Perianes frente a Falla
El pianista onubense llega triunfante al Auditorio Nacional con Zubin Mehta y la Filarmónica de Israel para interpretar 'Noches en los jardines de España'
Manuel de Falla nació en Cádiz en 1876. Un siglo después y a 202 kilómetros de distancia nacía uno de los pianistas españoles más internacionales: Javier Perianes. El intérprete onubense, humilde y entusiasta, página memorable del pianismo español contemporáneo, mira desde hace unos meses a la frondosidad de los jardines andaluces para llevar sus sonidos por medio mundo de la mano de la Filarmónica de Israel y Zubin Mehta. El día 22 desembarca en el Auditorio Nacional de Madrid con Noches en los jardines de España, obra sinfónica cumbre de Falla, y el pianista se enfrenta al compositor cara a cara para averiguar si los separa algo más que 200 kilómetros y un siglo de historia.
Falla no había visitado Granada antes de componer 'Noche...', solo la había visto por láminas
Barenboim ha sacado el tiempo de donde no lo tiene para estar conmigo
Pregunta. En estos días tiene un concierto en París, donde Falla se empapó de impresionismo para montar los jardines...
Respuesta. Mi relación con París es curiosa, porque hace mucho tiempo que no volvía y de buenas a primeras tengo un concierto en el que dirijo desde el piano, toco en el Museo d'Orsay y la temporada que viene vuelvo al teatro de los Campos Elíseos. Y de Las Noches, ¿qué puedo decirte? Es una obra maestra que tiene una curiosidad: Falla no había visitado Granada antes de componerla. Solo la había visto por las láminas que Santiago Rusiñol le enviaba. Noches en los jardines de España es como una noche de juerga andaluza. Falla crea una obra con todas las influencias que fue recabando: al principio de Las noches hay algo de Ravel y de Juegos de agua de la Villa d'Este de Liszt, una mención descarada al acorde del Tristán de Wagner, La Mer de Debussy también está ahí dentro...
P. Falla se entristecía en Granada pensando en la ciudad que lo vio nacer. Perianes hace ya mucho que dejó la provincia de Huelva para vivir entre Madrid y muchas otras capitales del mundo. ¿Qué siente el pianista cuando vuelve a Nerva?
R. Para mí Nerva es un balón de oxígeno, es un paseo, es saludar amigos, estar completamente desconectado de Madrid, del ruido y de las tensiones. Me considero muy cateto en el buen sentido y, cuando voy en el AVE y para el tren en Córdoba, ya casi siento que estoy en casa.
P. Hay una cosa en la que hay acuerdo: tanto Falla como usted terminaron el conservatorio con un Premio fin de carrera. Falla en Madrid y Perianes en Sevilla. ¿Cómo fue esa época?
R. He de reconocer que los años que recuerdo con más cariño son los que pasé en el conservatorio de Huelva, que además ahora lleva mi nombre. Fue una completa sorpresa. El año pasado me llamaron para decirme que habían acordado por unanimidad ponerle mi nombre al conservatorio y yo me quedé a cuadros. Allí he pasado años muy felices porque mi abuela vivía en Huelva y me quedaba siempre en su casa y me hacía la merienda.
P. Igual que Falla tuvo a un vocacional José Trago como profesor, usted ha tenido a Ana Guijarro, la actual catedrática del Real Conservatorio de Madrid.
R. A Ana no es que la recuerde, es que la tengo presente: seguiré siendo siempre su alumno. Conocí a Ana con 12 años y le profeso una admiración sin límites a sus cualidades pianísticas, que son innumerables, y a sus cualidades pedagógicas, que tienen para mí incluso más méritos en un país como España, en el que estamos necesitados de buenos maestros y de buenos profesores. Ella ejemplifica la virtud del pedagogo.
P. Tuvo Falla en su época a otro grande como Joaquín Turina. Su admiración mutua eliminaba toda rivalidad. He visto esa misma complicidad y respeto en sus master class con Daniel Barenboim.
R. No sería tan atrevido como para decir que soy amigo del maestro Barenboim. Yo le sigo llamando maestro y mi relación se define con una palabra: generosidad. Ha sacado el tiempo de donde no lo tiene para estar conmigo. Es uno de los iconos musicales de los siglos XX y XXI y yo he tenido la fortuna de conocerlo. Cuando di los conciertos en Israel, me dijo que me fuera una semana antes y estuvimos viendo las Noches en los jardines de España y charlando.
P. Hay una ciudad, también muy querida por Barenboim, con la que ambos tienen una relación especial: Granada. De hecho, el festival de verano le ha nombrado para 2012 artista residente.
R. Mi relación con Granada va incluso más allá de lo profesional. En el ámbito musical, allí se produjo una presentación importantísima: me ofrecieron debutar en el Patio de los Arrayanes, un sitio mítico por el que han pasado desde Artur Rubinstein hasta Alicia de Larrocha. Y que el año que viene el festival haya tenido a bien crear esta especie de figura inédita de artista en residencia es todo un orgullo. Pero Granada es mucho más: es un paseo con mi mujer, es un olor, un color y, por encima de todo, Granada es un atardecer.
P. Falla a los 32 años estaba en París esperando para ver cómo iba el estreno de La vida breve. Usted a los 32 viene de triunfar en el festival de Lucerna, ¿cómo se encuentra?
R. Me encuentro feliz, entregado y muy ocupado. Es un paralelismo extraño porque yo con 32 años hago lo que puedo, interpretando, pero Falla con 32 años se estaba cascando La vida breve. Falla no se podía estar quieto en un sitio. Es curioso que cuando llega a Granada, intenta recrear allí ese París que había vivido. Pero es que ese París tuvo que ser la bomba, un poco recordando a Midnight in Paris, de Woody Allen. Debussy, Ravel, Modigliani, el pintor Vázquez Díaz -que, por cierto, era de mi pueblo-, Picasso... ¡Qué París! Tuvo que ser enloquecedor.
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