Una obra de Cézanne pulveriza el récord como cuadro más caro
La familia real de Catar adquiere la obra por 191,6 millones de euros El cuadro más caro hasta el momento era un ‘picasso’ valorado en 81,9 millones
No es la primera vez que la familia real de Catar compra arte a lo grande. En los últimos años, los Al Thani se han hecho con obras de Andy Warhol, Mark Rothko y Damien Hirst, entre otros. Como ahora Los jugadores de cartas de Cézanne, esas adquisiciones forman parte de su ambicioso proyecto de transformar el emirato en centro cultural de Oriente Próximo. Sin embargo, el objetivo desborda el mundo del arte. Es un pilar de la estrategia del jeque Hamad Bin Jalifa al Thani para poner el país en el mapa como forma de proteger su existencia y la dinastía.
Poco a poco, y de forma discreta, los Al Thani se han estado haciendo con una enorme colección de arte. El periódico especializado The Art Newspaper les clasificó el año pasado como “los mayores compradores de arte contemporáneo del mundo”. La misma fuente calificaba a la hija del emir, la jequesa Mayasa, de “la fuerza impulsora del intento de convertir el rico estado petrolero del desierto en un centro cultural capaz de rivalizar con París y Nueva York”.
Nada más salir del aeropuerto de Doha y antes de alcanzar el Museo de Arte Islámico, las vallas que rodean un enorme solar anuncian la construcción del Museo Nacional. El edificio, obra de Jean Nouvel y cuya inauguración está prevista para 2013, va a albergar la pinacoteca que hasta ahora se guardaba en un palacio real y a la que va destinado el cuadro de Cézanne.
Como sucediera tras la inauguración en diciembre de 2010 de Mathaf, el primer museo árabe de arte moderno, algunos observadores cuestionan el proyecto. Para ellos resulta paradójico exhibir Los jugadores de cartas en un país cuya religión de Estado prohíbe el juego y el vino que aparece en el cuadro. La pintura no es parte de las tradiciones árabes y muchos locales consideran los museos como una invención occidental. Pero es precisamente el intento de salvar esas distancias culturales lo que anima el esfuerzo del jeque Hamad.
Hace medio siglo el pequeño emirato en forma de perla era poco más que un puñado de campamentos beduinos en la arena. Pero el descubrimiento del petróleo primero y más recientemente de las terceras reservas mundiales de gas natural, lo han convertido en el país de mayor renta per cápita del planeta. Con una población autóctona que apenas alcanza el cuarto de millón y en medio de los dos grandes rivales regionales, Irán y Arabia Saudí, Qatar necesitaba reinventarse para distinguirse de sus vecinos y darse a conocer al mundo. Junto con la cadena de televisión Al Jazeera, las competiciones deportivas y una activa diplomacia, su apuesta por la educación y la cultura se ha convertido en su seña de identidad.
“Mientras Abu Dhabi importa marcas culturales, Catar se está centrando en la educación”, señala a EL PAÍS Paloma Martin Llopis, una experta en arte que acaba de concluir una visita de trabajo a esos emiratos. En su opinión “solo Dubái está intentando crear una identidad cultural, invitando a los artistas de la zona”. Significativamente, Doha no cuenta en la actualidad con ninguna galería de arte digna de ese nombre y la única que había, una sucursal de un espacio de Dubái, tuvo que cerrar por falta de clientes.
“Estamos haciendo de Catar el lugar para ver, explorar y debatir las creaciones de artistas árabes de la era moderna y de nuestro tiempo”, declaraba la jequesa Mayasa al inaugurar el Mathaf. La propia presencia de la hija del emir (y su segunda esposa, la despampanante jequesa Mozah) al frente del organismo encargado de los museos de Catar (QMA, Qatar Museums Authority), es una declaración de intenciones.
Mayasa, de 28 años, que ha estudiado Políticas en EEUU y Francia, no es una princesa árabe al uso. Desde muy joven sus padres la han hecho participar de la vida pública y dado un protagonismo inusual entre las mujeres de la región. Todavía universitaria, colaboraba con los esfuerzos humanitarios de Catar y se la vio en vaqueros y camiseta a pie de avión dirigiendo las operaciones de ayuda al terremoto de Cachemira en 2005. Poco antes, mientras estudiaba en París, pasó un mes “estupendo” aprendiendo español con una familia de Burgos, según relató a esta corresponsal durante un almuerzo.
Pero en los últimos años, Mayasa se ha centrado en la supervisión de las ambiciosas iniciativas culturales de su país desde el QMA, lo que le da la última palabra en las adquisiciones de arte. Para ello cuenta con importantes asesores extranjeros, como el antiguo presidente de la National Gallery británica Jacob Rothschild o el que fuera responsable del departamento internacional de Christies’s Edward Dolman, además de un alto ejecutivo de la Fundación Aga Khan.
Babelia
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