La otra cara de la historia de Troya
Carmen Machi recuerda con su particular Helena de Troya por qué "el teatro sobrevive y no debe ni puede morir"
Mordaz, irónica, graciosa por momentos y encolerizada en otros, retadora… y borracha. Así es la Helena de Troya que interpreta la actriz Carmen Machi en la obra Juicio a una zorra del director Miguel del Arco, presentada anoche en el teatro CASYC de Santander. Una Helena de Esparta, de Troya, la señalada, la estigmatizada por enamorarse de Paris que se presenta ante el público cargada de amor, odio, rabia y de vino mezclado con “el prozac de esa época”
Las 500 personas asistentes a la obra de teatro, presentada en el marco de las noches culturales de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, disfrutaron de un papel muy distante del su famosa Aída, por el que la actriz se dio a conocer en las series 7 Vidas o el spin off homónimo. Carmen Machi tiene claro de que muchos de los que van al teatro buscan ver a la Aída de la televisión, un personaje con el que muchos espectadores se identifican y del que asegura tener la suerte de llevar su cara “y punto”.
Quizás por ello la actriz ganadora de tres premios Max –los Goya del teatro– ha opinado que “la televisión ha hecho mucho bien al teatro” porque les trae nuevos espectadores que vienen por intentar vislumbrar a sus actores y actrices favoritos de la televisión y descubren un nuevo mundo que les sorprende y a veces "hasta le encanta".
Con frases como “Adoro esta letárgica insensibilidad: el signo de vuestro tiempo” o “Conozco la tendencia de la masa humana a comportarse como un solo idiota” esta particular Helena, la víctima de una historia contada por hombres, critica en el monólogo aspectos que son fácilmente paralelismos de situaciones actuales –como los estereotipos, las desigualdades sociales, las injusticias y el derecho al olvido– y que conllevan a la reflexión. Así lo reconoce su guionista y director Miguel del Arco que como ejemplo compara la situación de la violación del personaje a los 9 años por el héroe Teseo con la noticia de la reducción de una condena por agresión porque el perpetrador era un militar condecorado.
Pero no todo es seriedad y tragedia. Machi, como Helena, arremete con ironía y desparpajo contra los hombres de esa época troyana. Estos grandes héroes como Ulises, cuya piedad era “tan corta como sus piernas” y que se hizo el loco para no ir a la guerra o Aquiles, el del famoso talón, “al que tuvieron que sacarlo del harén en el que se había escondido” y del que a Helena no le quedaba claro que le había molestado más “el que lo hubieran encontrado o tener que dejar de usar faldas”.
Se declara una amante del teatro que “sobrevive", a pesar del momento que está viviendo, “con el IVA para arriba y el IVA para abajo”. Afirma que nunca ha dejado de hacer teatro a pesar de trabajar en televisión. Su próximo proyecto se estrena en Madrid en septiembre y al que se enfrenta con ilusión y vértigo. Representará a Marta en la obra ¿Quién teme a Virginia Wolf?, un personaje que, según Machi, “toda actriz quiere hacer pero da un poco de miedo” por su complejidad y por los grandes referentes que tiene. Elizabeth Taylor ganó el Oscar en la película homónima, dirigida por Mike Nichols.
A pesar de ser un monólogo no tiene la sensación de estar sola en el escenario. Pero lleva mal el momento los saludos. “Me muero de vergüenza y no lo soporto. Por mí no saldría” aseguraba a los periodistas mientras intentaba desviar el protagonismo hacia el director Miguel del Arco, con quien tiene buena química y de quien dice en broma que “está muy operado” y que le amenazó con cambiarle el diálogo si no venía a verla.
Y es que esa especie de catarsis que vive como Helena sobre el escenario tiene que compartirla con alguien cuando finaliza el papel. De hecho, asegura que la desolación del final la llevaba a abrazarse a Miguel del Arco en las primeras funciones, de las que ya hace un año. Ahora, lo hace su peluquera. Confesó en la rueda de prensa previa al acto que quien la viste y la maquilla tiene una cláusula en el contrato para abrazarla al final del espectáculo. Cierto o no, ayer no lo necesitó. Al finalizar la obra, tuvo que salir al menos tres veces más al escenario a saludar a un público que la ovacionó de pie al menos tres minutos. Quizás tenga razón con aquello de que el teatro siempre sobrevive. Al menos por ahora.
Babelia
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