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Goya y Velázquez se van de gira

El Prado busca financiación en época de crisis con su labor de diplomacia cultural La muestra que ahora está en Houston ha reportado tres millones al museo

'El cacharrero' (1778), de Francisco de Goya, expuesto en el Museum of Fine Arts, de Houston.
'El cacharrero' (1778), de Francisco de Goya, expuesto en el Museum of Fine Arts, de Houston.

De Houston a Zaragoza. De Brisbane (Australia) a Santiago de Compostela. El viejo Prado se ha revelado como un formidable trotamundos para adaptarse al siglo XXI y a sus exigencias de globalidad. Unas 170 obras de la colección, esa “catedral laica” que amaba Gómez de la Serna, se encuentran en estos momentos de viaje, en una trashumancia que Miguel Zugaza, su director, define como la de un museo que también sabe ser “nómada”.

Él mismo inauguró ayer en Zaragoza la muestra Rubens, Brueghel, Lorena. El paisaje nórdico en el Prado, comisariada por Teresa Posada. Y la semana pasada viajó a Estados Unidos a presentar en Houston Portrait of Spain. Masterpieces from the Prado, reunión a cargo del conservador Javier Portús de obras maestras de las colecciones —entre fondos ocultos e imprescindibles de la permanente, de Velázquez a Goya, de Ribera a Tiziano— para mostrar un retrato de España desde los Austrias hasta el XIX.

Las excursiones de los fondos de la pinacoteca al extranjero (la muestra de Portús pasó el verano en el invierno austral de la Queensland Art Gallery, en Brisbane) cumplen una doble función: de diplomacia cultural (¿puede haber mejor emisario del alma española que Zurbarán?) y de búsqueda de nuevas formas de financiación. Por esta aventura, que hay que contextualizar en un momento de crisis y puede despertar recelos entre los puristas, el Prado ha ingresado unos tres millones de euros en 2012.

En los balances de un gran museo todo suma. Y mucho más ahora, que las aportaciones públicas están en franca retirada: los últimos presupuestos depararon a la pinacoteca un recorte del 30% en la inversión pública, que quedó en la exigua cifra de 11 millones de euros. La institución cuenta con un presupuesto de 38 millones, de los que 27 provienen de los fondos propios (ahí entrarían los réditos del nomadismo). En las previsiones del equipo director y del patronato figura que ese reparto entre aportaciones públicas y privadas se incremente en los próximos años hasta dibujar en 2016 un pastel en el que el 30% provenga de lo estatal y el 70%, de lo propio). Tanto si llega la ansiada Ley de Mecenazgo, como si no.

La aportación pública ha caído un 30%, hasta los 11 millones de euros

Distinto caso es el de las excursiones nacionales, como la de ayer a Zaragoza (exposición que se había visto antes con “gran éxito” en Valencia y Santiago de Compostela). Por ellas, el museo no recibe “donaciones”, pero sí el patrocinio de la Fundación La Caixa (que también apoyó la reciente muestra de Goya en Barcelona). Es solo otra prueba de la implicación creciente de la sociedad civil en la pinacoteca. Hace tiempo que detrás de cada gran iniciativa del Prado hay una de las seis benefactoras habituales: Axa, BBVA, Acciona, Telefónica e Iberdrola son las otras cinco.

Estas firmas también acompañan al museo en sus viajes al extranjero. La exposición de Houston cuenta, por ejemplo, con el apoyo de BBVA Compass, filial del banco español en EE UU, que, por cierto, también da nombre al estadio de fútbol de la ciudad, la casa de los Houston Dynamo.

Todos estos gestos de adaptación a los tiempos están muy lejos (y lejos seguirán, prometen sus responsables) de la política de franquicias de museos como el Louvre (con su recién abierta sucursal en Lenz y su prometido desembarco en Abu Dhabi) o el Guggenheim (de Nueva York a Bilbao, Venecia, Berlín o, de nuevo, Abu Dhabi).

Después de todo, las colecciones del Prado no son tan amplias como las del Louvre (ya lo dijo Antonio Saura: “Este museo no es el más extenso, pero sí el más intenso”) y, además de la política habitual de préstamos de cualquier gran pinacoteca (250 cuadros salen del Prado al año para colaborar en exposiciones de otros centros), el museo nacional cuenta con eso que se llama “Prado disperso”: las 3.500 obras que salieron en 1872 de los fondos madrileños para ser depositados en museos de toda España cuando la anexión del Museo de la Trinidad hizo crecer las colecciones reales.

“Lo más importante de las iniciativas de Houston o Brisbane”, explica Miguel Zugaza, “es para nosotros, más que obtener la donación, acercar la historia de España a través del gran arte español. A un lugar ajeno a la sensibilidad occidental como Australia, y a un sitio con gran penetración hispana, en el caso de EE UU. En ningún caso es nuestra intención salir al mercado a ofrecer exposiciones al mejor postor. Todo tiene que tener un sentido”. Cita como inspiración de esta idea de “diplomacia cultural” el trabajo que ha venido desarrollando Neil McGregor al frente del Museo Británico.

La embajada enviada a Houston es, sin duda, excepcional. El cacharrero, espectacular cartón de Goya; Cristo con la cruz a cuestas, de Tiziano; La Inmaculada Concepción de Aranjuez, de Murillo; El dios Marte, de Velázquez, o el Agnus Dei, de Zurbarán, son algunas de las joyas que han cruzado el charco por primera vez.

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