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Una salida blanca y radiante a la crisis

El sector nupcial cierra otro año en alza Se ha convertido en un refugio para el maltrecho diseño español

Carmen Mañana
Un modelo de la marca Otaduy.
Un modelo de la marca Otaduy.Patricia De Gregorio

Dejando fuera de la ecuación a Inditex y otros gigantes patrios del sector textil, 2012 ha sido un año duro para la ya exánime moda española. O más exactamente para sus diseñadores. La recesión económica ha obligado a entrar en concurso de acreedores a marcas asentadas como Devota & Lomba, Elio Berhanyer o Hakei y ha llevado hasta la extenuación financiera a muchas otras. Pero entre tantos números rojos, resiste un sector —el nupcial— donde la palabra recorte sigue refiriéndose literalmente al acto llevado a cabo con una tijera.

No es ninguna noticia que España, como pregona el Instituto de Comercio Exterior, ocupe el segundo puesto en la exportación de trajes de boda por detrás de China. Pero sí que, junto a grandes firmas como Rosa Clará o Pronovias (vestida de luto en la última semana por la violenta muerte de su director creativo, Manuel Mota), un creciente número de diseñadores reorienta sus proyectos empresariales hacia este campo, con la producción a medida como valor diferencial.

Se trata de un mercado sólido si se tienen en cuenta los últimos datos facilitados por el Instituto Nacional de Estadística. Solo en el primer semestre de 2012 se celebraron en España 73.217 bodas, un 5,2% más que en el mismo periodo del año anterior.

En el primer semestre de 2012 se celebraron 73.217 bodas, un 5,2% más

“El vestido de novia sigue siendo la estrella de los enlaces. Además, esa es la única oportunidad que van a tener muchas chicas de vivir la experiencia de la costura. Y quieren disfrutarla al máximo dentro de sus posibilidades. Es un gasto que incluso con la crisis está justificado. Si hay que reducir el presupuesto, se toca antes el catering”, explica Nacho Aguayo. El creador, que dirigió durante años el taller de Carmen March, decidió montar su propio atelier hace dos años. Empezó diseñando una pequeña colección de fiesta, pero el 90% de lo que factura hoy son piezas para bodas, que no solo para novias. Como confirma la diseñadora Carolina Otaduy, cada vez son más las madres, madrinas y amigas que acuden al mismo modisto que las futuras esposas para estar a su altura, convirtiéndose así el grueso de la clientela de muchos modistos españoles.

En las bodas también suele haber un novio, incluso dos. Pero muchos optan por alquilar y por lo general su vestuario supone una inversión menor que el de la mujer.

La razón por la que el sector nupcial se ha convertido en un refugio para el diseño español en tiempos de crisis está muy clara, según el creador Roberto Diz. “Si una chica tiene 3.000 euros para gastárselos en un vestido de noche no va a comprar el de un diseñador español, se va a hacer con un gucci. Hay que asumirlo. Pero sí va a permitirse pagar esa cifra para que le haga un traje estupendo y único a su medida”. Diz lo sabe bien. Probó suerte en el prêt-à-porter durante años hasta que se dio cuenta de que el negocio no estaba allí sino en las iglesias, juzgados y Ayuntamientos. “Desfilé en Cibeles y en París. Pero en España no hay producción ni comercio y la tan traída y llevada internacionalización no es la panacea. Cuando se me quitaron las tonterías, abrí mi tienda en Sevilla y me va cada vez mejor”.

Su negocio crece no solo gracias a que algunas novias estén dispuestas a tirar la casa por la ventana sino porque, como asegura Otaduy, estas propuestas satisfacen una demanda en expansión: la de las que buscan una alternativa a los ampulosos vestidos palabra de honor que monopolizan los catálogos nupciales convencionales. El año pasado, la barcelonesa facturó más de noventa piezas de su nada convencional universo estético vintage desde el taller ubicado en su propia casa.

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