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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Rodrigo Cortés, más brillante bajo tierra

Carlos Boyero
 Rodrigo Cortés, director de 'Concursante' y 'Buried'.
Rodrigo Cortés, director de 'Concursante' y 'Buried'.J.M.ESPINOSA (EFE)

Cuentan que el arriesgado y espléndido guion de Buried llevaba dando agotadoras e inútiles vueltas por las productoras estadounidenses hasta que un director español llamado Rodrigo Cortés se empeñó en que la tragedia angustiosa de un hombre encerrado en un ataúd y con la única compañía de un teléfono móvil y un encendedor podía dar lugar a una película de primera clase. Y lo consiguió. Una hazaña para la que muy pocos directores, malabaristas de las imágenes, los sonidos y el suspense (cualquier cinéfilo pensará inevitablemente en Hitchcock), están capacitados. Durante cien minutos el espectador se empapaba del terror, la claustrofobia, la esperanza, los recuerdos, los gritos implorando ayuda a través de un teléfono, los sórdidos intereses de la guerra de Irak, el kafkiano imperio de la burocracia, la desolación final de ese pobre tipo sometido a la peor de las torturas.

Consecuentemente, todos los espectadores con paladar educado esperaban con notable ilusión el siguiente proyecto de un autor tan inquietante. El éxito de la insólita Buried, avalado no ya por la crítica sino por la recomendación que hacía de ella el estremecido público, le ha servido a Rodrigo Cortés para poder rodar un guion propio, con estrellas del cine internacional como Sigourney Weaver y Robert De Niro, cuya personalidad y arte poseen un incuestionable e ilimitado prestigio, con un presupuesto de lujo en el cine español, e imagino que absoluta libertad creativa. El resultado es Luces rojas, dotada de un argumento inicialmente atractivo. Una doctora especializada en parapsicología y su joven ayudante investigan todos los posibles fraudes que se cometen apelando a lo sobrenatural, la corporización de los espíritus,las consoladoras o temibles, pero presuntamente reveladoras ouijas, quiromantes infalibles, mentalistas que doblan cucharas, adivinan los secretos más íntimos de gente a la que desconocen y hacen que todo flote con la única ayuda de su poderoso y retorcido cerebro.

De entrada, resulta poco creíble que la universidad disponga de una sección abarrotada de medios y de alumnado para la ciencia que estudia los fenomenos paranormales. También que los palcos de los teatros en los que realizan falsos o verdaderos milagros los gurús más publicitados de lo extrasensorial estén ocupados por cómplices de los farsantes utilizando a rostro descubierto la compleja maquinaria que precisa el fraude y por sus perseguidores manejando los sofisticados instrumentos que demostrarán la falsedad de los hacedores de prodigios.

Este universo está concebido con solidez visual, con la impecable factura del cine norteamericano pretendidamente serio. Lo que ves y escuchas, a pesar del misterio, no te altera ni poco ni mucho, pero la presencia de Sigourney Weaver y su facilidad para otorgar credibilidad y fuerza expresiva a cualquier personaje que interprete, hace que se mantenga cierto interés cuando ella domina el plano. Lamentas su desaparicion, aunque entonce entra en escena Robert De Niro, al que no le cuesta esfuerzo inspirar desasosiego dando vida a un ciego que supuestamentepuede sanar o matar al prójimo con el poder de su mente. Son complementos de primera clase para el insulso protagonista, un Cillian Murphy que no comunica nada, a pesar de su permanente tormento y una novia que le han buscado pero que nunca puedes adivinar qué demonios pinta en esta intriga.

Este universo de imposturas peligrosas ofrece al final un giro sorprendente sobre la verdadera personalidad del acosador de farsantes, pero hasta ese momento existe demasiada confusión, una narrativa muy pulcra pero que no posee nervio, sucesos presuntamente angustiosos que te dejan indiferente. La decepción es dolorosa. Esta discreta película lleva la firma de un director del que esperabas lo mejor.

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