Historias de la memoria artística
En Arco, que echa a andar mañana para prensa y coleccionistas, la memoria histórica inspira a jóvenes creadores
Puede que algunos deseen una amnesia general, pero hay artistas que no están dispuestos a consentirlo. En Arco, que echa a andar mañana para prensa y coleccionistas, la memoria histórica inspira la obra de jóvenes creadores, tanto como para no haber conocido en vida a Franco. Una de las piezas más contundentes es la de Paula Rubio Infante. Ganadora de uno de los premios Generación de Caja Madrid, Rubio recurre a uno de los dichos más conservadores, Los trapos sucios se lavan en casa, para reflexionar sobre las denominadas sacas de presos, las 2.246 fosas comunes localizadas en España, donde se amontonan los restos de quienes lucharon —o simplemente fueron sospechosos de estar— en el bando republicano.
La obra es un díptico fotográfico (300x121 centímetros), en la que se retrata la cal viva utilizada para descomponer los restos de una de las 50 víctimas exhumadas de la fosa común de Gumiel de Izán, en Burgos. Con esta pieza, expuesta en Formato Cómodo, remata el proyecto titulado La luz se propaga en el vacío, que empezó en 2011. Sin dramatismos ni evidencias, las fotografías y vídeos filman la tierra que cubre los cuerpos amontonados. Solo un mojón de la carretera ubica al espectador en el escenario del drama enterrado. Un foco de luz ilumina suavemente la noche. A la instalación general se añaden fotos de espacios vinculados con las fosas comunes: el cerro de Pasco, la cárcel de Carabanchel, la antigua cárcel de Zamora, el cementerio de Toro...
El madrileño Fernando Sánchez Castillo lleva una versión diferente del posfranquismo con la instalación del Síndrome de Guernica, en la galería holandesa Tegenboschvanvreden. Fotografía y vídeo sirven para una reflexión sobre el poder en la que se ve a un actor caracterizado como el dictador antes de proceder a una de sus intervenciones públicas.
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