El Louvre hace hueco a la Ciudad Prohibida
Una exposición reúne en París tesoros y huellas de ocho siglos de relaciones entre el imperio chino y Francia
El lienzo sobre seda, pintado por un artista anónimo de la corte del emperador Qing Qianlong, muestra como a las puertas del enorme palacio se agolpan grupos de diplomáticos ansiosos. Es la Ciudad Prohibida, y la ocasión que les vale el honor de poner entrar es el año nuevo chino. Ahora, el gigantesco palacio declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, alberga el gran Museo Imperial y cuenta con más de 1,8 millones de piezas únicas representativas de una de las mayores civilizaciones de la historia. Algunas de estas viajan de forma excepcional ahora a París, precisamente a otro gran palacio reconvertido en Museo. Se trata del Louvre, que propone a partir de mañana viajar en el tiempo, a lo largo de más de ocho siglos de historia, con la exposición La Ciudad Prohibida en el Louvre, emperadores de China y de Francia.
Para la ocasión, el Louvre ha reorganizado sus espacios, cediendo parte de las salas de historia del ala Sully, a petición de las autoridades chinas que deseaban que la exposición se situara cerca de la emblemática pirámide de entrada al centro. "Hemos empujado un poco a los monarcas franceses para hacer hueco a los emperadores", bromea Isabelle LeRoy, conservadora jefa del departamento de esculturas del museo.
El recorrido de la muestra, en la que se exponen unas 250 obras en total, 130 de ellas prestadas excepcionalmente por Pekín y que incluyen pinturas, manuscritos, vestimentas y porcelanas, se extiende por las fosas medievales del Louvre, donde se explora la arquitectura de ambos palacios, y culmina en la galería Richelieu, con un espacio reservado al emperador Qialong (reinó de 1736-1795), gran coleccionista de arte. El resultado es un diálogo entre las dos civilizaciones que abarca ocho siglos de historia -del XIII al XX- en el que quedan patentes las relaciones diplomáticas, culturales y técnicas entre ambas, las evoluciones y las influencias.
Los primeras tentativas de contactos entre las dos civilizaciones se remontan al siglo XIII y quedan plasmados a través de unos correos diplomáticos dirigidos por los dirigentes mongoles que reinan entonces en China, al rey Philippe le Bel en las que propone una alianza contra los musulmanes. Aunque la verdadera apertura a Occidente se realiza bajo el reino Kangxi, contemporáneo del rey francés Luis XIV, y quien crea en la Ciudad Prohibida talleres para los artistas chinos y europeos.
De aquella apertura da buena constancia la evolución de los retratos, que pasan desde los dibujos clásicos chinos como los primeros de la dinastía Yuan, sin relieve, a los últimos de la dinastía Qing. Los dos estilos incluso se mezclan y se alternan como queda reflejado en dos imágenes del mismo Kangsi. Un retrato oficial se inscribe claramente en la tradición china, sin ningún efecto de perspectiva y en el que predomina el grafismo. En contraste, en otro que le retrata en privado, sentado en su biblioteca, se aprecia relieve en el rostro y las sombras de la estanterías respectan las técnicas occidentales de la perspectiva.
Una de las imágenes más curiosas es la de otro retrato, la del emperador Yongzheng (reinó de 1723-1735) con peluca al estilo Louis XIV y un pañuelo a la occidental. "A primera vista nos puede parecer una broma, sobre todo visto que estamos ya bajo el reino de Luis XV y que ese peinado ya había de moda", comenta Guillaume Fonkenell, conservador del departamento de Esculturas del museo del Louvre. "Pero en realidad, ha sido retratado de diferentes modos, incluso como monje budista, y esto era una forma de decir que el soberano del Imperio del Medio era el soberano de todas partes", añade.
Aunque las imágenes son las que mejor reflejan este juego de influencias, la exposición tiene también el mérito de mostrar el público algunos de los tesoros más preciados del Palacio Prohibido. Entre ellos, una tableta funeraria del fundador de la dinastía Ming (1368-1644), Hongwu, toda una colección de vestidos de guerreros y de emperadores, y piezas de cerámicas únicas.
La historia cruzada de las dos civilizaciones es también la de dos palacios convertidos con el tiempo en dos grandes museos. Aunque a diferencia del Louvre, cuya construcción es el resultado de siglos de evolución, al gigantesca Ciudad Prohibida fue levanta en apenas 16 años (1406-1422). Una gigantesca maqueta acompañada por algunas piezas de ornamento del complejo para dar idea de la escala real invitan a imaginar la enormidad del palacio.
Cabe destacar que la muestra, organizada en virtud de un acuerdo de 2005 de cooperación entre el museo parisiense y el pequinés, al centrarse únicamente en la Ciudad Prohibida, deja al margen el episodio más polémicos de las relaciones entre ambos países: el saqueo del palacio de verano por parte de las tropas francesas y británicas en 1860.
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