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UNIVERSOS PARALELOS
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Todavía hay clases

Diego A. Manrique

Todavía hay clases entre los brontosaurios del rock. Y diferentes ritmos productivos. Led Zeppelin ha tardado cinco años en preparar Celebration day, el disco y el DVD de su último concierto, en 2007. Mientras, en los últimos doce meses los Stones han publicado la edición ampliada de Some girls y el recopilatorio GRRR!, con dos canciones nuevas, aparte de una jam con Muddy Waters. Además, un libro oficial (The Rolling Stones 50), una biografía audiovisual (Crossfire hurricane)y un documental perdido de 1965. Ah, también han hecho algunas actuaciones de calentamiento.

No cabe deducir una superioridad moral (¡o estética!) de una mayor productividad. Son estrategias de marketing. Mientras Led Zeppelin está escindido en dos bandos, los Stones son una empresa que explota metódicamente su leyenda y su legado. Sacan tanto producto al mercado que puede que pase inadvertido el objeto más revelador que han editado. Charlie is my darling. Ireland, 1965 es una pieza de cinéma vérité rodada en tres días. Actuaban en Dublín y Belfast; convocaron a un cineasta guerrillero, Pete Whitehead, para que les siguiera con una cámara. Pero el documental quedó archivado hasta 2012. Los protagonistas no se veían reflejados satisfactoriamente. Ahora, aparece en DVD: se incluyen los dos montajes originales y una extensa nueva versión, con imagen y sonido restaurados, enriquecida por una mágica sesión de composición, con Mick Jagger y Keith Richards dando forma a Sittin’ on a fence.

Charlie is my darling anticipa el momento en que los Stones adquieren personalidad. Acaban de sacar un mazazo universal, (I can't get no) satisfaction, y preparan su primer elepé totalmente original, Aftermath. Están a punto de madurar.

Pero su directo de 1965 es poco representativo: esencialmente, tocan temas ajenos. Y Jagger imita a los cantantes de soul que ha visto en Estados Unidos. El público se contenta con gritar y, a la primera oportunidad, invadir el escenario.

En ese sentido, Charlie is my darling capta el último esplendor del ardor teen. Estamos cerca de una apreciación más impávida: chicas y chicos aprenderán a disimular su histeria. Mejorará el sistema de control de multitudes. Crecerá el equipo de amplificación y los Stones dejaran de utilizar esos micrófonos que parecen flexos.

Sorprende ver a unos Stones que viajan sin protección. En el aeropuerto, unas fans arrancan por sorpresa un pelo tras otro a Richards; este solo puede marcharse refunfuñando. Sospecho que el aparcamiento de Charlie is my darling obedece al poco brillante papel de algunos Stones en las distancias cortas.

Whitehead da carrete a Brian Jones, que declara querer rodar una película algo “surrealista”. El realizador le pregunta por su definición de “surrealismo” y sigue un penoso silencio. Charlie Watts es sometido a un interrogatorio incómodo, que revela su escasa autoestima musical y el pecado capital de preferir estar en su casa con su esposa en vez de vivir el swinging London.

Tampoco sale bien parado el promotor de la película, Andrew Loog-Oldham. Ya se ha puesto en el disparadero al firmar un documento que permite al letal Allen Klein compartir la representación de los Stones. Además, su carisma amenazador se diluye cuando se quita las gafas oscuras y aparece su carita de niño maravillado por su buena suerte.

Solo Mick brilla en conversación con Whitehead, con opiniones lúcidas sobre el estrellato pop y lo-que-quiere-la-juventud. Keith rechaza la entrevista: quizás le preocupa el acné que se tapa justo antes de cada concierto. Pero Richards destaca cuando hay música por medio. Toca piano en una alcohólica sesión nocturna: en compañía de un malvado Jagger, parodian salvajemente a Elvis.

Los Stones volverían a ponerse frente a cámaras inquisitivas, manejadas por Robert Frank o los hermanos Maysles. Pero nunca les veremos tan desnudos, tan dubitativos como en Charlie is my darling. Nada extraño que prefirieran enterrar este documental, que ahora rescata Abkco, la empresa fundada por aquel depredador llamado Allen Klein.

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