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Setenta años después, una evocación del horror

Habitaciones del campo de concentración.
Habitaciones del campo de concentración.

“Cuando llegué a Drancy, tuve la impresión de entrar en el infierno… y eso a pesar de que ya había vivido parte del infierno”. Annette Kracjer es una de los 4.000 niños y niñas de la redada del Velódromo de Invierno, la primera en la que se detuvo a familias enteras de judíos en julio de 1942. Setenta años después, sentada en el aula didáctica del Memorial de la Shoah de Drancy, relata con precisión escalofriante su experiencia.

Annette, que entonces tenía 12 años, fue detenida junto a su madre y su hermana Léa, de 14. Pasaron por el Velódromo, antes de ser trasladada al campo de internamiento de Pithiviers, a 80 kilómetros de París, el 19 de julio. El 31 de agosto, las autoridades deportaron a los padres de familia. El 3 de agosto, a las madres. Los niños llegaron “huérfanos sin saberlo” a Drancy el 15 de agosto”.

A los dos días de llegar se llevaron a un primer grupo de niños. “Oímos los llantos. Sabíamos que éramos los siguientes”. La noche siguiente, Annette miraba por el ventanal cómo rapaban a los pequeños antes de mandarlos a Auschwitz, cuando apareció una prima que trabajaba en la secretaria judía del campo y las rescató. Durante un mes, las hermanas permanecieron con ella en las dependencias de los internos residentes. En realidad, las dos pequeñas se encontraban desde el principio en una lista de 32 niños que debían ser liberados, porque su padre trabajaba en una explotación agrícola alemana a cambio de una protección para su familia. Pero la lista se perdió “entre comillas” y la nueva no llegó al campo hasta el 23 de septiembre. “Cuando pasaron lista solo respondimos ‘¡presente!’ mi hermana y yo. Los demás ya no estaban”, recuerda. “Abandonamos Drancy solas, las dos, en ese gran autobús vacío, con la cabeza llena de piojos, la sarna generalizada y una mirada extraña. En esas condiciones abandoné el campo, al que nunca he vuelto hasta hoy”.

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