Pete La Roca, siempre al lado de los grandes del jazz
Trabajó para músicos como Sonny Rollins o John Coltrane
Para Pete La Roca, batería y compositor, fallecido el 20 de noviembre a los 74 años, el jazz era una música que aseguraba la sorpresa. Cuando el género le dejó de sorprender, dejó de ser jazz, por eso él dejó de tocar.
No es que La Roca fuese un reaccionario, en los sesenta estaba entre ese grupo de jóvenes músicos que aceleraron el proceso evolutivo de la música. Tenía toda la técnica y el gusto para ser tan famoso como Max Roach, Art Blakey o Elvin Jones. Pero a finales de la década, habiendo conseguido esa reputación con su trabajo junto a Sonny Rollins, John Coltrane y Stan Getz, La Roca se dio cuenta de que la música se estaba encaminando en una dirección con la cual no congeniaba.
Odiaba las restricciones impuestas por los inflexibles ritmos de la fusión con el rock y llegó a encontrar poco satisfactorio el jazz. Por lo tanto, La Roca abandonó la música y trabajó como taxista por las calles de su Nueva York natal durante varios años para mantener a su familia. Parte de sus ingresos los utilizaba también para estudiar Derecho.
Esa formación le fue muy útil un par de décadas después, cuando uno de los pocos discos que se publicaron con su nombre fue reeditado con la firma del pianista Chick Corea, un artista que había ganado fama los años anteriores. La Roca demandó a la compañía discográfica y ganó.
Para entonces, el músico ya había cambiado su verdadero nombre, Peter Sims. Escogió el apellido La Roca cuando tocaba los timbales en una banda latina, en sus primeros años como profesional de la música. El seudónimo le hacía sentir más cercano a sus colegas cubanos y puertorriqueños.
Pero Peter Sims era neoyorquino de pura cepa, nacido en Harlem. Creció en una familia donde su padrastro era trompetista y su tío poseía un local de ensayo donde el joven Pete podía escuchar a músicos como Charlie Parker y Dizzy Gillespie. Estudió percusión clásica en la Escuela de Música y Arte y más tarde empezó a tocar el timbal en orquestas de Nueva York y con algunas bandas de música latina.
A los 17 años pasó a tocar la batería convencional y ese año consiguió el primer contrato para formar parte de un grupo de jazz, nada menos que con Sonny Rollins. La banda viajó a Europa, donde grabaron un disco, aunque en la mayoría de las canciones el adolescente fue sustituido por baterías de más experiencia.
Poco a poco, más músicos requerían los servicios de La Roca, incluso el mítico John Coltrane le contrató durante 10 semanas para que tocase con él en la Jazz Gallery de Nueva York. En 1960 entró a formar parte de un grupo creado por Slide Hampton, pero no logró atraer la atención esperada. Sin embargo, el nombre de Pete La Roca se iba haciendo cada vez más familiar entre los aficionados a la música jazz, apareciendo en discos de Booker Little, Jacki McLean, Joe Henderson, Charles Loyd, Freddie Hubbard, Art Farmer o Sonny Clark. Los álbumes Footlose y Floater, editados por el sello Savoy bajo el nombre de Bley, mostraron la inventiva y la gran sensibilidad de La Roca en la batería.
En 1965 grabó Basra, esta vez publicado ya con su nombre. Dos años después, Alan Douglas le invitó a componer música para el álbum Turkish women at the bath, título inspirado en una pintura de Dominique Ingres. Con la colaboración del saxofonista John Gilmore, el disco se ha convertido en un pequeño clásico de esta era.
Pero entonces llegó la desilusión que le sacó de la escena del jazz. Tardó varias décadas en reaparecer, lo hizo en 1997, con un grupo llamado SwintTime y grabando un disco, publicado por Blue Note, que era consecuente con su filosofía inquebrantable: “La música es la suma del arco sobre las cuerdas, el aliento a través del metal, dedos de marfil y los mazos sobre el cobre. Todo aplicado por personas reales que se han tomado el tiempo para aprender la habilidad y la magia de la música”.
© Guardian News & Media 2012.
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