Gente como tú
The Bad Plus abre las puertas de su jardín a un invitado: El saxofonista Joshua Redman. Es uno de los platos fuertes del Festival de Jazz de Vitoria
La cosa tiene su morbo. Después de 11 años, The Bad Plus ha abierto las puertas de su jardín a un invitado: el saxofonista Joshua Redman. Algo parecido a lo que hizo el Modern Jazz Quartet hace medio siglo, cuando llamaron al también saxofonista Sonny Rollins para grabar uno de sus discos. Como era de prever, la cosa no pasó a mayores. Al poco, Rollins estaba a lo suyo, y Lewis, Jackson & cía., lo mismo, y si te he visto, no me acuerdo.
También la música de Bad Plus se basta a sí misma sin que parezca necesario añadirle nada. Todo en ella está medido hasta el menor detalle. Ethan Iverson, Reid Anderson y David King son un trío de hecho y sus maneras tienen tanto que ver con los usos habituales en el jazz como con un cierto pop & rock alternativo, acaso más con los segundo que con lo primero. Difícil encontrar alguna fisura en unas interpretaciones rocosas e intensas hasta el agotamiento. Bad Plus es un bloque homogéneo donde los haya.
En su concierto del miércoles en el festival de Jazz de Vitoria, al invitado de marras se le colocó entre medias de Iverson y Anderson, en línea con ellos, y a una prudente distancia de King, baterista del tipo ruidoso y contundente. Nada de falsos co-protagonismos. Aquí, los que mandan, son estos tres, y al invitado, ni agua. Con esto que la música, toda ella, correspondió al trío, con mayoría de temas del último disco, Never stop. En su labor de adjunto a la presidencia sin mando en plaza, Redman vino a añadir un toque de humanidad al asunto, labor que pudo llevar a cabo sin alterar apenas el resultado de conjunto. Es músico solvente aunque no muy imaginativo; su sonido tampoco es como para tirar cohetes, pero salió airoso del trance. Redman saca lo mejor de sí mismo allá donde se le permite volar por su cuenta. Por el contrario, su presencia es un mero adorno en temas como People like you (Gente como tú). La cosa terminó con la crítica revolviéndose en sus asientos con expresión asqueada y el personal puesto en pie sobre sus asientos pidiendo la oreja para los artistas. Faltó poco para que se encendieran los mecheros (gracias a Dios no se llego a semejante extremo).
Babelia
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