John Hiatt: “Lo maravilloso de la música no consiste en tener éxito”
El exquisito músico estadounidense presenta en directo en España su último álbum
Parece como si su propio nombre nunca fuese suficiente. Cuando en los ochenta se dio a conocer como un adolescente rebelde de la new wave con su marcado acento de Indiana y, luego, compuso elegantes álbumes de un rock artesanal como Riding with the king, Bring the family o Slow turning, algunos se aventuraron a llamarle “el Elvis Costello norteamericano”. Durante los noventa, muchos le recordaban más por su pertenencia al supergrupo fallido Little Village, junto a Nick Lowe, Ry Cooder y Jim Keltner, que por sus discos en solitario. Y en la última década no ha sido capaz de abandonar la segunda fila del negocio a pesar de disfrutar de una madurez exquisita, mezclando con encanto folk, country y rhythm and blues, que más quisiera para sí, por ejemplo, el mismísimo Van Morrison. Pero John Hiatt no se cambia por nadie ni por nada.
“Solía estar preocupado por la fama cuando era joven, pero hace mucho tiempo que sé que el éxito no tiene nada que ver con lo que te dicen que trata”, dice Hiatt en conversación telefónica desde la habitación de un hotel en Copenhague, donde descansa antes de un concierto en mitad de su gira europea. Anoche, tocó en Bilbao y hoy lo hará en Madrid, dentro de la programación de los Veranos de la Villa, y mañana en San Javier (Murcia). “Lo maravilloso de este oficio no consiste en tener éxito”, añade. Lo de “no me importa el éxito” suele ser la cantinela que dicen todos los músicos que les encantaría tenerlo pero se han quedado por el camino. Sin embargo, Hiatt, que llegó a conocerlo sobre todo con su canción Have a little faith in me, transmite la sensación de vivir en otra onda, donde las metas no se miden en cifras. “Me acerco a los 60 años y, por increíble que parezca, ahora es mejor que antes porque escribo más, doy más conciertos, confío más en mí mismo y estoy sacando casi un disco por año. Aquí me ves, no dejo de correr todo el tiempo”, afirma entre risas.
Su última conquista en esta carrera de fondo ha sido su álbum Dirty jeans and mudslide hymns, publicado el año pasado. Tejido con folk de carretera y baladas de soul blanco, marca de la casa Hiatt, este trabajo parece resumir la carrera y la vida repleta de cicatrices de este veterano músico de Indianapolis, que sufrió el suicidio de su mujer, fue alcohólico durante años y padeció el menosprecio de la industria discográfica. “Los malos tiempos son inevitables. En algún momento llegan y tienes que seguir adelante. Creo que, visto con perspectiva, hoy son buenos también por lo que aprendí”, asegura el cantante, que sacó en claro de su época en Little Village que “mantener una banda entre varios es difícil” por la lucha constante de egos.
Supervivencia y optimismo son dos palabras que se asocian a su música. Sin aspavientos ni grandes pretensiones, Hiatt puede presumir en la actualidad de ser un compositor con un universo muy particular, donde las declaraciones a media voz y las estampas costumbristas adquieren carácter casi místico. Magníficos ejemplos de este estilo son The Tiki bar is open, Same old man o The open road, aunque, posiblemente, Master of disaster, su homenaje a Memphis, muestre más que ningún otro su maravillosa paleta de sonidos con la que plasma bellos retazos impresionistas. “Lo que importa es la música que hay en tu alma y tocarla. La música solo se sostiene a través de una cuestión: tocar”, apunta.
En Master of disaster, trabajó con Jim Dickinson, el fallecido productor de Memphis, una figura incuestionable de la música americana que dejó su huella con Aretha Franklin, Big Star, Screamin’ Jay Hawkings o los Rolling Stones. “Con él aprendí más que nunca a que hay que continuar y continuar en una idea, hasta encontrar toda la profundidad de la misma. Era único, un elegido. Todo lo que pasó por sus manos era especial”, cuenta el cantante, quien siente predilección por músicos contemporáneos como Ron Sexsmith y asegura que le hubiese encantado componer Ain't no mountain high enough, célebre en la voz de Marvin Gaye.
Como Dickinson, Hiatt también se antoja único. En el impostado panorama musical actual, es difícil encontrar un músico con su halo. “Quiero que me recuerden por el conjunto de mi carrera, pero, bueno, me valdría con que alguien se acordase de mí cuando sonase Have a little faith in me”. O valdría también con oír su nombre, el de John Hiatt, y sentir que es suficiente, que es garantía de música especial, sin remitirse a nada ni a nadie.
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