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Un mercado de 20.000 millones

El 33% de las transacciones de obra plástica se realiza en el gigante asiático

Tsai Yulong, creador de la caligrafía china de vanguardia, lo tiene muy claro: “El mercado del arte chino es una burbuja mayor que la inmobiliaria. Pero no durará mucho tiempo”, sentencia este artista de Taiwán que se trasladó hace dos décadas a Shanghái para estar cerca de sus clientes. “Tengo facturas que pagar, y China lo acapara todo”, se justifica. “Da la sensación de que los creadores sólo buscan enriquecerse lo más rápido posible, así que la calidad es bastante cuestionable”.

“Los inversores no compran arte porque les guste, sino por su rentabilidad", añade Shen Jindong, uno de los grandes nombres de la pintura y la escultura del país, que se ha hecho famoso gracias a sus autorretratos aniñados, siempre vestido con uniformes del Ejército que abandonó para coger el pincel. “Y yo, como muchos otros, me aprovecho de que piensen que mis cuadros son una inversión mejor que la de la Bolsa. Si quieren que me repita, me repito”.

Sea como fuere, China ha destronado ya a Estados Unidos como el mayor mercado del arte. Acapara el 33% de las ventas de obras de artes plásticas —por un valor que se cifra en torno a los 20.000 millones de euros—, tres puntos porcentuales por delante de la superpotencia americana. Y seis de los diez artistas mejor pagados del mundo son chinos. Zhang Xiaogang, con ocho millones de euros por una obra, ostenta el récord del arte moderno, mientras que Ai Weiwei, con sus instalaciones y producciones multimedia, que frecuentemente combinan creación con activismo político y social, es considerado el artista más poderoso del planeta, según la célebre lista Power 100, de la revista Art Review, muy a pesar del gobierno de Pekín.

“Los coleccionistas extranjeros fueron quienes revitalizaron hace veinte años las artes plásticas chinas, que fueron destrozadas por la Revolución Cultural”, asegura Wu Xianming, que suele partir del retrato de Mao Zedong para sus obras porque “se sigue vendiendo muy bien todo lo relacionado con la iconografía revolucionaria”. No obstante, el auge económico del país ha provocado un vuelco en el perfil del cliente. “Se nota la crisis económica. Ahora son los chinos quienes más compran”. Y a ellos va destinado, sobre todo, el macroproyecto del Distrito Cultural del Oeste de Kowloon de Hong Kong.

Pero en el mercado chino también juega un papel fundamental un elemento que difícilmente van a poder replicar en la excolonia británica. Ninguno de los entrevistados quiere reconocerlo con nombre y apellido, pero todos asienten cuando se les pregunta por el papel que juega el arte en el pago de sobornos y el lavado de dinero en China. “Cuando alguien debe un favor a algún político, es posible que sea invitado por este a la inauguración de una exposición de algún artista al que apadrina. Ya sabe que tiene que comprar alguna obra a un precio astronómico. El político se lleva el 50%, y todos contentos”.

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