Jon Finch, un actor taciturno
El británico trabajó bajo las órdenes de directores como Roman Polanski, Alfred Hitchcock o José Luis Borau
A los 71 años ha muerto el actor británico Jon Finch. Su cadáver fue hallado en el apartamento que habitaba en Hastings, en el condado de Essex, el pasado 28 de diciembre, pero la noticia no trascendió hasta principios de esta semana por voluntad de sus familiares. Desde hace años se sabía que Finch padecía diabetes crónica, enfermedad conocida, por lo que sus vecinos de los últimos tiempos se sorprendían al verle con frecuencia en los bares del contorno. En los rodajes que hizo en España, el uso de jeringuillas con las que aplacaba su dolencia fue igualmente motivo de comentarios entre los técnicos, ignorantes de su dolencia.
Finch fue un gran actor de teatro, primordialmente interpretando obras de Shakespeare, que en ocasiones trasladó a la televisión; una de ellas, Macbeth, le proporcionó en cine uno de sus buenos éxitos, en 1971, bajo la dirección de Roman Polanski. Otras memorables películas de su breve carrera cinematográfica fueron Domingo, maldito domingo (John Schlesinger, 1971), Frenesí (la penúltima que dirigió Alfred Hitchcock, en 1972) y la coral Muerte en el Nilo (John Guillermin, 1978).
Apuesto aunque taciturno, de mirada inquietante, Finch se había iniciado en compañías de aficionados hasta que logró dar el salto a los escenarios profesionales, aunque pasando por el cine en filmes de terror de escasas ambiciones —como Las amantes del vampiro (Roy Ward Baker, 1970) o El horror de Frankenstein (Jimmy Sangster, 1970), así como en la extraña película de ciencia-ficción El programa final (Robert Fuest, 1973), venerada hoy por los especialistas del género— en las que su personalidad oscura se convertía en fascinante. En España intervino en personajes protagonistas en El segundo poder (José María Forqué, 1973), La Sabina (José Luis Borau, 1979), sustituyendo en esta ocasión a Alan Bates, y en Gary Cooper que estás en los cielos (Pilar Miró, 1981), en lugar de Sean Connery, primera elección de la directora. En dichos rodajes, Finch se mostró poco sociable, ausente, enemigo de la publicidad, actitud que mantuvo a lo largo de su vida. Había rechazado interpretar a James Bond en Vive y deja morir (Guy Hamilton, 1973), papel que recayó entonces en el tibio Roger Moore, que continuó encarnando al popular personaje en otras seis películas. Finch había rechazado igualmente intervenir en Los tres mosqueteros (1973), de Richard Lester, así como en la serie británica Los profesionales (1977), al considerar que él nunca sabría interpretar a un policía. Y aunque aceptó trabajar en Alien (Ridley Scott, 1979), le hizo abandonar el proyecto una fuerte bronquitis, al parecer producto de su diabetes, siendo sustituido por John Hurt en el papel de Kane. Al cabo del tiempo pudo trabajar por fin con Scott en El reino de los cielos (2005), aunque ya en un pequeño papel; fue su última aparición en la gran pantalla.
Con una carrera llena de altibajos logró lo que pretendía: no ser una gran estrella. Había dicho: “Suelo hacer una película al año, por lo que siempre tengo dinero suficiente para disfrutar y mantenerme fuera de la vista del público. Supone una vida muy agradable el no tener grandes ambiciones”.
Babelia
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