Variaciones sobre la bella y la bestia
Sin alardes románticos, con pequeños, sutiles y reveladores gestos, Jacques Audiard describe la relación de dos personas acorazadas contra los sentimientos
Además de retratar historias duras con estilo y de forma compleja, el director francés Jacques Audiard tiene la habilidad de titular inquietantemente algunas de sus películas. Existe imán inicial, que inevitablemente despierta la curiosidad ante títulos como De latir mi corazón se ha parado o Mira caer a los hombres. Sin embargo, no se puso enigmático ni lírico en el abstracto enunciado de la mejor obra que ha realizado, Un profeta, penetrante, turbio y brutal relato carcelario que describía la supervivencia y el aprendizaje para tomar el poder de un chaval árabe y desamparado en una cárcel dominada por la mafia corsa y en la que está perpetuada idéntica lucha de clases y de etnias que en el mundo exterior. Esta espléndida película, que compitió hace tres años en el Festival de Cannes y logró el Gran Premio del Jurado, nos creó a la mayoría de sus espectadores grandes expectativas hacia el futuro de este cineasta.
Jacques Audiard tiene la habilidad de titular sus filmes inquietantemente
Su nueva obra se titula De rouille et d’os y el argumento ha sido tratado muchas veces por el cine y la literatura. Es la historia de la bella y la bestia, esa relación atípica y problemática que alguna vez se puede permitir la licencia de no acabar trágicamente. Aquí, a la bella se le tuerce la existencia desde el principio. Debido a un accidente en el delfinario en el que trabaja le tienen que cortar sus preciosas piernas. Acababa de conocer a la bestia, un hombre asilvestrado, vagabundo, sin un euro, con un hijo de cinco años y al que su hermana le ha ofrecido un refugio provisional en Antibes. Trabaja como guardia de seguridad en una discoteca, se parte la cara en calles lumpen y en combates que admiten apuestas, comete pequeños hurtos. Se rige por las leyes de la jungla en su supervivencia cotidiana, sentir respeto o afecto por alguien que no sea su niño, incluidas las hembras con las que practica sexo rápido y anónimo, le parece una pérdida de tiempo o una broma. Su historia con esa mujer guapa, desesperada, a punto de suicidio, no se permite la compasión ni la ternura, pero paradójicamente le devolverá a la atribulada las ganas de vivir. El desarrollo de esta extraña, violenta y carnal relación (como Tony en un capítulo memorable de Los Soprano, él tampoco siente prejuicios ni remilgos en follar sin tregua con una mujer sin piernas) continuamente escapa a lo previsible, está descrito de forma turbadora, sin alardes románticos, con pequeños, sutiles y reveladores gestos, entre dos personas que hablan lo imprescindible e intentan estar acorazadas contra los sentimientos.
No es una obra maestra, pero ‘De rouille et d’os’ deja cierto poso
Siempre me apetece ver el magnético y hermoso rostro de esa actriz versátil y excelente llamada Marion Cotillard. Pero en esta ocasión no puedo evitar fijarme obsesivamente en que a partir de su bonito culo ya no hay nada debajo. Y me pregunto todo el rato cómo han conseguido ese engaño visual los efectos especiales. No pretendo ser frívolo ni que eso me distraiga de lo que le ocurre a los personajes, pero mi asombro es inevitable cada vez que aparece la tullida Cotillard. The rouille et d’os no es una obra maestra como Un profeta, pero la sigues con atención y desasosiego, nunca sabes lo que va a ocurrir, deja cierto poso.
La egipcia Después de la batalla, dirigida por Yousry Nasrallah, también se acerca a la temática de la bella y la bestia, pero aquí de forma cansinamente didáctica, reiterativa, demasiado elemental. Centrada en los días posteriores a las manifestaciones y la revuelta que explotó en la plaza Tahir, describe el amor entre uno de los caballistas que vivían del turismo en la zona de las Pirámides y que pretendieron dispersar con latigazos a los manifestantes y una mujer culta, moderna, refinada y concienciada militante en una ONG y en la revolución, empeñada en convencer al manipulado analfabeto que se ha quedado sin su ancestral trabajo y no sabe cómo mantener a la familia, de la necesidad de ver la luz, luchar contra el corrompido y feudal régimen de Mubarak y de que todo cambie en Egipto. Nadie duda de las buenas intenciones del director, pero sí de su talento para que esta historia presuntamente educativa funcione. Todo está narrado de forma primaria, sensiblera, tirando a pedestre.
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