Scarlett Johansson se venga
Lleva diez años encarnando la sensualidad y la inocencia. Le llega el momento de enfundarse el traje de heroína en la película ‘Los vengadores’. Es la Viuda Negra. Su beso te deja fuera de combate
Estamos en Los Álamos, en las proximidades de Alburquerque, esa pacífica localidad estadounidense que ha pasado de ganarse la vida como centro de pruebas nucleares a convertirse en el nuevo Hollywood fuera de Hollywood. Allí se ha cocido la madre de todas las películas de superhéroes, Los vengadores, una de las cintas de palomitón más esperadas de la primavera y que culmina un quinquenio de éxitos con el sello de los cómics Marvel, reuniendo por fin a una amalgama de hombres en pijama, capas divinas y armaduras del nuevo milenio, todos ellos dispuestos a salvar el mundo de su aniquilación. La megaproducción, valorada en 168 millones de euros, también está dispuesta a salvar los estudios Disney (productores de la cinta) de su propia crisis, tras las miserias que les ha deparado este año esa otra apuesta cinematográfica llamada John Carter, estrenada en marzo en España y que se ha hundido con todo el equipo.
En un descanso del rodaje atacamos a Scarlett Johansson, la heroína del filme que destaca entre el batallón de hombretones. Su voz suena aguardentosa e insinuante, y su cuerpo se presenta ultrasensorial, a pesar de que se la ve cansada. Porque su año tampoco escapa al nubarrón.
Primero fue su divorcio tras apenas dos años de matrimonio junto a Ryan Reynolds; ella, toda sugerencia y voluptuosidad; él, una perfecta tableta de chocolate, pero de lo más insípida. Luego vinieron esas fotos íntimas robadas de su teléfono que dieron la vuelta al globo vía Internet (siempre, a la cabeza de lo último en desnudos) y que le pueden costar al hacker que las divulgó hasta 35 años de cárcel. En general, un año donde Johansson –ScarJo, como le llama la prensa del corazón y ella odia– ha asistido a lo que nunca quiso: que su imagen pública superara las barreras de lo íntimo. Incluidos sus devaneos con Sean Penn, Kieran Culkin (actor de poco éxito, hermano del ex niño prodigio Macaulay Culkin), quién sabe si el mismísimo Jeremy Renner (compañero de reparto en Los vengadores) y el relaciones públicas Nate Taylor. Pero, ahora, la idea es limpiar la mente con comida. “La cocina es terapéutica. Hago magdalenas, pastel de zanahoria, lasaña. Cosas saludables”, dice sin ironía. Eso requiere una explicación: ¿Lasaña light? “La bechamel no me va. Preparo lasaña con mi propia salsa de tomate, mozzarella desnatada y arroz integral”, ofrece como secretos culinarios, aunque esta no es la única receta para conseguir un cuerpo Scarlett, ese que levanta pasiones desde las primeras imágenes de Lost in translation. No ha transcurrido ni una década desde aquel momento, pero, a juzgar por su carrera, y con solo 27 años, ha pasado toda una vida. Su discurso ha perdido la inocencia que una vez tuvo, y su alma suena bregada, cansada. Pero el cuerpo es igual de sugestivo, incluso en esos vaqueros negros muy ajustados que no perdonan y esa camiseta también negra de tirantes que sustituye el vestuario aún más sugerente de látex y cuero que viste como Natasha Romanoff, la Viuda Negra de Los vengadores.“Esto se llama entrenamiento. Muchas pesas y ejercicios de resistencia. Hasta quedar hecha mierda. No es lo que más apetece a las cinco de la mañana, pero hay que empezar el día así si quieres ver tu trabajo en la pantalla. Si no quieres que se te vea simplemente de espaldas y quede claro que no eres tú”.
Un momento de honestidad en la falsedad de Hollywood a 1.200 kilómetros del corazón de la industria. Igual de grande es la distancia que separa a la Scarlett de ahora de esa que se dio a conocer con ese cuarteto de películas independientes a cual más perfectas: Lost in translation, El hombre que nunca estuvo allí, Ghost World y La joven de la perla. Cuatro dianas con las que obtuvo dos candidaturas al Globo de Oro (más tarde seguirían otras dos) y un único papel, el de ninfa tan precoz en su inocencia como absolutamente irresistible. Antes ya encandiló a Robert Redford en El hombre que susurraba a los caballos y después haría lo mismo con Woody Allen, de quien se convirtió en musa. Quienes han trabajado con ella y la quieren no pueden negar lo obvio. “No sabía qué esperar, porque la conocía desde la distancia y su fama y su glamour la preceden”, comenta el bueno de Matt Damon después de besarla en la película menos sexual de la carrera de Scarlett, Un lugar para soñar. El no especialmente religioso Allen describe la belleza de Johansson como “una obra de Dios”, y Schreiber se atreve a hablar de “sexualidad primigenia”.
Los nubarrones no le han dejado en paz. Primero, el divorcio de Ryan Reynolds; después, las fotos robadas de su móvil
“La que conoces es la que viene buscando trabajo, no la belleza de Dolce & Gabbana”, corrobora el director y guionista Cameron Crowe. Jon Favreau se expande añadiendo que, con todo lo bella que es, al final es una más; “una de los chicos”, agrega quien le dio el papel de Viuda Negra en Iron Man 2 y que ahora repite en Los vengadores. Renner, directamente le toma el pelo a su compañera de armas: “¿No te acuerdas de la escena de sexo que acabamos de rodar? Todo pasión, en el suelo de la nave. Seguro que la cortan porque eso sí que fue sexi”, le dice con tono de chufla uniéndose a nuestra conversación por un momento. Johansson no le ve la gracia. “No recuerdo la pasión. Quizá lo has soñado”, suena, con tono de reprimenda, una actriz que sabe transformar su sensualidad en gelidez en un instante.
Alrededor de nosotras resulta divertido ver fuera de cámara a dos macizos charlando: Chris Hemsworth, el australiano de 29 años casado con Elsa Pataky, que no se ha quitado ni la capa, y Chris Evans, de 30 años, mucho más casual en su vestimenta, con leotardos de Capitán América, pero con camiseta de obrero de la construcción. Robert Downey Jr. llega hecho un pimpollo, con traje plateado y corbata malva, dispuesto a darlo todo. “Me siento como el hermano mayor”, comenta magnánimo cuando le preguntas por Scarlett. El catálogo de hombres de la película es impresionante; aparte de Downey Jr. y los dos Chris, completan el reparto Samuel L. Jackson, Mark Ruffalo y Jeremy Renner. Y en medio de tanta testosterona, Johansson se siente feliz. “Con el papel de Viuda Negra, por primera vez no estoy ahí para ser la musa romántica, la golosina a los ojos del espectador. Soy una luchadora, alguien con un pasado. Y no es que me vea como uno de los tíos, pero desde luego no me veo como la chica de la película”.
"Esto se llama entrenamiento y muchas pesas. Hasta quedar hecha mierda. No es lo que más apetece a las cinco de la mañana"
Es la Scarlett Johansson 2.0, o 3.0 o 4.0, porque sus reinvenciones son continuas. Su primera pasión fue cantar. Annie o Los Miserables eran su sueño. “Nada me gustaría más que hacer un musical con ella porque es un genio. Una chica con la cabeza en los hombros y una gran cantante”, la defiende Hugh Jackman, otro pirado musical. La crítica de su primer álbum como cantante (Anywhere I lay my head) no fue magnánima, aunque tampoco demoledora. De hecho, Los Angeles Times la describió como una Marianne Faithfull en potencia. “Ella también hizo música que no había quien escuchara cuando tenía 20 años”, añadía el periódico como consuelo. Y ahora está preparando un proyecto como directora basado en la narración de Truman Capote, Summer crossing. “Yo prefiero no ponerme etiquetas. Solo defino lo que hago si estoy rellenando los papeles del seguro. Soy actriz porque actúo, y cantante cuando canto”, añade esta neoyorquina de pura cepa, de origen danés y judía de religión. Se deja fuera el título de modelo e inspiración para cualquier campaña publicitaria que se precie. La última que lleva su imagen es la edición especial de la fragancia Rose the One, de Dolce & Gabbana. Trabajos bien pagados, aunque criticados por aquellos que, como el actor británico Tom Wilkinson, conocen a Johansson y piensan que podría hacer algo mejor con su carrera. “Querría decirle: ‘Ya basta. No deberías estar haciendo esto”, afirmó públicamente alguien preocupado por una amiga que ve quemar su imagen con tanto anuncio y alfombra roja.
Johansson se ríe con esa carcajada seca con la que responde cuando algo no le gusta. No es su culpa, sino de los medios, dice, solo interesados en cuál es su último amor (Nate Taylor) o su último vestido (siempre Dolce & Gabbana). Son otras quienes la imitan, como Amber Heard, la protagonista de The rum diary, la última rubia explosiva de Hollywood. O Anna Chapman, la espía rusa reconvertida en modelo que en la Fashion Week posó vestida de Viuda Negra. Al fin y al cabo, Johansson también lleva años emulando a otras leyendas, como Lauren Bacall, Grace Kelly o Marilyn Monroe. Y en su próxima película, el plan es que Johansson devuelva la vida a Janet Leigh en The making of Psycho, una cinta donde, acompañada por Jessica Biel como Vera Miles, James D’Arcy como Anthony Perkins, y Anthony Hopkins y Helen Mirren como el matrimonio Alfred y Alma Hitchcock, recrearán el rodaje de Psicosis y especialmente la famosa escena en la ducha.
"Estoy en un momento de mi carrera en que deseo interpretar ya a una mujer... Una mujer, y no tanta jovencita"
Pero aunque les eche la culpa a otros de estar quemando su imagen, aunque intente superar a base de tacos sus momentos de crisis, Johansson es lo suficientemente lista para saber que está viviendo un momento de cambio. “Son muchos años actuando y está claro que he interpretado a todas las mujeres ingenuas posibles en todas sus formas. De ahí que me siento en este momento de transición de mi carrera llevada por el deseo de interpretar a una mujer. ¿Entiende lo que quiero decir? Interpretar a una mujer, y no a tanta jovencita”. Por primera vez, hoy pierde su compostura y le vuelven sus inseguridades. Es un instante. Enseguida retorna a su zona zen. “La verdadera transición es la que siento cuando llego a casa, me pego una ducha fría, lo preparo todo y cocino para mí, para mis amigos y para mis compañeros, me meto en la cama temprano y pienso: mañana seguiremos trabajando. Porque, al final, esto ¿qué es?… Trabajo”.
La película Los vengadores se estrena en España el próximo viernes 27 de abril.
Babelia
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