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PURO TEATRO
Columna
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A veces llegan cartas

'Litus', la comedia generacional admirablemente escrita y dirigida por Marta Buchaca, con estupendas interpretaciones, triunfó este verano en la barcelonesa sala Flyhard y vuelve a hacerlo en el Espai Lliure

Marcos Ordóñez
Borja Espinosa, Josep Sobrevals, Sergi Torrecilla, David Verdaguer y Sara Espígul, en una escena de Litus, de Marta Buchaca.
Borja Espinosa, Josep Sobrevals, Sergi Torrecilla, David Verdaguer y Sara Espígul, en una escena de Litus, de Marta Buchaca.Foto: Roser Blanch

La temporada pasada arrojó en Cataluña un buen botín de nuevas obras, entre las que destaco cinco: Los jugadores, de Pau Miró; La sombra a mi lado, de Marilia Samper; Sé de un lugar, de Iván Morales; El principio de Arquímedes, de Josep Maria Miró Coromina, y Litus, de Marta Buchaca. Ni el transfer ni la reposición han sido, por desgracia, una práctica habitual en los últimos años, pero se diría que el buen criterio y el espoleo de la crisis, que lógicamente pide el aprovechamiento de los éxitos probados, han hecho que algunas de estas piezas vayan a volver a los escenarios. Por lo pronto (agenda al canto), Sé de un lugar, presentada en La Seca, ocupará en breve el hall del Romea, y El principio de Arquímedes, el hit veraniego de la Beckett, se verá la próxima primavera en la Villarroel.

Litus (nombre de su ausente, pero omnipresente protagonista) fue la última en estrenarse y ha sido la primera en regresar a escena. Llegó a principios de verano a la sala Flyhard, comandada por el dramaturgo Jordi Casanovas y su indesmayable grupo de actores, que pese a (o por) tratarse de un espacio off-off, en el barrio de Sants, con aforo exiguo (40 butacas) y heroica autofinanciación, ha ofrecido en su tercer año nada menos que seis producciones de jóvenes autores catalanes. Jóvenes y no tan jóvenes: Jordi Galcerán eligió Flyhard para presentar Burundanga tras su zambombazo en el Maravillas madrileño. Burundanga pasó luego a la Villarroel y Litus ha sido repescada, hecho singular, por el Espai Lliure. Y una iniciativa a repetir: los teatros públicos (al menos en Cataluña) funcionan por programaciones cerradas y no suelen acoger producciones ya estrenadas, ni siquiera yendo a taquilla, como diría que es el caso.

Marta Buchaca, la autora y directora de Litus, no es ninguna debutante. Tiene cinco obras a sus espaldas, y en el Bellas Artes continúa, con gran acogida, la comedia de sketches El año que viene será mejor, cuya creación compartió con Carol López, Mercè Sarrias y Victòria Szpunberg. No conocía sus anteriores trabajos, y Litus me ha parecido una pieza formidablemente escrita y dirigida. Seduce, atrapa, divierte y emociona: conozco pocas funciones recientes que ganen en esos cuatro negociados. Les cuento la premisa. Litus, muerto vivísimo, es un peterpanesco músico de rock que se ha suicidado (furgoneta, barranco) para eludir las servidumbres de la vida adulta. Toni, su hermano mayor, convoca a sus mejores amigos a los tres meses de su muerte para lo que se presenta como una cena de homenaje. Los convocados son Laia, la exnovia de Litus, y ahora pareja de Toni; Pau, su compañero de piso, que mantiene intocada la habitación del muerto como un altar a su memoria; Pepe, un integrante de su banda, que para sorpresa de todos ha saltado del underground al éxito masivo, y el ultraneurótico Marc, desnortado por la pérdida de su faro vital. Para sorpresa de los presentes, Toni anuncia que Litus dejó cinco cartas que han de ser leídas esa noche y cuyo contenido va a poner patas arriba la existencia de los convocados.

Lo primero que llama la atención es su claridad estructural, la habilidad de su modulación y la economía del relato. En apenas ochenta minutos traza retratos tan completos como bien perfilados de los protagonistas, esquivando tópicos y, cosa muy de agradecer, sin que en ningún momento sientas que te están “pasando información”. Segunda prueba de fuste autoral: la manera en que te lleva del humor al drama (y viceversa) sin forzar la máquina, sin subrayar los gags ni campanear lo grave. La risa y el dolor están en su sitio, pero no donde los esperas, con lo que te pilla casi siempre a contrapié, que es la gracia del asunto, un asunto que en otras manos se hubiera zambullido en lo trillado o lo sentimentaloide. A algunos les recordará un cruce entre Reencuentro, de Lawrence Kasdan, y El club de los cinco, de John Hughes, y a otros puede que les haga pensar en Hasta luego cocodrilo, aquella estupenda serie de Alfonso Ungría, con unas gotas del Mankiewicz de Carta a tres esposas. El diálogo fluye con una admirable suavidad, sin estridencias, y al mismo tiempo con un ritmo picado, algo nada fácil de conseguir, y siguen ese mismo patrón el avance de la intriga y la arquitectura de las tensiones, que desembocan en la majestuosa y creciente emoción de la última carta: una escena preciosa y muy bien controlada.

Quizás lo que más me gusta de Litus es que rechaza los alardes para ir directamente a lo que quiere contar, a lo que importa. Es una obra generacional porque sus personajes están en la misma franja de edad (treinta y pocos), pero Marta Buchaca no parece haberse propuesto dar mensajes o diagnósticos sobre “la juventud actual”, porque no existe tal cosa, ni ser “original” o “moderna”, sino comunicar lo mejor posible su historia: atraparnos con una trama y unos personajes a los que contempla con respeto y afecto, sin juicios rápidos ni definitivos. En un principio creemos que utiliza al agresivo y amargo Toni como portavoz y sacudidor de conciencias (un arquetipo clásico en toda “cena de acusados”), y durante un rato nos identificamos, por el prestigio del sarcasmo, con su mirada inclemente, pero la autora siempre permite que los otros personajes escapen de esas jaulas arquetípicas y crezcan ante nuestros ojos. Virtud del texto, virtud de las interpretaciones, y virtud de la puesta en escena. Sara Espígul (Laia), Borja Espinosa (Toni), Sergi Torrecilla (Pau), Josep Sobrevals (Pepe) y David Verdaguer (Marc) se mueven en la misma frecuencia de onda: una naturalidad constante y una atención absoluta a las réplicas, las miradas y los silencios de los otros.

Iba a decir, como máximo elogio, que Litus es de esas funciones que “no parecen dirigidas” pero vaya si lo está, y al milímetro: lo bueno, que no se nota. Está teniendo un gran éxito en Barcelona, pero todavía puede (y debe) alcanzar más en toda España. Atentos, programadores, que esta comedia (o tragicomedia, mejor) tiene mucho recorrido y, me parece a mí, mucho dinero en la tripa.

Litus. Texto y dirección de Marta Buchaca. Teatre Lliure. Montjuïc. Barcelona. Hasta el 8 de octubre. http://www.teatrelliure.com/.

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