“Hacer bailar a la gente es mover su corazón”
El japonés Yosi Horikawa lleva al Sónar, la cita audiovisual de Barcelona, que hoy arranca, su sonido de inspiración natural y cotidiana
Yosi Horikawa responde al tópico de japonés tímido y poco dado a las alegrías para las entrevistas. Pero es empezar a hablar de música, de su música, y Horikawa se abre como una flor primaveral. Echa mano de sonidos cotidianos, domésticos y de la naturaleza. Una batidora y el agua que corre pueden ser sus instrumentos. La etiqueta que le cuelga es la de hip hop instrumental. Es una de las perlas que Red Bull Academy, vivero de artistas, trae a este Festival Sónar, el festival de música avanazada que hoy ha arrancado en Barcelona. Su propuesta de música minimalista y sensorial es original, atmosférica y bailable.
Pregunta. ¿Qué supone para un productor como usted actuar en un festival?
Respuesta. No es que espere nada concreto, tengo curiosidad por ver la reacción de la gente a mi música. En Japón muy a menudo la gente no se siente libre de expresar sus sentimientos, les avergüenza. En cambio en Europa el público no se corta, expresa con sus caras, con su baile lo que siente. Para mí eso es lo más importante, que la gente se exprese porque significa que siente algo.
P. El sonido que propone es muy peculiar.
R. Quizás [sonríe largamente]. Yo intento crear ambientes, que se puedan recrear situaciones.
P. ¿Qué situaciones?
R. Uso sonidos de la naturaleza, de lo que uno se puede encontrar por la calle, en casa, en el bosque. Quiero hacer una película de la realidad. Pero no quiero decir tampoco que lo que yo hago es lo que se debe hacer. A veces con oír una voz sola o una guitarra también me puedo emocionar.
P. ¿Pero hace música para usted o para el público?
R. [Se lo piensa unos diez segundos] Quiero que la gente se emocione. Quiero que la gente que escucha la música que yo hago se emocione, que sienta cosas. Como yo.
P. ¿Cuál es su receta? No parece fácil.
R. Me encanta la arquitectura, el arte, la escultura. Amo a las cosas, lo material. Sé que suena raro o puede ser un tabú. Pero uso las materias. Uso las materias y los recuerdos que tengo. Por ejemplo, el sonido de la madera puede llegar a recordar sentimientos. Y me siento bien, me siento vivo con los recuerdos. A veces me sorprenden sonidos que vienen de la calle o de la cocina. Y los utilizo. También me gusta sorprender a los demás, se trata de compartir.
P. ¿Cómo graba esos sonidos? ¿Viaja mucho?
R. No. Lo grabo en mi estudio. Dropping por ejemplo lo grabé con agua cayendo de una botella. Así de fácil.
P. Pero esos sentimientos de su música, ¿lo tiene pensados antes de grabar?
R. Todos sentimos diferente. Antes de enfocar una pieza sí que tengo una intención, experimentar con el amor o con la tristeza.
P. ¿Y siempre logra lo que quiere?
R. La verdad es que no. [Ríe] Hay cosas que mientras las grabo en el estudio me transmiten algo que luego en casa me da otro sentido. Depende. Me gusta trabajar con el sonido del agua porque es sensible, sexy, frágil y fuerte. Se parece al ser humano.
P. Con todo esto que plantea, ¿además hay que bailar?
R. A veces creo que hacer música de baile no está bien. A veces no me parece adecuado que la gente baile con mi música. Pero bueno, bailar está bien. Yo bailo. Me gusta bailar. Y hacer bailar es hacer mover el corazón de la gente. Eso está bien, pero a veces no quiero el latido, a veces solo quiero agua. De hecho, cada día pienso en cómo afrontar la jornada, en qué será mejor.
P. Pero, ¿está en contra a favor de que se baile?
R. A favor, claro. No me malinterprete. La música de baile, el baile, es un lenguaje común, universal. Y eso a la gente le interesa. Además, eso permite que la gente se pueda conectar con lo que yo expreso. Para conocerme a mí hay que conocer mi música, es más fácil conocerme así.
Babelia
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