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TEATRO / Perfil

Asunción Balaguer se cuenta a sí misma

A sus 86 años, la actriz abre su corazón de mujer libre en el primer monólogo de su carrera En 'El tiempo es un sueño' defiende con la palabra su vida, recuerda a su madre También repasa su carrera y se detiene en su amor, Paco Rabal, el hombre de la mano fría

Rocío García
“Golobart, Teresa Golobart. Esta era ella. Mi madre…”. Así comienza el texto de 'El tiempo es un sueño'.
“Golobart, Teresa Golobart. Esta era ella. Mi madre…”. Así comienza el texto de 'El tiempo es un sueño'.Foto: Bernardo Pérez

El maldito escalón. Los nervios. Paco la esperaba escaleras abajo. En el segundo escalón, ella tenía que comenzar su frase, pero en cada función de El águila de dos cabezas, de Jean Cocteau, se olvidaba. Y Paco le decía “pa, pa, pa…”, y le surgían las palabras de manera mágica. Eso era por 1949, en una gira por Andalucía, cuando Asunción Balaguer y Paco Rabal no eran ni novios, solo compañeros teatrales, y la actriz, entonces con 24 años, viajaba acompañada de una carabina, “pesada y horrorosa”. Hoy con 86 años tiene menos lapsus. “No me explico por qué, quizás tenga más recursos”. La actriz se enfrenta a partir del próximo jueves a un monólogo de una hora en la sala pequeña del teatro Español de Madrid, donde se cuenta a sí misma y al espectador su vida, y en el que intercala poemas de Antonio Machado. En El tiempo es un sueño, escrito y dirigido por Rafael Álvarez, El Brujo, abre su corazón de mujer libre, recuerda con admiración a su madre, habla de su carrera y se detiene en el gran amor de su vida, el actor Paco Rabal. Todo en un escenario oscuro, con solo tres butacas y la actriz vestida con un traje color calabaza.

Delicada, amable, sencilla, vitalista, dulce, va dejando a su paso un rastro de admiración y simpatía. Su papel de corista en el musical Follies la trasladó a un mundo nuevo, la rejuveneció, aprendió a bailar claqué —“no es tan difícil”—, cantó. Los aplausos que le dedicaban día a día los espectadores le serán difíciles de olvidar. “Qué sorpresa, qué emoción, nunca había oído tantos aplausos. Notaba algo especial hacía mí y pensaba ‘si yo no hago tanto…’. Lo hice con mucha ilusión, pero tenía un miedo, sobre todo antes de interpretar la canción. Luego logré serenarme”.

Ahora da un salto más, y qué salto, y se estrena con el monólogo, después de más de sesenta años de carrera. “Golobart, Teresa Golobart. Esta era ella. Mi madre…”. Así comienza el texto en el que cuenta que nació en Manresa, en una casa grande con tres balcones a la calle y un piano que aún conserva, en una familia burguesa de seis hermanos con apellidos catalanes. “Todos catalanes, soy una emigrante, una emigrante catalana en Madrid…”, continúa el monólogo, que ya ha paseado por algunas ciudades antes de aterrizar en el Español, donde se vivirá la novedad de música en directo, a cargo de la pianista Ana Fernández. Sus comienzos fueron duros, era la posguerra, y además tenía la pega del acento. Hasta que un día, tras ser rechazada con burlas por Fernanda Ladrón de Guevara para un papelito en una compañía de Madrid por culpa del acento “horroroso” que tenía, se fue llorando, pero se juró a sí misma: “Nunca más. No volveré a perder un papel por culpa del acento”.

“No me disgusta contar mi vida”, dice con un tonillo cantarín esta mañana Balaguer, traje de chaqueta pantalón gris, perlas, bolso enorme y pesado. “Me gusta contarlo y que sea en una salita pequeña, porque en teatro me veo más distanciada del público. A mí en una obra de teatro no me gusta saber quién hay en el público, porque me desconcierta, pero aquí, como soy yo, me gusta tener esa confianza con el público y contarle mis cosas. Soy muy contadora, lo paso bien. Es como si estuviera con amigos a quienes les cuento mis cosas, y como los viejos tenemos tanto que contar… y tan bonito”.

Bonito pero con algunas manchas negras que también las confesará. Es al final del monólogo cuando descubre algo muy íntimo, relacionado con Rabal, el hombre al que estuvo unida desde el año 1951, cuando se casó, hasta su muerte en 2001. “Fue un momento duro de mi vida en el que yo quería saber lo que pasaba. Finalmente, lo que me encontré no fue lo que yo me imaginaba”. La actriz no quiere desentrañar más en este encuentro. Lo que sí cuenta es que fue un taxista, “un ángel”, quien la hizo reflexionar ese día sobre la drástica decisión que ella, llorando a mares en el coche, le confesó iba a tomar, dejar a su marido. “No lo haga, piénselo, yo la llevo a dar vueltas por Madrid hasta que usted se calme, pero no lo haga”, le rogó el taxista. Ella siguió su consejo. “No rompí con él. Yo era bastante decidida, no tenía miedo a la vida, nunca lo he tenido. Ahora me doy cuenta de que he sido una mujer libre y luchadora. En ese momento, decidí quedarme con él y ayudarle”.

PACO, así en mayúsculas, aparece pronto en el monólogo. “Paco era todo para mí. La verdad, yo hice mucho por esa relación, pero él también. Porque tuvo muchas tentaciones, era guapo y las mujeres se le daban… Las mujeres le acosaban. Él me decía: ‘Asunción, yo salto el fuego, pero no me quemo’. Pero alguna vez se quemó”, confiesa sonriente y dulce. “Menos mal que no me enteré, o me enteré tarde cuando ya había pasado”, añade rápido esta mujer romántica que dice no haber sido nunca muy noviera. “Paco era listo, guapo, dulce y romántico. Me llenó de poesías”. Como aquella carta que le envió y en la que le decía: “Te amaré hasta la eternidad”. “Se dice pronto, ¡la eternidad!”, añade ella.

Todavía recuerda, emocionada, le brillan los ojos cuando lo cuenta, el día en el que Paco se declaró, apenas unas horas después de que bailaran y bailaran hasta bien entrada la madrugada, a los sones de un pasodoble. Fue en un autocar, de noche, una noche con muchas estrellas —“o al menos así lo recuerdo yo”—, llegando a Jerez desde Córdoba, donde habían actuado en el Gran Teatro. Le tomó la mano y le dijo que la quería. “Tenía la mano fría, helada, y me dio tanta ternura. ¡Aquella mano tan grande y helada!”.

Balaguer se detiene mucho en su familia, en la separación de sus padres, en la vida entonces al lado de su madre —“una mujer moderna que me apoyó mucho en mi empeño en dedicarme al teatro en aquellos años, que tuvo una vida tan sin amor”—, en la llegada de la República, en la guerra y, claro, en su profesión. Fue una niña curiosa que bailaba y cantaba, al atardecer, en Manresa, en una gran terraza, mientras su madre tocaba el piano, y a quien la impresionó, con apenas seis años, la instauración de la República. “Me acuerdo todavía muy bien de los carteles de Antonio Machado por las calles, de la figura de esa mujer arrogante y hermosa que era el símbolo de la República. Comprobé, incluso, cómo se liberaba la mujer, cómo alguna se separó de su marido que la pegaba. Los niños íbamos a las bibliotecas”.

Habla de sus estudios de teatro con Marta Grau, alumna a su vez de María Guerrero, de su compañera Aurora Bautista, de aquel profesor cura de Burgos que le puso su madre para quitarle el acento catalán y que fue luego el que los casó —“el padre García, un señor estupendo”— . También de su debut teatral con Lope de Vega en La discreta enamorada, dirigida por Tamayo. “Había quizás más penuria entonces, pero creo que la vida en el teatro era más fácil porque había menos gente que se quería dedicar a ello”.

Está algo nerviosa con su estreno en Madrid de El tiempo es un sueño. Y, al mismo tiempo, emocionada y convencida de que el acompañamiento musical engrandecerá el espectáculo. Sabe que se acordará de Paco en muchos momentos. De sus manos grandes y frías, heladas. “Tú guardas el fuego / yo gano el pan / y en esta noche de todos / tu mano en la mía está…”, recita ella de un poema de Machado. También de aquel taxista que le cambió el rumbo de su vida. “Dos veces no lo hubiera hecho. Lo he amado mucho. Se lo merecía todo. El Brujo dice que Paco tenía una herida en el alma. Él nació pobre y de repente fue rico, pero siempre llevaba la herida de la pobreza encima. Quizás tiene razón”.

El tiempo es un sueño. Monólogo de Asunción Balaguer. Escrito y dirigido por Rafael Álvarez, ‘El Brujo’. Dirección musical y piano: Ana Fernández Torres. Sala Pequeña del Teatro Español. Madrid. Del 1 al 18 de noviembre. www.teatroespanol.es/

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