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El tribal guarachero

El género es uno de los integrantes de la familia de la bass music latinoamericana. y su notoriedad creció en 2011, tras la salida de 'Inténtalo', disco debut de 3Ball MTY

Los miembros del grupo 3Ball MTY.
Los miembros del grupo 3Ball MTY.

Aunque nadie de la organización del reciente Sónar se acordó de pasarle la invitación, el tribal guarachero, haciendo gala del caradurismo imberbe con el que conquistó las pistas de baile de buena parte de América Latina, brincó los controles hiperbolistas de la gran fiesta de la música de vanguardias de Europa, y, en complicidad con la delegación brasileña de la decimonovena edición del evento, se coló en la cata de beats que desbordó al Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona. Luego de que Mouse on Mars la rompiera con un show memorable, y a minutos de que John Talabot sacara chapa de su etiqueta de artista revelación en las lides siderales de la electrónica, Dago, confirmando su condición de cazador de novedades y nigromante del hit improbable, estremeció a toda una horda de gringos delirados ante la novedad. A mitad de su set, el dj paulista, entre todo su erario de world music 2.0, en el que se desfilan desde ghettotech hasta kuduro, haciendo escala en el dubsetp, se le ocurrió poner a prueba el género que ha puesto a México en el epicentro del dance. Y vaya que fue una bendita revelación.

Al igual que el reggaeton boricua, el baile funk brasileño, la cumbia villera argentina, la champeta colombiana y la changa tuki venezolana, el tribal guarachero es uno de los integrantes de la familia de la bass music latinoamericana. No obstante, su notoriedad creció en 2011, tras la salida de Inténtalo, disco debut de 3Ball MTY (se pronuncia “Tribal Monterrey”), colectivo de djs sub 20, conformado en 2009 en la ciudad regiomontana de San Nicolás de los Garza, que popularizó la escena al punto de que se perfila como el gran favorito para llevarse la estatuilla de mejor artista nuevo en la próxima entrega del Grammy Latino, el 15 de noviembre en Las Vegas.

Encabezado por el discjockey y productor, amén de referente del movimiento, Érick Rincón, el trío es la punta del iceberg de una asonada juvenil que tiene en la cultura del club su sostén, pero que al mismo tiempo es consecuente con la necesidad de representación social del mocerío de la nación norteamericana en el último lustro, evidenciado este año en la algarada estudiantil conocida con el nombre de la “primavera mexicana”.

Si bien son muchas las versiones acerca de su origen y de sus precursores, la más coherente y persistente le achaca la creación del estilo al dj y productor Ricardo Reyna, a quien se le ocurrió mezclar el tribal house con sonidos de la música prehispánica mexicana. Así nació, en 2004, el tema Danza azteca, dando inicio en la capital del país a la movida tribal prehispanic, que también reconoce en La cumbia, de Xookwanki, a otra de sus canciones fundacionales. Sin embargo, un año más tarde, DJ Mouse, simultáneamente con DJ Manuel Palafox, estableció las características con las que hoy se conoce al género al sumarle líneas de bajo de cumbias, guacharacas, maracas, congas, güira, claves y timbales de la percusión folclórica, y cantos afrocubanos y africanos, patentado en los sencillos El sonido de arpa y La guitarra. La inclusión de estos matices obligó además al cambio de rótulo a tribal guarachero. En 2006, la movida, luego de comenzar a tomar una identidad propia, se expandió a ciudades como Veracruz, Guerrero, Jalisco, Michoacán, Morelos, Oaxaca y Monterrey.

Por sobre el resto de las urbes de la República, fue en la capital neolonesa donde el tribal guarachero no solo creció a pasos agigantados, sino que bebió de los códigos que giran en torno a la música dance y se estableció como el dial de la tribu hipster. Aunque esto no es fortuito, pues La sultana del norte, azotada en los últimos años por la violencia, es uno de los grandes emporios de la innovación musical mexicana. Aparte de ser la cuna de la onda grupera (etiqueta que reúne a los ritmos del norte del país) y de albergar a la cumbia callera (subcultura colombiana que se ha generado en Monterrey, en la que el empalme de la cumbia con el vallenato es abanderada por el supremo acordeonista Celso Piña), la metrópolis de poco más de un millón de habitantes se transformó a partir de mediados de los noventa, con el asalto de la Avanzada Regia, en el "Seattle de México”. Uno de los protagonistas de esta asonada, el DJ Toy Hernández, otrora integrante del grupo de hip hop Control Machete, apadrinó a 3Ball MTY, después de descubrirlo en 2009, cuando consiguió sus grabaciones caseras en un mercado de su ciudad.

El encuentro entre el artista también conocido con el alias de Toy Selectah, productor del éxito Cumbia sobre el río, crossover de cumbia y dub que introdujo a Celso Piña, protagonista de la canción, en el imaginario del rock latinoamericano, y 3Ball MTY dio como fruto en agosto del año pasado el primer gran himno del género, Inténtalo (Me prende), sencillo que inaugura el álbum de estreno del combinado que integran asimismo DJ Otto y DJ Sheeqo Beat, y para el que prestaron sus voces las flamantes estrellas de la música regional mexicana América Sierra (compositora de la letra) y El Bebeto. No obstante, a pesar de que el trío se asoma hoy a la cabeza del tribal guarachero, la escena, que en Monterrey consiguió refugio en el Arcoíris Club (lo mismo que para el dubstep significó la discoteca Plastic People), en el que se reunían cuatro mil chicos los domingos en la tarde, la agitan por igual exponentes del temperamento de DJ Tack, Alan Rosales, DJ Kokis, DJ Vampiro, DJ Ramses, Mama Testa y Chip Torres, fenómeno de la Internet tras adaptar el estilo al 8 bits de los videojuegos.

Pero la proyección de esta movida no hubiera sido posible sin su componente pirotécnico: las botas picudas. Mientras la corriente apuntaba sus 130 bpm en dirección al dutch house, al bmore club y al electro, en la ciudad Matehuala, en el estado de San Luis de Potosí, un grupo de jóvenes tribaleros locos por el ritmo y la noche diseñó la vestimenta de esta rave azteca del futuro, confeccionada por pantalones entubados, camisas de cuadros o pegadas al cuerpo, sombrero de ranchera, y unas botas con puntas largas de hasta dos metros de alto. El impacto de este calzado, que ha generado paralelamente el surgimiento de dos agrupaciones de baile que se enfrentan en la pista con coreografías neurálgicas, picudos y cholombianos (los primeros ostentan un porte propio del vaquero, a la vez que el segundo apela por lo post emo), incorporando la tradición rural en los hábitos de la ciudad, ya cuenta con un documental, Las botas picudas de Matehuala, de la VBS (canal online de la revista canadiense Vice), y obligó su aparición en un episodio de la serie Gleem, sacándole protagonismo nada menos que a Ricky Martin.

El tribal guarachero experimenta su auge después de que la cumbia penetrara en los festivales europeos y estadounidenses, al igual que en los clubes, lo que permitió que astrólogos de las nuevas tendencias como Mary Anne Hobbs, Gilles Peterson o Mad Professor hayan prendido el radar acerca de la cosecha sonora de esta parte de occidente. Y es que tras la llamada de atención de 3Ball MTY, el movimiento, cuya popularidad se concentra mayormente en el norte del país, al tiempo que fundó sucursales en Estados Unidos y Brasil, ya comenzó a seducir a djs de otras lides (Sinden, Buraka Som Sistema y Nguzunguzu). Pese a que parece haber deslumbrado incluso al mundillo de la farándula latina de Miami, esta manifestación, que ya tiene la primera App para iPhone y iPod Touch), para que puedan crear sus propios cortes, llamada Tribal Machin, y concebida por Tropic-All, no descuida la obstinación legada por exponentes del calibre de Nortec Collective o el Instituto Mexicano del Sonido de darle una identidad propia a la electrónica y dance mexicanos. Así que esto no es cosa de chicos.

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