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El viaje del exceso a lo necesario

La tercera Bienal Iberoamericana de Diseño dibuja en Madrid un futuro plural y cambiante y apuesta por la colaboración en vez de por la competición

Anatxu Zabalbeascoa
El todoterreno Aguara
El todoterreno Aguara

La presa de Itaipú, en el río Paraná y en la frontera entre Paraguay y Brasil, es la mayor central hidroeléctrica del mundo y genera energía limpia. Los paraguayos César, Javier y David Vega pensaron que un vehículo podría aprovecharla. El todoterreno Aguara, que puede recorrer 190 kilómetros tras ocho horas de carga, se ha hecho con el premio al mejor diseño industrial de la tercera Bienal Iberoamericana del Diseño (BID 12), que muestra sus proyectos en Matadero Madrid.

El nombre del coche, zorro en guaraní, remite a las patas largas de ese animal de la región. Pero alerta también sobre la astucia, la perspicacia y el ingenio que van a necesitar los objetos del futuro para competir en los mercados de un mundo saturado de productos y, sin embargo, con innumerables frentes todavía por atender.

Manuel Estrada, presidente ejecutivo de la Bienal, opina que “ya no vale el mercado como único valedor del éxito” y confirma que el protagonismo del diseño empieza a estar más repartido. La conexión entre disciplinas es una de las claves de esta bienal. Se juzga moda y grafismo, mobiliario y tecnología como disciplinas conectadas. “Todo el diseño se alimenta y se nutre de otros géneros. Diseñar es una actividad cohesiva”, sostiene Steven Heller, exdirector de arte de The New York Times y miembro del jurado que valoró los 404 trabajos seleccionados esta edición.

Sistema de transporte de fruta recién recolectada
Sistema de transporte de fruta recién recolectada

Que los diseñadores mezclan sus herramientas y ámbitos con la vida cotidiana lo demuestra el chileno Jorge Prieto Domínguez, que ideó un sistema de transporte, limpieza y enfriado de la fruta recién recolectada a partir del agua de un pozo. El canal abierto que lleva la fruta hasta su contenedor logra que los temporeros rindan más. Pero el sistema mira por todos: también facilita su trabajo, cuida la fruta y evita innecesarios movimientos de cajas.

Diseño para todos es el título del premio que, en el marco de esta Bienal, concede la Fundación ONCE valorando la accesibilidad universal, una asignatura a la que la brasileña Erika Foureaux ha respondido con el diseño de una silla ligera, portátil y plegable capaz de sujetar, sin atar, a niños con necesidades especiales.

Muchos de los proyectos invitan a pensar en un diseño alejado de lo superfluo y concentrado en las necesidades reales. No se trata de un diseño de mínimos, pero sí de uno de amplias miras que contempla artesanía e industria a partes iguales y que aboga por la reivindicación y el rescate de ideas del pasado tanto como por las innovaciones técnicas para abordar el futuro. El componente estético puede muchas veces ser lo fundamental. El puertorriqueño José Fernando Vázquez ideó Spiritree, una urna fúnebre que se transforma en recuerdo vivo. Se trata de un contenedor con un fondo biodegradable de compost orgánico y una tapa porosa de cerámica con un agujero en el centro. Las cenizas de un difunto (ricas en calcio y fosfato) unidas al fondo biodegradable alimentan una planta que, al crecer, rompe la cerámica protectora y convierte el rito fúnebre en un proceso esperanzador.

Bolso hecho con tapones de plástico
Bolso hecho con tapones de plástico

Gloria Escribano, coordinadora de la bienal, sostiene que el mayor activo de la muestra es la pedagogía: “Nos llegan proyectos con grandes ideas de gente sin medios, formación o experiencia para expresarlos. Desde la bienal también enseñamos cómo funcionar en el mundo del diseño”. No vende fórmulas mágicas. La cita ayuda a hacer lo más fácil —escribir claro y presentar de acuerdo con las bases— cuando se ha conseguido lo más difícil: la idea.

Una bienal con apenas medios para financiarse se convierte así en un termómetro con el que medir las ideas. La interdisciplinaridad no está presente solo en las propuestas y en las obras expuestas, también hace que entre los seleccionados, el trabajo de los consagrados (los diseñadores Tomas Alía o Nacho Lavernia y empresas como Fiat) se mida con el de los emergentes. En una disciplina que apuesta cada vez más por cooperar en lugar de competir, la BID ofrece más de 400 ideas (como un bolso de tapones de plástico) que ayudan a repensar todo. Al fin y al cabo, como apuntan los diseñadores Sonia Díaz y Gabriel Martínez, “una función esencial del diseño es dar poder a los demás”.

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