Y tras el Oscar... una de dibujos en 3D
El argentino Juan José Campanella, ganador de la estatuilla por ‘El secreto de sus ojos’, se atreve en ‘Futbolín’ con el salto a la animación Se estrenará en 2013
“El tipo puede cambiar de todo: de cara, de casa, de familia, de novia, de religión, de dios, pero hay una cosa de la que no puede cambiar, Benjamín. No puede cambiar de pasión”. Y esa pasión es el fútbol. En El secreto de sus ojos, de Juan José Campanella, el amor por el balompié traiciona a un asesino. Porque como le descubre Pablo (Guillermo Francella) a Benjamín (Ricardo Darín), en el alma de un ser humano las pasiones están grabadas a sangre y fuego.
“A mí me gusta el fútbol, pero no es mi pasión”. La confesión viene del mismísimo Campanella, que ha vuelto a ese deporte para la primera película argentina de animación en 3D estereoscópico (en realidad, es un coproducción hispanoargentina), Futbolín. La pasión de este bonaerense de 53 años es el cine, pero tras el Oscar con El secreto de sus ojos retorna al fútbol para su nuevo trabajo. Por algo será. “Me gusta la épica del fútbol. Mucho. Pero justo por eso no me interesa el profesional, solo el de potrero [el jugado por amigos en un terreno baldío, sin césped, el fútbol de aficionados]”.
Futbolín —que en Argentina se titulará Metegol, como se conoce allí al juego infantil— no se estrenará hasta otoño de 2013, pero el proyecto fue uno de los más comentados en Cannes. Las preventas a Rusia, China, Turquía, Oriente Próximo y toda Latinoamérica (distribuye Universal) y el resultado de lo animado hasta ahora han decidido a Campanella a empezar a producir su segunda parte. Y lo anunció en junio en el festival más importante del mundo de animación, el de Annecy (Francia), donde proyectó un adelanto. Esas mismas imágenes podían verse en el mercado de Cannes: de factura impecable, elegante y muy muy enganchón, el adelanto efectivamente lo tiene todo para obtener preventas de la película a todo el mundo. El productor ejecutivo del filme, Gustavo Ferrada, lo mostraba con el corazón henchido: el esfuerzo y los dineros invertidos —el presupuesto se acerca a los 15 millones de euros— estaban mereciendo la pena.
En Madrid, Campanella describía esos esfuerzos: “Es un duro aprendizaje. Uno tiene que romper con muchos esquemas muy interiorizados. Como que no puedes hacer grandes cambios en montaje, porque en dibujos todo va previamente muy decidido, no arreglas con otro plano diferente. La animación tiene otros ritmos, he debido aprender todo un léxico nuevo. Pero veo tomas terminadas y disfruto de un mundo increíble”.
El guion de Futbolín esta basado en un cuento del escritor Roberto Fontanarrosa de no más de cinco páginas. De él han sacado la estructura cinematográfica Campanella, Axel Juschevatzky, Gastón Goralli y Eduardo Sacheri, que ya colaboró con Campanella en El secreto de sus ojos (la película se basaba en su novela La pregunta de sus ojos). Sacheri ha recibido el encargo de escribir la secuela de las aventuras de Amadeo, un chico tímido, que debe enfrentarse en un campo de fúbol al Crack, un temible rival. Y para ello pide la ayuda de un equipo de futbolín que intenta reunirse tras ser desmantelado, un equipo que lidera Capi, su extremo derecho. Ellos también quieren vengarse del Crack.
Si la dirección corre a cargo del argentino, la animación es responsabilidad del español Sergio Pablos, uno de los grandes en este mundo: su nombre está en El jorobado de Notre Dame, Hércules o Tarzán [trabajos de su época en Disney], es uno de los diseñadores de personajes de Río, y una idea original suya es la base de Gru, mi villano favorito. En su estudio madrileño, The SPA Studios, está la mitad del corazón de Futbolín. La otra mitad late en Buenos Aires, en las instalaciones de la productora Jempsa. “Me gusta trabajar con gente con personalidad, con ideas, que me discuta”, cuenta Pablos. “Juan tiene las cosas claras, y con cada charla yo también aprendo. Lo importante es que la animación ha abandonado aquel esquema de comedia para niños, que hoy sirve para narrar cualquier tipo de historia. Curiosamente a algunos les parece mal, y se enfadan cuando ven un filme animado y resulta que no es para niños. En Japón, por ponerte un ejemplo, ya llevan lustros realizando todo tipo de géneros, subgéneros y perversiones”.
Pablos dejó Disney por un cierto hastío en la repetición de esquemas, con la intención de encontrar cosas diferentes. Como esta Futbolín / Metegol, cuyo anuncio de inicio de producción ocurrió un ya lejano noviembre de 2009. “Juan es un soplo de aire fresco. Con él se abre un campo más ancho. Y ha sabido adaptarse a grandes cambios. Por ejemplo, en sus anteriores rodajes con actores reales, sus decisiones solo necesitaba transmitírselas a una persona. Ahora tiene que comunicárselas a 30 animadores. Me consta que está luchando por no desesperarse \[risas\]”. El argentino lo reconoce: “Es cierto. En cambio disfrutas mucho más cuando ves el resultado, las texturas, un mundo real. La actual tecnología permite hacerlo”.
Campanella no sabe estarse quieto: la semana previa al Oscar de El secreto de sus ojos estaba dirigiendo un capítulo de House, y ya hablaba de varios proyectos televisivos en Argentina y de este Futbolín. “La idea vino de Gastón Goralli, y en su núcleo está uno de los enfrentamientos clásicos en las artes: el de David contra Goliat. Fontanarrosa le había sacado partido de manera muy especial en este juego de diferencias, no contaba hasta la página tres que su protagonista que era un jugador de futbolín. Me atrapó”.
A Pablos también le enganchó la historia: “Cuando volví de Estados Unidos —llevo ya nueve años con la empresa— vi que en España estaba todo por hacer en el mundo de la animación. Yo retorné porque siempre tuve claro que era un viaje de ida y vuelta, que mi familia debía criarse aquí, y que me apetecía el reto profesional en España. Así que no tenía derecho a quejarme. Me puse a currar. Así vendí Gru, mi villano favorito, que nos abrieron muchas puertas. Y así llegan guiones y posibilidades como esta Futbolín, que efectivamente es fascinante. Puedes crecer como director; si me hubiera quedado en Disney aún sería un animador. Dirigir y crear contenidos es igual. En España hay talentos en crudo, una generación posterior a la mía que tiene acceso a toda la información gracias a Internet, mejores colaboradores que incluso cuando estaba en Disney”. Pablos recuerda que también fue Gastón Goralli quien le presentó el proyecto: “Conocía mi pasado. Sabía que resolveríamos todas las dudas y sugerencias de Juan, estilo ‘¿Puedes hacer que aquí este personaje respire?’. Claro que se puede y para eso estamos. También le ayudamos a que no caiga en trampas narrativas y técnicas en las que Juan puede caer por proceder de la dirección de actores de carne y hueso. Ese es mi mayor valor en la producción, el de dar una opinión ilustrada y de paso realizar parte del metraje. No seremos Pixar, pero es que no debemos serlo”. Lo dice porque a sus espaldas hay un póster de Los Increíbles, producción de Pixar, donde en inglés alguien (se dice el pecado, no el pecador) ha escrito: “Tenías que haber estado en esta película”.
El proceso de animación continúa su ritmo constante. Campanella sigue cruzando el charco para trabajar en Futbolín y comer cordero y cochinillo asado, otra de sus pasiones. El día de esta entrevista, sus planes de una cena opípara se vinieron abajo tras el ataque traicionero de un virus intestinal. No importa: se resarcirá, promete. Aunque será con esta película, porque para la segunda parte pasará un cierto tiempo: Campanella quiere hacer otras historias por medio, “no empalmaré ambos proyectos”, contaba en la revista Variety. No tiene claro si la dirigirá él o si se quedará en la sombra, convertido en uno de los productores. Eso, si la animación no ha acabado con su paciencia. “Yo, de verdad, que lo intento”.
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