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UNIVERSOS PARALELOS
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Tragedias y disparates

Diego A. Manrique

En algún momento, cuando empezaba a escribir sobre música, decidí que no me especializaría en ningún género. Voraz en gustos, me pareció que resultaría justo dedicar atención a artistas heterogéneos: nacionales y foráneos, exquisitos y populistas, estelares e invisibles. Eso no significaba esconder la patita: obviamente, unas músicas me afectaban más que otras. Pero me negué a tener lo que en Latinoamérica llaman “el consentido”, el artista o la corriente que absorbe muchos de tus esfuerzos.

Aún así, admiro a los monotemáticos. Uno quiere saber algo sobre todas las músicas pero entiendo a los que quieren saberlo todo sobre determinado grupo, solista o género. En esa categoría inserto a Guzmán Alonso Moreno, pedagogo de formación y cooperante de profesión, que dedica su tiempo libre a mejorar Los Bravos. Recuerdos de una leyenda. Cuando salió la primera edición, en 2004, el libro apabullaba: reproduciendo contratos, artículos de época e infinidad de ilustraciones, transformaba en epopeya lo que el resto del mundo podría considerar simplemente como otra historia ejemplar del pop de los sesenta.

Vamos a intentar resumir una hazaña que no tuvo parangón. Procedentes de un país retrasado y reprimido, consiguieron colocar dos trallazos, Black is black y Bring a little lovin’, en los primeros puestos de las listas del mundo occidental (más Cuba, donde su “hispanidad” les permitió evadir el veto al pop en inglés). Fueron el clavo final en el sueño de la autarquía franquista: el cantante, Mike Kennedy Kogel, venía de Alemania; en la sombra estaba el francés Alain Milhaud; la mayoría de los instrumentos eran tocados por profesionales londinenses; las canciones de éxito venían firmadas, respectivamente, por tres ingleses y por una pareja de australianos.

¡Que no sea por paradojas! Menos de treinta años después, otro conjunto español se encaramó por sorpresa a la zona alta de las listas mundiales. En este caso, no hubo ni drogas ni sexo ni, desde luego, rock ‘n’ roll. Eran los Monjes Benedictinos de Santo Domingo de Silos.

Aunque la biografía de Los Bravos supera a cualquier guionista calenturiento. Apunten: el pacto con un empresario de las venales radios piratas que rodeaban al Reino Unido. El cantautor que les componía himnos juveniles en castellano. El vocalista temperamental, capaz de hundir giras importantes. El rodaje de dos largometrajes (¡como The Beatles!). El suicidio del organista, Manolo Fernández, tras la muerte de su esposa en accidente. Y el disparate de alentar el misterio sobre su reemplazo, un británico desconocido al que se hizo actuar con yelmo; se desenmascaró en la plaza de toros de Badajoz, cuando El Cordobés le dedicó una faena. Pudo empeorar y empeoró: en la rueda de prensa convocada por Milhaud para anunciar la emancipación de Mike Kennedy de los Bravos, se presentó un notario para comunicar que el grupo también quería separarse del productor.

Sale ahora una edición ampliada de Los Bravos. Recuerdos de una leyenda, especialmente minuciosa a la hora de detallar el eclipse, con sus abundantes cambios de personal, incluyendo las peripecias de cantantes como Pedro Chatlak o Henri Seür. La voluntad de renovarse estéticamente se estrelló ante una discográfica desconfiada, los escamados medios y unos Bravos dispuestos a acoger de nuevo a Mike en cuanto se pusiera a tiro.

Repasando el libro, uno se pasma ante la relevancia que tenía entonces la música pop en la prensa española: Los Bravos aparecían en las portadas de los diarios. Sus andanzas y controversias eran recogidas por jóvenes leones del periodismo: Román Orozco, Raúl del Pozo, Juby Bustamante, Jesús Picatoste, Julián García Candau. El pop tenía entonces un gancho parecido al del fútbol y el seguimiento era tan intenso como profesional.

Ahora, ya sabemos, el pop español ha sido expulsado hacia los márgenes. Su semblanza, en buena parte, ha quedado al cuidado de fans como Guzmán Alonso. Solo la pasión puede explicar un artefacto tan lustroso y enciclopédico como Los Bravos. Recuerdos de una leyenda. Una autoedición, en tirada reducida; más detalles en galon@arrakis.es. Lean y alucinen.

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