Un libro fija la mirada artística de Muñoz Molina
'El atrevimiento de mirar' (Galaxia Gutenberg), último libro del escritor, reúne nueve textos sobre siete pintores y un fotógrafo
Si, como aseguró ayer Antonio Muñoz Molina (Úbeda, 1956) durante la presentación en el Museo Thyssen de su nuevo libro de ensayos artísticos, “Goya fue el primer pintor que se atrevió a mirar”, él es uno de esos escritores que no temen enfrentarse al hecho estético. El atrevimiento de mirar (Galaxia Gutenberg) reúne nueve textos sobre siete pintores y un fotógrafo (Nicholas Nixon y su serie Las hermanas Brown “sobre el paso del tiempo”), escritos a lo largo de dos décadas, recogidos en catálogos o dictados en conferencias y que, vistos en conjunto, “conforman un todo”, según el autor de Plenilunio.
“Porque no sabemos nada de su formación como pintor ni de su vida íntima, la evidencia de su maestría se nos impone con una realidad aún más poderosa”, escribe de la contemplación de El tocador de zanfona, de Georges de La Tour. “Que mirar es un acto político se ve en el retrato de Jovellanos que pintó Goya en 1798”, afirma en el primero de los dos ensayos sobre el genio aragonés. “Lo que uno es, lo es para siempre, decía Hopper”, apunta en el escrito en el que se asoma el artista estadounidense. Sobran las muestras de la capacidad del escritor para aportar una visión original del arte en el libro, promovido por el editor Joan Tarrida y alentado por los espíritus de “Baudelaire, Proust y Robert Hughes”.
No es “crítica”
Quizá se deba a que él, como se apresuró a añadir, no se dedica “a la crítica”, aunque tiene “cierta formación académica”, que no garantiza “nada” más que una “educación en los prejuicios, contra los que luego toca rebelarse”. “Como no soy crítico, no tengo que escribir de lo que no me gusta”, explicó. Pero sí desenmascarar lo que se despliega ante el ojo. “Solía decir Orwell que ver lo que uno tiene delante de sus narices requiere un esfuerzo enorme”. Como ejemplo de ese trabajo puso el texto sobre El retrato del doctor Haustein, de Schad, expuesto en el Thyssen. “Si uno se pone a investigar, descubre que era un médico muy conocido que se suicidó al llegar los nazis. Esa información altera el modo en que contemplamos el cuadro”.
El libro se cierra con dos ensayos sobre artistas vivos con los que el escritor ha mantenido “largas conversaciones”: Juan Genovés y Miguel Macaya, pintor “que debería ser más conocido” y que aporta el detalle que adorna la portada de la obra. Un waterpolista que, él también, se atreve a mirar fijamente al lector.
Babelia
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