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Ternura en mitad del apocalipsis

Llega a España ‘Bestias del sur salvaje’, filme revelación de este año en EE UU

Gregorio Belinchón
Quvenzanhé Wallis, en un fotograma de 'Bestias del sur salvaje'.
Quvenzanhé Wallis, en un fotograma de 'Bestias del sur salvaje'.

Obama se sentó delante de Oprah Winfrey y le soltó: “¡Cómo! ¿No has visto aún Bestias del sur salvaje?”. El crítico de The New York Times A. O. Scott asegura que para él las dos películas estadounidenses de 2012 fueron: Bestias… y Lincoln. En Sundance, donde empezó su carrera, se llevó el Gran Premio del Jurado. En Cannes obtuvo la Cámara de Oro, que se otorga a la mejor primera película de cualquier sección. Y llega a los Oscar con cuatro candidaturas: película, director, guion adaptado y actriz (Quvenzanhé Wallis, con nueve años, la aspirante más joven de la historia).

Todo, para un filme de poco más de un millón de euros, basado en un monólogo teatral, que dirige un debutante, y que protagoniza una niña pobre de una comunidad cajún en la última isla del delta del Misisipi, en mitad de los bayous —los meandros de este río y su zona pantanosa—. Bestias del sur salvaje es eso y más, un cuento repleto de magia contado por su protagonista de seis años, que vive en una chabola comunicada por un cable con la casa de su padre, y que ve cómo la enfermedad de su progenitor y la llegada de un huracán (¿el Katrina?) pueden acabar con todo lo que le rodea: su mundo, sus amigos, sus sueños. Es también el debut de Benh Zeitlin, neoyorquino de 30 años, que conocía a Lucy Alibar, la autora del monólogo original, de un campamento de verano para adolescentes: “Su obra se centraba en cómo un niño se enfrentaba a la muerte de su padre durante el fin del mundo. En realidad Lucy y yo escribimos el guion más inspirándonos en su monólogo que adaptándolo. Pero me gustaba la idea de encarar a la vez la enfermedad de tu padre con la del lugar en que vives, dos hechos muy parecidos emocionalmente”. De ahí una escondida referencia al mito de Caronte.

En Bestias del sur salvaje hay una defensa de la diferencia, de la vida fuera de la sociedad actual: “Tiene que ver con los valores, en si crees en la libertad y en la lealtad a la comunidad por encima de los electrodomésticos o los coches. Esa idea emana también del hecho de trasladar el guion y de rodar en Luisiana. Puede desarrollarse en cualquier otra parte del mundo, pero a mí me conmovió su espíritu, cómo renacen tras cada desastre natural. Y sufren muchos: nosotros estábamos rodando justo cuanto una plataforma de BP explotó y provocó una marea negra. Luchan por preservar su naturaleza y su cultura”.

Su protagonista, de nueve años, es la actriz más joven en ser nominada

Zeitlin lleva tanto tiempo con el proyecto que hace un poco caso omiso a premios y halagos: “Solo quiero que la vea la gente. En el rodaje fue cuando supimos que había algo especial. Agradezco los premios, aunque mis productores los agradecen más. En realidad, de todo el proceso conseguir el dinero para rodar fue el menor de los males. Fue más largo el desarrollo del guion y la posproducción, en la que teníamos que crear un huracán sin mostrar el huracán, o decidir el aspecto de los uros, los animales prehistóricos que amenazan el mundo de Hushpuppy [la niña protagonista]. Fue un reto en el que exprimimos a todo el equipo artístico, y necesitamos otro año”.

Si Quvenzahé Wallis apareció tras nueve meses de pruebas en Nueva Orleans y en los bayous, y vistas ya 4.000 niñas —”su madre nos mintió: dijo que tenía seis años y en realidad había cumplido cinco”—, la contratación de Dwight Henry fue aún más extraña: es el orgulloso panadero de la tahona que estaba enfrente de las oficinas de producción en Nueva Orleans. “No encajaba ningún actor profesional. Íbamos todos los días desesperados a su panadería, porque tiene los mejores donuts de la ciudad, y yo no dejaba de observarle, de ver su potencial. Se negó a actuar, y solo le convencimos cuando acomodamos los horarios de ensayo a su trabajo. De madrugada, mientras horneaba los donuts, leíamos el guion. Y lleva razón: decía que ese es su trabajo permanente y que yo haría la película y me volvería a Nueva York, como un gozoso accidente en su vida”.

Nueva Orleans intenta infructuosamente reconstruirse tras el desastre producido por el Katrina y la ineptitud de sus autoridades; en cambio, las series —Treme— y las películas —Teniente corrupto, Contrarreloj— que se desarrollan en la zona han aumentado. “No tengo muy claro si se solucionarán sus problemas. Lo mismo le pasa a mi película. Tal vez sea muy local, pero creo que en cada país hay gente luchando por su casa y por su cultura, en cada nación hay una Nueva Orleans. A todos nos duele la globalización, incluso a neoyorquinos urbanitas como yo: ¿qué pasó con nuestros lugares de la infancia?”.

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Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.

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