Un gato como despedida
"El Fundi se despidió ayer de Sevilla. Fue recibido con una ovación tras el paseíllo y despedido con una vuelta al ruedo"
El Fundi se despidió ayer de Sevilla. Fue recibido con una ovación tras el paseíllo y despedido con una cariñosa vuelta al ruedo a la muerte del cuarto toro. Era el adiós de un torero de una pieza, valiente y honesto a carta cabal, que ha jalonado su carrera ante las ganaderías más duras y ha protagonizado una trayectoria ascendente hasta ser considerado una indiscutible figura del toreo. El Fundi se marcha de los ruedos con el respeto y la admiración de todos los aficionados, y así se lo demostró ayer la Maestranza, donde ha protagonizado gestas que quedarán en la memoria colectiva de esta plaza.
Pero, amigo, el mejor maestro echa un borrón. Después de una trayectoria gloriosa, ayer se despidió de Sevilla con dos gatitos, dos impresentables sucedáneos de toros, anovillados, pobres de cara y de indecoroso trapío. Y eso no está bien. Quien ha sido un torerazo como él no debe ponerse a la altura de las figuras de la modernidad que tratan de engañar al público con raspitas vergonzosas sin fuerza ni casta. Eso es una tomadura de pelo, impropia de un torero de su categoría.
Y como justa penitencia a su pecado, su actuación no pasó de discreta. A veces, los gatos embisten suavemente y encumbran a los artistas, pero, por lo general, maúllan y entorpecen la labor de los toreros. ¿Qué hace El Funde delante de gatos como los de ayer? Pues pasar un mal rato, se supone que avergonzado. Y eso que nadie se lo recriminó, pues esta supuesta afición sevillana presenta unas tragaderas impensables hace unos pocos años. El Fundi se lució con el capote por chicuelinas y a la verónica, y arrancó algún natural estimable en la faena al cuarto, una labor larga y premiosa ante un novillote de noble sosería al que muleteó con escasa profundidad. Poco antes de perfilarse para matar arrancó la banda de música, a la que mandó callar con reiterados gestos estentóreos ante la pasividad del director musical. Tampoco destacó en el primero, que se le quedaba en el tercer muletazo y le obligaba a rectificar la posición. Se le vio desconfiado e inseguro. Adiós con el corazón a pesar de los gatos que trajo para su despedida. ¡Habráse visto…!
Garcigrande/El Fundi, Morante, Castella
Toros de Garcigrande, anovillados y sin trapío, blandos, sosos y nobles.
El Fundi: estocada trasera (ovación); pinchazo y estocada (vuelta).
Morante de la Puebla: media estocada (pitos); media ladeada y dos descabellos (silencio).
Sebastián Castella: estocada caída (silencio); media ladeada y caída (silencio).
Plaza de la Maestranza. 21 de abril. Décimo festejo de abono. Lleno.
La estrella del cartel era Morante de la Puebla, pero su luz estuvo apagada toda la tarde. Se supone que él y no otro fue el principal impulsor de los gatos, pero se le vio desfondado, sin querer o sin poder, que cualquiera sabe. No fue el suyo un lote apropiado y abrevió, que es lo más inteligente. Se le esperaba con sumo interés y cundió la decepción.
Y Castella sigue siendo un misterio. Le adornan la experiencia y la técnica, pasa a los toros con pasmosa facilidad, pero su toreo es insustancial. Da muchos pases y no dice nada. Suyos fueron los dos gatos que mejor embistieron y no arrancó ni un óle de verdad. Un misterio lo de este hombre. No se le niega la buena voluntad y las ganas de agradar, pero solo quedan en el recuerdo unas chicuelinas muy trabajadas ante el sexto y muchos pases enganchados en el conjunto de su labor. A veces, matar gatos tiene eso…
Babelia
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