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El peligroso juego de ser escritor

El madrileño Pablo del Palacio, abogado en paro reconvertido a escritor, era una víctima de la crisis hasta que decidió afrontarla... riéndose de ella

El escritor novel Pablo del Palacio.
El escritor novel Pablo del Palacio.BEATRIZ M. PÉREZ-FAJARDO

Pablo del Palacio (Madrid, 1981) no se define a sí mismo como "escritor" a pesar de que acaba de publicar su segundo libro y tiene el tercero en camino. Este abogado madrileño reconvertido en novelista de profesión, tuitero empedernido por diversión y en busca de inspiración, asegura que no recuerda si fue él quien abandonó el derecho, o el derecho el que le abandonó a él. El caso es que la culpa la tuvo el juego; un día comenzó una partida de póquer y dos años después tiene clara su apuesta: hacer literatura.

Después de dos años de la publicación de su primer libro, La reina del póker (Planeta), en el que se recogen horas de conversación con la jugadora profesional Leo Margets, acaba de sacar su primera novela, Pobres pobres (Ediciones Carena), escrito a cuatro manos con María Antonia Velasco. "Sin conocerme de nada y sin dudarlo, María Antonia decidió invitarme a participar en un proyecto que llevaba tiempo dando vueltas en su cabeza", recuerda Pablo.

El libro es una crítica ácida a las sociedades capitalistas y derrochadoras, y retrata el contraste entre el sueño americano, algo decadente (el papel del juego como metáfora de la crisis), y la forma de vida del viejo continente. Eso sí, siempre en clave de humor. "María Antonia, como casi todos nosotros, es una víctima de la crisis que padecemos y la quería reflejar desde diversos puntos de vista en forma de novela", explica el coautor de Pobres pobres. Pero la peculiaridad radica en que quiso hacerlo a través de la sátira, y uno de los ingredientes que contribuirían a la sátira sería, precisamente, mezclar las cuestiones financieras con partidas millonarias. "Los mismos que arruinaron el mundo y que se arruinaron con él compartirían tapete dejando al descubierto todas sus miserias". Como experto en póquer y escritor iniciado, Pablo del Palacio decidió sentarse a la mesa, ver las cartas de María Antonia, y se jugó todo a una mano: la de convertirse en escritor.  Ahora queda por ver si se cumple la ley de la suerte del principiante o estamos, en realidad, frente a un auténtico talento con muchas ganas de jugar. Hagan sus apuestas.

P. ¿Qué crees que aporta tu propuesta como valor?

R. Quizá resulte demasiado arrogante, o quizá sea un obviedad, pero creo que es una lectura diferente. Podrá gustar más o menos, pero desde luego es muy original. No por la temática, que ya ha servido como inspiración para todo tipo de obras, ni siquiera por el enfoque sarcástico, sino por el estilo que hemos empleado para contar los hechos que están transformando el mundo.

P. ¿Qué les pareció a tu familia y amigos cuando decidiste dejar tu carrera como abogado para dedicarte a escribir, tal y como está el patio?

R. Lo cierto es que yo no me levanté un día sintiéndome escritor, y todavía no sé si algún día me sentiré escritor. Simplemente es algo que está sucediendo y no sé adónde me llevará. El hecho es que escribo y eso ha suscitado todo tipo de opiniones a mi alrededor: muchos me miran con conmiseración, pero unos pocos me animan a continuar con algo que, parece ser, me gusta.

P. ¿Qué parte hay de realidad y qué parte de ficción en Pobres pobres?

R. Hemos echado una mirada a la actualidad e incluso nos ha parecido divertido incluir personajes reales, pero yo lo considero ficción, porque la esencia y originalidad del libro es la ficción. Nos apoyamos en acontecimientos reales como si fuesen paisajes, escenarios, meras excusas para contar una serie de historias inventadas.

P. ¿Qué posibilidad real ves de poder acceder al circuito estable de la cultura?

R. Si hubiese pensado en eso no estaríamos haciendo esta entrevista. Soy consciente de que vivir exclusivamente de escribir es dificilísimo, pero tengo la suerte de que, sin apenas darme cuenta, tengo dos libros publicados y un tercero recién terminado. Quiero intentarlo un poco más, porque la posibilidad de éxito, por remota que sea, merece la pena.

P. ¿Cuáles son, a tu juicio, las mayores dificultades para los talentos emergentes?

R. La mayor creo que es, precisamente, la situación que ha servido de leitmotiv para Pobres pobres: la profunda crisis económica que atravesamos. El mundo parece que se derrumba cada día un poco más y abrirse camino profesionalmente en este contexto, sea en el terreno que sea, es mucho más difícil que hace apenas diez años. Por bueno que seas, nada te garantiza nada.

P. ¿Qué beneficios esperas de salir en una plataforma como esta?

R. A corto plazo no espero nada. Pero entiendo la vida como una carrera de fondo en la que los objetivos importantes se obtienen, como pronto, a medio plazo. Y por lo tanto, aunque a veces parezca que ha habido un único detonante, en realidad suele ser la suma de muchos factores la que propicia un buen resultado. Y claro, ¡esta entrevista es uno de esos factores que suma mucho!

P. ¿Con qué herramientas cuentan los talentos emergentes para darse a conocer?

R. Gracias a Internet y a pesar de la crisis, existen cada vez más canales que permiten el acercamiento de la obra a los posibles interesados. Y esa es la buena noticia en estos tiempos convulsos. Desconozco la gran mayoría de herramientas, pero recientemente descubrí Twitter, y he de reconocer que me apasiona.

P. ¿Utilizas tu cuenta de Twitter como herramienta de promoción o como blog personal?

R. Me quedaría, sin duda, con la primera opción. Yo siento rechazo a este fenómeno de compartir intimidades en una red social, pero la particular idiosincrasia de Twitter despertó mi curiosidad. Y después lo que me sorprendió fue la cantidad de talento que contiene. Esa se ha convertido en la verdadera utilidad que le he sacado: como fuente de inspiración. Recibo mucho más de lo que pueda aportar, que de hecho no sé siquiera si beneficia o perjudica a mi imagen.

P. ¿Libro en papel o libro digital?

R. Si te soy sincero, no he leído nunca un ebook. Por lo tanto, no sé si quizá lo prefiera al formato papel, aunque no lo creo. El formato digital no me afecta ni preocupa tanto como lector sino como escritor (¡primera vez que uso esta palabra para definirme!): es indudable que, por el mínimo coste que supone, el futuro de la edición pasa por tener muy en cuenta ese formato.

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