Penúltimo día de gloria en Barcelona
Gran actuación de El Juli y Manzanares, llevados a hombros hacia el hotel, en el fin de semana de cierre de la Monumental
De entrada, la moraleja final: si todos los días hubiera toreros así, toros de tal calibre y una plaza llena no habría político en el mundo que no estuviera no ya prohibiendo, sino dándose codazos por un lugar en el palco. Y a estas horas, sería la fiesta nacional de Cataluña, no lo duden. Si El Juli estuvo bien, Manzanares, mejor, y Morante, ya sesabe, con esos destellos y ese traje tan bonito. Mucho arte y, también, mucha afición.
De entrada, lo nunca visto, la banda de música, se lanzó con el himno de Cataluña, con parte del público puesto en pie, el que lo oía, porque la banda no está hecha para ser oída con tanto aforo. Y después del himno llegó el arte, con la excepción de Morante, que lleva camino de ser otro Curro Romero. Hay que seguirlo diez días para acertar una tarde. Sus detalles son efímeros. Bien con el capote en el primero, un toro aceptable; y fatal en el segundo, cierto es con un toro manso, el único de Zalduend, pero con mucha fuerza y peligro. Se llevó la bronca de la tarde, y ya era difícil. Sufrió el abucheó con dignidad y luego solicitó el sobrero.
Ficha
Toros Núñez del Cuvillo. Buena presencia que cumplieron en el caballo y llegaron a la muleta con fuerza y nobleza. El cuarto, de Zalduendo, mansurrón y peligroso.
Morante de la Puebla: Aplausos en su primero y bronca en su segundo. Dos orejas en el sobrero de Domecq que solicitó.
El Juli: Dos orejas al primero. Oreja al segundo.
José María Manzanares: Dos orejas al primero y dos al segundo.
La Monumental de Barcelona. Casi lleno, unas 16.000 personas.
En ese séptimo de la tarde, los tres maestros banderillearon con arte y acierto, especialmente Morante, descalzo, y así siguió en su faena de muleta, ya confiado y artista. Y se llevó las dor orejas, ya como fin de fiesta , cerrada la noche.
El Juli es de esos toreros que enganchan al público por su alegría y sus ganas. Con los años le ha añadido arte y temple, sin menguar un ápice de ganas a este reciente padre de mellizos que ha matado toros a miles. En su primero hizo una buena faena, arriesgando, templando poco a poco para conseguir las dos orejas. En el segundo el toro tenía su peligro, lo doblegó para acabar haciendo lo que él quería. Y con todo en su vida ganado, se volcó sobre las astas para matar con una estocada espectacular. ¡Qué pundonor¡ Algunos le llamarían profesional, pero es mucho más que eso, es un pasional.
Manzanares es más frío, pero tiene una hondura artística que impregna al público. Sus verónicas son agua bendita, tanto las del primero como las del segundo toro. Con el primero, Rescoldito, consiguió una faena redonda, llena de exquisitez y elegancia con un toro bombonero; el segundo era manso, se quedaba, cualquier lo hubiera despachado, pero Manzanares, sin prisas, insistió, dándole aire al toro para sacarle unos naturales bellísimos, majestuosos. También mató, recibiendo, como en su primero, y también mató con calidad.
Qué tarde para el recuerdo, para la historia. Por favor, sigan prohibiendo para seguir viendo tardes de gloria.
Babelia
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