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El ‘made in Italy’ conquista el corazón cultural de Francia

Salvatore Ferragamo protagoniza el primer desfile de moda organizado dentro del museo del Louvre

Carmen Mañana
Una modelo en el desfile de Salvatore Ferragamo en la Galería Denon del Louvre.
Una modelo en el desfile de Salvatore Ferragamo en la Galería Denon del Louvre. Kristy Sparow (Getty Images)

El primer desfile celebrado bajo los techos del Louvre no ha sido el de Chanel, Hermés u otra gran firma francesa de moda, sino el de la casa florentina Salvatore Ferragamo, quintaesencia del 'made in Italy' y, por lo tanto, estandarte del mayor competidor de la industria textil gala. Como si el Barça se entrenase alrededor de la madrileña fuente de Cibeles, utilizando una metáfora deportiva.

Este desembarco de Ferragamo el pasado martes en el corazón de la grandeur parisina fue propiciado por otro icono toscano, pionero en lo que a la conquista de la pinacoteca se refiere, Leonardo Da Vinci. Ferragamo ha patrocinado la restauración de una de sus obras más hermosas, La Virgen y el niño con Santa Ana, además de la exposición en la que se muestra por primera vez –Santa Ana, la última obra maestra de Leonardo Da Vinci- que se inauguró el pasado 26 de mayo en el Louvre. “Nosotros teníamos el deseo y el museo la disposición. El único obstáculo verdaderamente importante era la seguridad. Teníamos hasta un destacamento de bomberos preparado”, resume el consejero delegado de Ferragamo, Michele Norsa

En sus palabras, la firma llegó a París con “humildad pero dispuesta a echar el resto”. Y en lo que se refiere a sus ambiciones no miente. Bajo la imponente arcada de la galería que da paso a las salas, la marca orquestó una pasarela “tan larga –según Norsa- como dos campos de fútbol juntos”. Y sobre ella, hizo desfilar una colección Resort que reivindicaba, en palabras de su diseñador Massimiliano Giornetti, “la italianeidad, el patrimonio estético de Salvatore Ferragamo y el magistral saber hacer de sus artesanos”. Ambiciosas y complejas piezas de piel que buscaban superar al tiempo que celebrar el origen zapatero de la marca, que se hizo mundialmente famosa por firmar las bailarinas que Audrey Hepburn utilizaba y que convirtió en icono.

En la interminable primera fila (sólo había una hilera de asientos) del desfile, celebridades actuales como Hillary Swank, Leighton Meester, Freida Pinto o Inés Sastre contemplaron una propuesta que, según Giornetti, apela a un concepto de lujo distinto: “Nos dirigimos a mujeres que son capaces de apreciar que el verdadero valor está en el preciosismo de los detalles artesanales, en lo exclusivo de los materiales y no en un logo”.

Un perfil de compradora que se encuentra cada vez más en los países asiáticos, objetivo prioritario de la casa florentina, según su consejero delegado. “Europa sigue siendo importante. En España continuamos creciendo, seguramente porque estamos en ciudades muy turísticas como Madrid o Puerto Banús, pero el gran mercado está en Asia tanto por sus dimensiones como por la velocidad de compra de los clientes. Además ya hay una segunda generación con dinero que sabe valorar aquello que tiene calidad y pagar por ello. Por eso hay que pensar en ese mercado a la hora de diseñar”, señala.

Así la paleta de colores mármol y piel de la colección, además de inspirarse las tonalidades del edificio del Louvre, encaja perfectamente con el gusto de países como China, en los que, según Norsa, “es más difícil colocar las colecciones de noche, en gamas oscuras, porque allí casi no se sale”. El peso del público asiático, quizá el punto de unión definitivo entre la pinacoteca francesa y la marca italiana.

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