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EL FESTIVAL DE ROCK ALTERNATIVO

Primer brote de rock primaveral

Las bandas españolas protagonizan los compases de arranque del festival

Black Lips fue una de las bandas que inauguró el miércoles los conciertos del Primavera Sound
Black Lips fue una de las bandas que inauguró el miércoles los conciertos del Primavera SoundREDFERNS

A la hora más cercana a los horarios estelares, el Sr Chinarro fue la primera banda nacional que dispuso de un espacio para dejar oír su voz en el Primavera Sound, festival que ayer abrió su programa en el enorme recinto. El sol ya había hecho mutis (por el Fórum, claro está) y el público se aprestó a disfrutar de las primeras horas realmente competitivas de festival, que en realidad arrancó el día anterior con la actuación de bandas como Black Lips, The Walkmen o The Wedding Present. Era el aperitivo de una jornada que concluiría con el sol saludando las explanadas del recinto.

El Sr. Chinarro, socarrón como en él es habitual, despachó un concierto que centró su primera mitad en las canciones de su último disco. A esa misma hora la presencia británica colapsaba el escenario donde actuaba Grimes, una de las sensaciones del festival. O, al menos, eso se decía en los mentideros. Una sola cantante en escena para ofrecer un pop electrónico con bases bailables que jugaba tanto a esculpir en ocasiones atmósferas etéreas como en otras martillear los tímpanos con bajos casi palpables. Se puede decir sin ningún género de dudas que la suya fue la primera actuación triunfal del festival.

Al comienzo velaron armas los grupos locales, arrinconados a horarios más bien hostiles, adecuados, ya que manda lo anglosajón, para tomar un té más que para otra cosa. Aún con todo allí había público dispuesto a escuchar a Pegasvs y Doble Pletina. Los primeros hacen pop electrónico con bases sintéticas y alma pop, que se manifiesta por medio de una voz femenina más que correcta. En cuanto a Doble Pletina, la popularidad del dúo asentado en Barcelona ganaba casi por goleada a pesar de la solana. Lo suyo es pop de apariencia ingenua y tono pelín lánguido, aunque dejando ir chispazos que hacen pensar en algo más que en otra banda de pop. A todo esto, resultó estupenda la sensación de desplazarse de un escenario al otro para comprobar que en algunos sitios sonaba algo parecido a la fusión entre ambas bandas. El año que viene igual actúa un grupo que suene así.

A esa misma hora, la hora de las bandas catalanas, para entendernos, los inclasificables Estrella de David se marcaban un estimable concierto considerando que a David, media naranja de La Bien Querida, le encanta sonar desmañado, aparentemente indiferente a todo. Y sin bajo, con tres guitarras, teclado y batería. Su sentido del humor, cáustico y ácido, se manifiesta en sus propias letras y en su misma forma de cantar, completamente ajena a las normas más elementales propias de un cantante de pop.

David esconde bajo su apariencia sarcástica, un corazoncito que sólo muestra cuando se ve muy apurado. A veces, incluso en sus canciones. A pesar de todo, parece un romántico disfrazado para que nadie le hiera. Pero la primera gran sorpresa de la tarde, el sol aún caía de forma irremisible y casi inevitable, vino desde Portugal. El grupo en cuestión, visto su nombre en la atiborrada parrilla de programación, podría dar a entender que se trataba de una cantautora italiana. Considerando la personalidad del festival este hecho se descartaba por sí mismo. Más probabilidades deparaba conjeturar que estábamos antes una cantante folk tatuada hasta las cejas y de ascendente italiano. Pero no, Linda Martini era un cuarteto en una onda parecida a Lisabö, uno de los grandes nombres nacionales del cartel. Vaya, hardcore ruidoso, tautología al canto, intenso, feroz y salvaje aunque muy controlado y bien perfilado. Potentes y con un sonido aplastante, el grupo celebró que dado su anonimato entre el público español e internacional se hubiese concentrado tanto público ante su escenario. Se ha de decir que la cosa tenía mérito, ya que este escenario estaba más o menos a la altura de Damasco, puede que un poco antes, Malta, digamos, pero lejísimos en cualquier caso.

Suerte que un festival ofrece divertimento incluso cuando se camina. Entre esquivar anunciantes y azafatas que ofrecen de casi todo, ubicar de modo adecuado los ocho escenarios del festival, establecer los recorridos idóneos, mirar el vestuario de la concurrencia, adivinar antes de escucharles hablar de qué país vienen —más tarde es más fácil dados los efectos que el alcohol produce en algunos colectivos—, perder la mirada absorta en el mar que se extiende como una alfombra azul y sorda a tanta algarabía, y averiguar con alborozo que este año no hace falta sacar vales para conseguir bebida y comida, el entretenimiento está garantizado. Es lo bueno de los festivales, quien no se entretiene es que no tiene manera humana de entretenerse. O, como último recurso, siempre queda preguntar en el restaurante tailandés, novedad de este año, porqué la decoración consiste en farolillos chinos.

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