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Una historia de cine negro del siglo XVII

Declan Donnellan y la compañía Cheek by Jowl estrenan en España ‘Lástima que sea una puta’, una transgresora tragedia jacobina

'Tis pity she's a whore', en el Matadero de Madrid
'Tis pity she's a whore', en el Matadero de Madrid

Cada vez que el director británico Declan Donnellan se deja caer por España con su compañía Cheek by Jowl, los aficionados al teatro se ponen firmes y acuden en sagrada procesión laica a ver la reconocida maestría de este creador, ya considerado como uno de los grandes de la escena mundial. Si además lo que trae es una tragedia jacobina, casi desconocida por estos lares, los jugos gástricos entran en acción. Desde ayer y hasta el 21de abril El Matadero (Naves del Español), de Madrid, acoge Tis pity she’s a whore (Lástima que sea una puta) una truculenta tragedia que John Ford escribió en 1633. Esta es la tercera tragedia jacobina que aborda Donnellan, quien ha puesto en pie La duquesa de Malfi, de John Webster, en los años noventa y The Changeling, de Thomas Middleton la década pasada. Las obras de Ford son escasas, ya que muchas están desaparecidas, pero las principales que se conocen son tragedias isabelinas y jacobeas caracterizadas por un extraordinario efectismo y un profundo estudio de la psicología de los personajes como es el caso de este violento y sangriento drama que se centra en la relación incestuosa entre dos hermanos. Un tema que ha hecho de esta obra una de las más polémicas de la literatura inglesa y aún sigue conmoviendo al espectador actual. El espectáculo, que respeta el texto original de Ford, aunque la estética es contemporánea, está representado en inglés con sobretítulos en español.

Un director estrella

Declan Donnellan es Co-Director Artístico de Cheek by Jowl, cuyo trabajo ha sido visto en los cinco continentes.

Su primer espectáculo en España tuvo lugar en el año 1984 con Pericles, en el Festival de Almagro.

Ha trabajado también en el Teatro Español con los siguientes montajes: Como gustéis, Cymbeline, Troilo y Crésida, Macbeth y The Changeling.

En el año 2000 fundó una compañía de actores en Moscú, bajo la protección del Festival Internacional de Teatro Chejov, cuyas producciones incluyen Boris Godunov, Tres Hermanas y Noche de reyes. Esta última ha estado ya en Madrid.

Otro espectáculo en Rusia es El cuento de invierno para el Teatro Maly en San Petersburgo.

Ha trabajado también en Francia: El Cid para el Festival de Avignon, Andrómaca para el Bouffes Du Nord y el próximo año estrenará una nueva producción de Ubu Rey de Alfred Jarry.

En 1989 fue nombrado Director Asociado del Royal National Theatre (Teatro Nacional) en Londres para el que ha dirigido Sweeney Todd, ambas partes de Ángeles en América y Fuenteovejuna, el estreno británico de la obra de Lope de Vega, con la que fue invitado a actuar en la Expo de Sevilla, representando a Gran Bretaña.

Ha dirigido la ópera Falstaff para el Festival de Salzburgo y el ballet Romeo y

Julieta para el Teatro Bolshoi.

Su primera película, Bel-Ami, co-dirigida con Nick Ormerod, aparecerá este año.

Ha sido premiado en Moscú, París, Nueva York y Londres, incluyendo el Oliver al Logro Excepcional en 1990. Ha sido nombrado Chevallier de L’Odre Des Arts Et Des Lettres de Francia y es Presidente de la Fundación Confederación de Teatros de Rusia.

En el 2009 compartió el premio Carlemany con John Craig Ventner y el arzobispo surafricano Desmond Tutu.

Su libro, El actor y la diana, ha sido traducido a varios idiomas, incluido el español.

“Piezas como esta son excepcionales, maravillosas, y es bueno ir al lado oscuro de la condición humana, porque te mantiene sano, ya que si pretendes y actúas como si no existiera el lado oscuro, te puedes volver loco”, apunta el director británico al que en España hemos visto en varias ocasiones y en los últimos años por sus puntuales visitas al Teatro Español de Madrid, al margen de otras actuaciones. “Me gusta la civilización, eso de que haya policías y electricidad me parece bien, pero el problema de la civilización es que estamos dispuestos a pagar por ella un precio muy terrible, que no es otro que la represión tremenda de nuestro lado oscuro, de nuestros tabús”. Para Donnellan el gran tabú actual es la envidia: “No los celos, pero escogemos no verla, cuando en realidad está muy bien observarla en nosotros mismos, porque nos hace menos peligrosos”.

Donnellan llega a poner ejemplos concretos a la hora de hablar de este asunto: “Pensamos que todas las relaciones son muy sencillas, como la de un profesor con su alumno, un enfermo con su enfermero, una madre con su hija, pero en todas esas relaciones hay envidia, y ello no tiene porque significar que sea malo, porque no es malo que haya lados oscuros, siempre y cuando elijamos que emerjan las cosas amables, las que provengan del amor y del cuidado, pero lo que no podemos controlar son nuestros sentimientos”. De ahí concluye el director que es importante que veamos a otra gente haciendo cosas horribles, como por ejemplo a Medea matando a sus hijos, y que reflexionemos qué tienen que ver esas perversiones con cada uno: “Es normal que en la infancia uno haya querido matar a sus padres, y es bueno pensar que eso está mal y no hacer nada al respecto”.

Con escenografía y vestuario de Nick Ormerod, como siempre en todos los montajes de Donnellan, sean o no con su compañía, el espectáculo cuenta con un puñado de energéticos actores entre los que se encuentran Lydia Wilson, Jack Gordon, Suzanne Burden, Jack Hawkins y Lizzie Hopley. Una vez más Donnellan ha puesto su atención sobre los actores, a los que desde siempre considera la piedra angular de sus montajes.

El director recuerda que esta obra es de esas que se pueden revisitar. De hecho él ya la montó hace 31 años “cuando era un niño”, sostiene, pero cree que se debería hacer más a menudo. “Es maravillosa, en ella Ford está muy influido por Shakespeare…, la ha escrito con mucha nostalgia, y nosotros la vivimos como si hiciéramos una película de cine negro en Hollywood, con unas referencias al pasado muy claras, que la hacen muy interesante”, señala el director de este montaje en el que el protagonismo recae mucho en la fuerza del amor joven, impulsivo, apasionado. “Es como si estuviéramos dentro de una historia tan fuerte como la de Romeo y Julieta, donde se vive una pasión entre dos jóvenes de distintas familias, pero aquí son de la misma”, dice al hablar de esta obra en la que Ford hace vivir una truculenta de amor, celos, sexo, y otras perversiones entre dos hermanos.

Una de las razones por las que Donnellan cree que esta pieza conecta especialmente bien con la gente es porque estas obras del periodo jacobeo nos hablan de nuestras pesadillas: “Están marcadas por temas que tienen que ver con la venganza, la muerte, las transgresiones sexuales…., materias de las que están hechas las pesadillas y eso también es lo que nos mantiene cuerdos”.

Piezas como esta son excepcionales, maravillosas, y es bueno ir al lado oscuro de la condición humana Declan Donnellan

Donnellan, casi obsesionado porque sus espectáculos estén vivos, por encima de otros aspectos, dice que una de las razones por la que los clásicos son interesantes es porque perduran: “Tratan sobre cosas que están vivas, y la vida es un misterio…, y el buen teatro también”.

Si se le habla de lo curioso que resulta ver que alguien escribiera en el siglo XVII algo tan truculento, Donnellan sostiene que hay que tener mucho cuidado de no proteger ese pasado: “No hay que ser condescendientes con el pasado, no estaba más reprimidos que nosotros, sino que sus represiones eran distintas; es cierto que no podemos hacer muchas cosas que entonces a lo mejor se hacían, pero nos hemos hecho con muchas cosas que son asquerosas, el progreso ha traído cosas terribles, pero estamos igual de reprimidos que entonces, ¡gracias a dios!, porque no es una buena idea tener sexo con tu hermano, y el que no sepamos explicar por qué, no quiere decir que sea bueno”, comenta al tiempo que recuerda que en la obra, al principio, el protagonista casi es un héroe: “Habla mucho de lo inteligente que es y de cómo está haciendo algo muy revolucionario al mantener esa relación incestuosa, porque él cree que tiene que ver con la inteligencia, con ese concepto nietzschiano del superhombre, con esa fantasía tan común que ya se daba mucho antes de Nietzsche, porque todos los seres humanos queremos ser especiales, aunque es increíble ver cómo podemos llegar a admitir lo ordinarios que somos; pero lo que creo es que ese héroe se miente a sí mismo y a nosotros”. Donnellan regresa al meollo de la obra y añade: “El incesto que comete este héroe no es un acto de revolución, es un acto reaccionario y nostálgico, porque no podemos olvidar que nos dan el sexo para que salgamos de nuestras familias, y es muy sano que se quiera tener sexo fuera de casa, en el parque, donde sea”.

El director entiende que son tiempos difíciles para salir de la casa familiar, pero cree que el dinero es sólo una de las razones, pero el fondo de la cuestión es de índole psicológica: “La gente en general no quiere salir de casa, por muchas razones, sobre todo porque no nos gusta la pérdida y marcharse de casa es una cosa muy complicada. Me he preguntado mucho sobre el incesto, para poder hacer la obra, y he visto que uno de los sitios donde ocurre es en las familias sin límites”. Donnellan relaciona esto con el hecho de que cada vez ve más gente joven que dice que sus padres son sus mejores amigos: “Eso me deprime muchísimo, así la gente no puede marcharse de casa de manera apropiada; es muy egoísta ser el mejor amigo de tu hijo, en cambio es generoso ser mayor, dejarte morir, decir adiós y es una ilusión muy mala cuando no dejamos que esto ocurra; ahora hay una epidemia de gente que quiere ser más joven que sus hijos y la obra está influida por esos pensamientos”.

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