con varias ideas fijas, una de ellas la internacionalización. La vocación de situar a la institución en el mapamundi de la creación contemporánea ya existía de antes, como demuestra Arqueológica, que se gestó hace un año y medio y presenta creadores de diferentes procedencias y recorrido global. Es solo que ahora se concentrarán los esfuerzos, como confirma Manuela Villa, responsable de contenidos: "Durante los últimos años hemos sido un espacio de producción de obra y conocimiento, y ahora también creemos que también debe cumplirse esa función".
Crear piezas site-specific, como es el caso de esta muestra, marcará otra de las prioridades, ya formalizada en el programa Abierto x obras, en el que se exploran las relaciones entre objetos y espacio, y que lleva funcionando desde 2007. Todo ello, guiado por el que será el "faro" de Álvarez Basso, la coproducción, una solución que ya se ha aplicado con otra exposición, la del colectivo cubano Los Carpinteros, que se inaugura el mismo día y que han organizado en colaboración con la galería neoyorquina que los representa. "Es posible que seamos sede de exposiciones en las que no hagamos labor de producción", concluye Villa, "pero vamos a mejorar la coproducción, que también proporciona una mayor vida a las obras, ya que sabes que por lo menos también itinerarán con las otras instituciones".
Para arrancarle los vestigios al subsuelo es necesario seguir un proceso: “Hay que realizar una investigación previa, la excavación, un análisis de los resultados y su posterior exposición”. Siguiendo esas pautas de la comisaria, el sueco Christian Andersson; el portugués Pedro Barateiro; el estadounidense Mark Dion; los mexicanos Daniel Guzmán y Mariana Castillo; el cubano Diango Hernández y los españoles Francesc Ruiz y Regina de Miguel han dado con sus particulares yacimientos, en forma de obras de arte presentadas como vídeo, fotografía, arquitectura, instalación y otras cuantas técnicas y formatos. “Todos los artistas han sido seleccionados porque ya habían trabajado con la investigación”, señala la comisaria, “aunque cada uno a niveles diferentes”. Y como en un filón, cada capa de la realidad que describen presenta sus propias lecturas, todas subjetivas.
Para que el espectador pueda ponerse en contexto y comprender más y mejor se repartirá una gaceta con textos del comisario alemán Dieter Roelstraete, del periodista cultural de EL PAÍS Jacinto Antón y de Virginia Torrente. También se incluirán otros en referencia a la redefinición de la antropología que Claude Lévi-Strauss llevó a cabo en su libro de 1955 Tristes trópicos, y cuya sombra se deja entrever tras el concepto que la comisaria ha querido plasmar. “Él reúne muchos aspectos interesantes para este proyecto”, apunta, “porque fue testigo de civilizaciones destinadas a desaparecer, lo que se reflejó en una frustración de la que también pueden nacer cosas. Es un referente simbólico para la muestra”.
Entre las propuestas pueden verse algunas cercanas y palpables como la creada por Mark Dion, quien con la ayuda de un grupo de voluntarios ha recopilado durante meses decenas de pequeños objetos de las calles de Madrid. Con ellos compone una imagen del momento actual de la ciudad que, sin embargo, será diferente para los habitantes del porvenir. Otros, como Christian Andersson, se transportan a un mañana distópico en el que la humanidad vive subyugada a las máquinas. Y el vehículo artístico que utiliza para desplazarse es uno real: una furgoneta con los faros encendidos y una vieja película futurista proyectada en su interior, donde también se puede ver un libro del divulgador científico Carl Sagan que nunca existió. Porque los objetos, como las personas, también engañan: “En toda la exposición está latente la idea de que no hay verdad a la hora de contar las cosas; de los bordes difusos entre la verdad y la mentira”.
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