El pícaro guardián del legado de Modigliani
El responsable del archivo del pintor italiano en Roma certificaba y vendía como auténticas obras falsas
Desde hace tres décadas, Christian Gregori Parisot, de 55 años, se dedica al noble arte de velar por el patrimonio de Amedeo Modigliani, el pintor y escultor nacido en Livorno en 1884 y fallecido en París en 1920 después de una de sus míticas borracheras. Al tiempo que se celebraba el funeral, su última amante, Jeanne Hébuteme, con la que acababa de tener una hija y estaba de nuevo embarazada, decidió seguirlo al más allá tirándose por la ventana de un quinto piso. La hija de ambos, Jeanne, de 14 meses, fue dada en adopción a una hermana del artista y con el tiempo escribiría la historia de su padre y confiaría su legado a Christian Gregori Parisot, quien desde 1983 se viene ocupando de certificar la autenticidad de las obras de Modigliani. El pasado 18 de diciembre, sin embargo, agentes de los Carabinieri detuvieron en Roma a Parisot y al marchante Matteo Vignapiano bajo la acusación de poner a la venta 59 piezas falsas del maestro de Livorno por más de seis millones y medio de euros.
La investigación se inició en 2010. Según explica el capitán Giampiero Romano, jefe de la sección que controla el comercio de antigüedades en los Carabinieri, sus agentes tuvieron noticia de que una exposición organizada por el Instituto Modigliani —presidido por Parisot— en un museo de Palestrina, provincia de Roma, incluía piezas de dudosa procedencia. Después de filmarlas y estudiarlas, llegaron a la conclusión de que al menos 22 no pertenecían al artista y procedieron a su incautación.
A partir de entonces, el trabajo consistió en tirar del hilo con mucha paciencia para que no se rompiera. Los agentes, bajo la tutela del fiscal adjunto de Roma Giancarlo Capaldo, lograron establecer el modus operandi. Todo empezaba y terminaba en un bello edificio del centro histórico de Roma, el Palazzo Taverna, sede de la asociación cultural Archives Legales Amedeo Modigliani, fundada en 1983 en París por Jeanne, la hija del artista, quien al tiempo había nombrado un “sucesor oficial”, su colaborador y confidente Christian Gregori Parisot. Solo un año después, Jeanne sufrió un extraño accidente en su casa de París y, desde ese momento, fue Parisot quien se ha venido ocupando del legado Modigliani.
Según la investigación, Parisot organizaba exposiciones en todo el mundo —desde el castillo Ursino de Catania a Bangkok— con el objetivo último de captar posibles clientes para las falsas piezas de Modigliani que astutamente intercalaba con las originales. Cuando aparecía algún pardillo interesado en la adquisición de algún desnudo femenino o algún busto africano de madera, el extrovertido Parisot conducía su interés hacia las obras falsificadas: Tenía todas las de ganar: ¿quién iba a desconfiar de la autenticidad de piezas avaladas por el mismísimo Instituto Modigliani? Mucho menos cuando el marchante encubierto dejaba caer que, entre sus muchas operaciones, estaba la de asesorar a los propios Carabinieri en la tutela del patrimonio cultural italiano.
El resultado tenía muchos ceros detrás. Un pequeño dibujo auténticamente falso de Modigliani superaba los 60.000 euros y una cabeza de bronce nunca bajaba de los 70.000. En total, la policía italiana logró recuperar de la casa de Parisot y de su oficina en el Palazzo Taverna un total de 41 dibujos, 13 pinturas, cuatro esculturas de bronce y un óleo sobre tela.
A Parisot y a su presunto cómplice, el anticuario Vignapiano, se les acusa de los delitos de falsificación, receptación y venta ilegal de obras de arte. El primero se encargaba de dotar de pedigrí a las piezas falsas; el segundo, de colocarlas en el mercado. Con la ayuda de otras siete personas investigadas, se encargaban de escanear los originales y luego plasmarlos en papel envejecido. También se ha localizado la fundición cercana a Roma donde se reproducían las esculturas.
Los dos socios se encuentran tras su detención en arresto domiciliario y, desde entonces, la sede del Instituto Modigliani en el Palazzo Taverna se encuentra cerrada a cal y canto. Ninguno de los colaboradores de Parisot han regresado al trabajo. “Desaparecieron antes de Navidad y no han venido ni a recoger las cartas”, dice un conserje del edificio, que alberga también un hotel de lujo.
No es, en cualquier caso, el primer encontronazo con la ley del presidente del Instituto Modigliani. En 2008 ya fue condenado por la justicia francesa por exhibir obras falsas como si fueran originales y, más tarde, exposiciones organizadas por él en Alemania y Brasil también estuvieron contaminadas por la sospecha. Tuvo que defenderse además de quienes en Italia lo acusaron de haber tenido algo que ver con la muerte, a los 66 años de edad, de Jeanne Modigliani. Ocurrió en París, en julio de 1984, justo un año después de haber nombrado “sucesor oficial” a Parisot y cuando se disponía a viajar a Livorno para participar en el centenario del nacimiento de Modigliani. Aquel viaje de Jeanne tenía además otro objetivo: investigar la aparición de obras falsas atribuidas a su padre. Pero lo impidió una caída inoportuna —o tal vez oportuna— por las escaleras de su casa .
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