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El músico se rebela contra el patrón

Estrellas de EMI como Blur, Coldplay, Guetta o Kylie Minogue protestan por no haber sido consultados en la venta a Universal Surge el fantasma de la huelga

Diego A. Manrique
La banda británica Coldplay durante su concierto en la plaza de las Ventas de Madrid, en octubre de 2011.
La banda británica Coldplay durante su concierto en la plaza de las Ventas de Madrid, en octubre de 2011.BERNARDO PÉREZ

Continúa coleando la saga de EMI Records, antaño la máxima discográfica británica. Ahora son sus artistas los que protestan. Conviene recordar que, para aprobar su compra por la multinacional Universal, la Comisión de Competencia de la Unión Europea, que encabeza el socialista Joaquín Almunia, impuso duras condiciones: obliga a los nuevos propietarios —el grupo francés Vivendi— a desprenderse de la tercera parte de los activos de EMI, a fin de que la nueva empresa, por lo menos en Europa, no adquiera una posición hegemónica en el mercado. Sitúa la raya roja en la franja 35-40%: para no acercarse, Universal debe vender determinados sellos en seis meses.

Desdichadamente, nadie consultó a los artistas: la principal batalla contra la absorción de EMI por Universal corrió a cargo de la asociación de discográficas independientes, Impala. Y ahora, tras digerir las novedades, algunos de los activos de EMI quieren hacerse oír. El portavoz es Dave Rowntree, baterista de Blur, que ha declarado al diario The Independent: “Los artistas son las únicas personas que están fuera de esta negociación. Si los empleados de la compañía se sienten infelices con la nueva situación, tienen la libertad de marcharse, algo que no pasa con los artistas”.

Legalmente, músicos y cantantes poco pueden hacer: sus contratos forman parte de la cartera de EMI. Son raros los artistas que se benefician de cláusulas que contemplen el cambio de propietarios, con la opción de renegociar condiciones y conseguir la carta de libertad o ser recompensados. Aparentemente, los astutos irlandeses U2 sí tenían un acuerdo de este tipo con Island Records; cuando esa compañía se vendió en 1989, el grupo dublinés recibió una prima de muchos millones de libras esterlinas.

Los artistas de EMI podrían amenazar con una huelga: negarse a entregar nuevas obras, aunque eso también depende de la letra pequeña, donde suelen especificarse los plazos de entrega. No obstante, una discográfica tiene las de perder si pretende forzar al creador: es famoso el corte de mangas de los Rolling Stones, que cerraron su relación con la conservadora Decca Records entregando una obscena canción de temática homosexual, Cocksucker blues (el tema continúa inédito, aunque sí ha sido pirateado y hasta versionado). En esos conflictos, las simpatías de medios y consumidores suelen inclinarse por los artistas: la imagen pública del magnate David Geffen todavía no se ha recuperado de su decisión de demandar al inefable Neil Young, bajo la acusación —por otro lado, cierta— de entregar “discos no característicos”.

La cantante Kylie Minogue en una actuación en el Hyde Park de Londres.
La cantante Kylie Minogue en una actuación en el Hyde Park de Londres.Neil Lupin (Getty Images)

Lo insólito del aviso es que venga de parte de Blur, cuarteto identificado con el lejano britpop, aparentemente inactivo en lo discográfico (aunque protagoniza lucrativos conciertos de reunión). Pasa lo mismo con otros nombres gloriosos de EMI, como Pink Floyd, Tina Turner o David Bowie, aunque este último cambia regularmente de distribuidora. Más delicada es la situación de figuras como los Chemical Brothers, David Guetta, Kylie Minogue, Gorillaz o Coldplay.

Rowntree, con formación jurídica, sugiere que las discográficas, Universal y las futuras compradoras, abran conversaciones con FAC (Featured Artists Coalition), una informal agrupación gremial respaldada por numerosas figuras del pop británico. Otro posible interlocutor es el Music Managers Forum, que sugiere un futuro de joint ventures entre artistas y discográficas. Aunque su director, Jon Webster, reconoce que los artistas con ventas modestas difícilmente lograrán acceder a negociar.

Se intuye quiénes podrían ser los nuevos dueños: Bruselas exige que dos terceras partes de los activos excesivos de EMI sean adquiridos por “un comprador con experiencia en el mercado”, lo que aparentemente limita las pujas a Sony o Warner Music. La tercera parte del paquete estaría al alcance de una indie potente o incluso de una editorial musical como BMG Rights, del conglomerado Bertelsmann, que está volviendo discretamente al negocio.

El órdago de los músicos también puede verse como una oportunidad para establecer un modelo más equitativo: la inmensa mayoría de los contratos están escorados al lado de las discográficas, que se quedan con la propiedad de los másters hasta que pasan a dominio público. Para la gran industria musical, la decisión de la UE ha supuesto una desagradable sorpresa: en el resto del mundo, poniendo carita de pena, Universal ha logrado el nihil obstat a su absorción de EMI. En 2004, el organismo europeo de la Competencia, dirigido entonces por Mario Monti, bendijo la transacción que permitió a Sony Music devorar a BMG, haciendo caso omiso de las protestas de Impala. En la actualidad, Europa pretende potenciar nuevos servicios de streaming y venta digital, como solución a la crisis del sector. Y considera peligrosa la preeminencia de un coloso como sería Universal con los tesoros de EMI: “El tamaño de una compañía incrementa su poder de negociación y su capacidad para aumentar los precios de las licencias e imponer términos más onerosos”. Resumiendo: hay un filón en Internet y los artistas quieren estar allí cuando lleguen los beneficios.

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