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SILLÓN DE OREJAS
Columna
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Nuevo elogio de las librerías

Manuel Rodríguez Rivero
Ilustración de Max.
Ilustración de Max.

El sadomonetarismo (el copyright del término pertenece a Krugman) se ensaña con las librerías. No sólo venden cada vez menos, sino que ha descendido espectacularmente el número de quienes entraban en ellas para hojear las novedades y ponerse al día. A la vista de la penuria, ahora resulta un sarcasmo aquello del libro como “valor refugio”, una estupidez con la que ciertos listillos se llenaban la boca durante los primeros años de esta larga crisis. La explicación de su optimismo durante 2008 y 2009 habría que buscarla en la presencia comercialmente apabullante de ciertos árboles bestselléricos (la trilogía Millennium, de Stieg Larsson, o El tiempo entre costuras, de María Dueñas, por ejemplo) que les impedían distinguir el bosque de desolación que se acercaba insidiosamente, como aquel de Birnam avanzando incontenible hacia el castillo de Macbeth. Después, a la crisis general se añadió la específica, como suele ocurrir en las tormentas perfectas: los lectores electrónicos, la piratería y la irrupción de los grandes tiburones libreros globalizados vinieron a añadirse a problemas que este sector arrastra hace tiempo. Uno de los más llamativos sigue siendo el de la endémica hipertrofia de la oferta, algo que durante muchos años ha sido considerado cifra incontestable de la pujanza y vitalidad de la edición española. Los 103.000 títulos de 2011 no auguran ningún próximo propósito de enmienda, a pesar de que hace tiempo que los célebres brotes verdes se revelaron patéticos espejismos de quienes se adentraban en el desierto sin siquiera sospecharlo. Ahora ningún político se atreve a decir en qué cota del subsuelo nos hallamos, porque saben que no les creeríamos. Y es que la experiencia revela que buena parte de los políticos miente cuando las cosas van bien, pero la inmensa mayoría lo hace cuando, como ahora, van de p*** pena, y perdónenme los asteriscos. Recibo estos días numerosos avances de la programación otoñal, y todo parece como siempre: se lanzan libros como brindis al cielo, como si estuviéramos en un país de Jauja repleto de consumidores ansiosos por gastarse la pasta. Los libreros no cesan de devolver invendidos (¿quién se atreve a adelantar un porcentaje creíble?), lo que les hace seleccionar cada vez más rigurosamente su mesa de novedades mientras suspiran por un superventas que haga saltar la caja registradora. Quizás lo consigan con la muy mediocre 50 sombras de Grey (Grijalbo), de E. L. James, primera parte de otra trilogía que, a juzgar por la muestra, convierte a la de Larsson en un inmortal monumento literario; o con Misión olvido (Temas de Hoy: a la venta en septiembre), la segunda novela de María Dueñas, a la que muchos libreros siguen considerando una especie de ángel de la guardia; o con The casual vacancy, título original de la esperada novela de adultos de J. K. Rowling, que aquí publicará Salamandra a finales de septiembre en el caso de que resulten infundados los rumores que aluden a un hipotético bloqueo (o, tal vez, pánico escénico) de su milmillonaria (en dólares) autora. En todo caso, en los últimos años han surgido en algunas ciudades españolas librerías independientes con planteamientos diferentes de los tradicionales. La otra tarde, durante un paseo por el multiétnico y vibrante barrio de Lavapiés, encontré un par (Bajo el Volcán y Burma) que han limitado drásticamente su fondo a los gustos de una clientela joven, local, exigente y participativa (en una de ellas se estaba celebrando una tertulia literaria de pago). Los tiempos exigen cambios. Y las librerías, que no nos olvidemos de que existen. Al fin y al cabo —hipócrita lector, mi semejante, mi hermano—, son parte esencial de nuestro paisaje espiritual, y lo mejor que nos puede pasar es que, con uno u otro aspecto, lo sigan siendo por mucho tiempo.

Llantina

En cuanto a la programación de las editoriales para el otoño, ya les iré comentando algunas cosas en las próximas semanas. Hay bastante bueno y muchísimo de lo demás. Tanto de lo último que no he podido evitar que me viniera a mi devastada memoria uno de los paralipómena publicados por Schopenhauer hace ahora 160 años y que no me resisto a transcribirles de la estupenda edición de los Parerga y Paralipómena (volumen II) publicada por Trotta hace algún tiempo (edición de Pilar López de Santa María): “Según Herodoto, Jerjes lloró al ver a su inabarcable ejército, pensando que después de cien años de todos ellos ninguno quedaría vivo: ¿quién no lloraría al ver el grueso catálogo de la Feria del Libro, cuando pensara que de todos esos libros no quedará ninguno vivo ya dentro de diez años?”. Dos comentarios: la feria a la que se refiere el filósofo era la de Leipzig, antecedente de la de Fráncfort; ignoro si Schopenhauer acudía a ella a firmar ejemplares y a “encontrarse con sus lectores”. Y respecto a la vida de los libros: en nuestra época —cuando se publican muchísimos más títulos, son muchos más los que pueden comprarlos, y lo escrito ha dejado de ser el medio principal de información y cultura de la gente—, aquella obsolescencia de diez años se nos antoja la misma eternidad. Hoy los libros tienen una existencia más breve. Y conste que la página de información librera todostuslibros.com, cuya consulta recomiendo, afirma que en las librerías pueden encontrarse más de ochocientos mil títulos “disponibles”, es decir, vivos. Claro que Schopenhauer estaba pensando en otro tipo de vida.

Infantiles

Nunca he recordado la infancia como un país luminoso y dorado en el que me bañara en la más absoluta felicidad. No es que fuera desgraciada, sórdida o triste, pero pienso que estuvo bien que se acabara y diera paso a entusiasmos y amores distintos. Una de las pocas ocasiones en que añoro aquellos prehistóricos años y volverme a sentir niño es cuando recibo libros de la editorial Kalandraka, uno de mis sellos favoritos en lo que se refiere a literatura infantil y juvenil. De entre la última remesa selecciono dos que me han impresionado particularmente. El principio, un estupendo álbum (13 euros; disponible en las cuatro lenguas oficiales) con texto de la cuentacuentos Paula Carballeira e ilustraciones de la artista Sonja Danowski, narra una hermosa y poética historia infantil de redención y reencuentro con la vida en un entorno posapocalíptico que conecta muy bien con el Zeitgeist de ahora mismo: “Una vez hubo una guerra”, explica el impactante íncipit enmarcado en la fascinante iconografía hiperrealista de la artista alemana, en cuyo trazo y concepción se percibe la influencia de los grandes maestros realistas norteamericanos contemporáneos. Kipling ilustrado (35 euros), que obtuvo el Premio Nacional de edición infantil-juvenil del pasado año, es un álbum para jóvenes lectores que reúne siete estupendos cuentos del autor angloindio (entre los cuales nada menos que ‘El pequeño elefante’, ‘El cuento más hermoso del mundo’ y ‘El hombre que quiso ser rey’) enriquecidos por el trabajo de siete conocidos ilustradores españoles. Si sus hijos se lo han merecido, regálenselos para el verano.

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