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Cine de guerrilla por tres euros

En ‘El señor’, Juan Cavestany y Luis Bermejo capean la crisis con formas alternativas de producción y distribución

Rocío García
Juan Cavestany (izq) y Luis Bermejo, director y actor de 'Un señor'.
Juan Cavestany (izq) y Luis Bermejo, director y actor de 'Un señor'.LUIS SEVILLANO

Había una vez un tipo solitario que se organizó su propia fiesta de cumpleaños para darse una sorpresa. En el pasillo de entrada de su casa colocó una guirnalda de bienvenida y unos muñequitos sobre una silla. Se compró un regalo de cumpleaños, unos calzoncillos tipo leopardo, y él mismo arrojó el paquete mirando hacia otro lado, como si no fuera él quien estuviera realizando esa acción tan generosa. Esta es en esencia la única escena escrita de El señor, experimento cinematográfico dirigido Juan Cavestany y protagonizado por Luis Bermejo, actor habitual de Animalario, un mediometraje realizado exclusivamente para Internet y que se distribuye a tres euros en www.dispongodebarcos.com.

¿He ahí un fenomenal acto de rebeldía en estos tiempos en los que la industria no da trabajo a sus creadores? “No me considero admirador ni seguidor de un cine raro y al margen de todo, me encantan las películas realizadas dentro de la industria, pero esta es la única forma que he encontrado en este momento de hacer lo que quería”, explica Cavestany.

Hacerla en los ratos libres y sin financiación es una cosa, pero... ¿cómo disponer del resultado? ¿Regalarla? ¿Cobrarla? ¿Pedir limosna? Al final ha decidido poner un precio asumible para, entre otras cosas, dar valor a lo que hace la gente que se dedica al cine, tomar el pulso a este tipo de iniciativas. “Si todo es gratis, se pierde la perspectiva”.

Pero, ¿quién es este hombre? De las ganas de explorar a este personaje surgió la necesidad de seguirle, de indagar en su vida. Cámara en mano, sin sonido. Solos el director y el actor en un juego de improvisación y entusiasmo. Sin guion previo ni escenas montadas, se tiraron a la calle y durante diez días recorrieron un barrio de Madrid, entrando en bares, tiendas y diferentes lugares, sin los permisos previos ni las pesadas y complicadas estructuras del rodaje de un filme convencional. “Vivimos un momento en el que, no solo en el cine, sino también en otros muchos sectores, algo se está muriendo sin saber cuál será el futuro, el modelo que se implantará. Es en este estadio intermedio, como de función de noche, entre las descargas ilegales por un lado y el parón financiero en la industria de cine por otro, en el que o nos inventamos algo o nos quedamos de brazos cruzados”, explica Cavestany, que ya ensayó esta suerte de cine de autor de guerrilla, sin presupuesto, sin planificación y sobre todo, sin apenas dinero, con su anterior filme, Dispongo de barcos.

Sin guion previo ni escenas montadas, se tiraron a la calle y durante diez días recorrieron un barrio de Madrid

Luis Bermejo, actor vinculado al teatro de La Abadía y a espacios independientes como La cuarta pared, tenía ante sí un complicado trabajo. Superó la vergüenza de lanzarse a la calle y entró en la gloria de olvidarse de sí mismo, “de ser ese personaje de desesperación cósmica”. “Es un tipo que se quiere rebelar ante esa soledad que le rodea, esa circunstancia vital tan deprimente, y busca cómo ser feliz, incluso en esos momentos tan complicados. Va sorteando los obstáculos y las resistencias que le pone la vida”, dice. Y la descripción de su protagonista parece la de la misma película.

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