Solo una séptima parte del acueducto de Barceló se salva de la piqueta
El fragmento del muro centenario será musealizado al aire libre en un lugar cercano a su enclave
Solo ocho de los casi 60 metros de mural arqueológico que afloró bajo las obras del mercado de Barceló en la primavera pasada se salvarán de la piqueta. Serán exhibidos al aire libre en un lugar cercano a la calle de Mejía Lequerica, su enclave, para no alejarlo de su lugar natural y para el disfrute de la ciudadanía. Así lo dispone una resolución de la Dirección General de Patrimonio del Gobierno regional, que ejerce la supervisión de las actuaciones municipales con alcance arqueológico, como es el caso: el Ayuntamiento de Madrid promueve las obras donde surgió el hallazgo arqueológico.
El volquete de un enorme camión recibía ayer desde una excavadora dentada, en medio de un potente estruendo, grandes cantidades de arena amontonada días atrás en los flancos del muro aún en pié, para preservar el segmento elegido para su salvamento. La escena solo era visible desde los pisos altos de las casas cercanas. En fechas próximas, las piezas del acueducto salvadas serán seccionadas con hilo de diamante y, tras ser numeradas, irán a un almacén municipal donde permanecerán hasta su esperada reintegración en un lugar cercano.
El grueso del mural restante, de ladrillo y mampuesto, de unos 55 metros de longitud por 1,20 de anchura en su trazado conocido, con arcos al modo de un puente de 2,50 metros de grupa y una edad aproximada entre cuatro y cinco siglos, ha sido demolido en las últimas horas con potentes excavadoras; los restos irán a parar a una escombrera.
Únicamente se salvarán algunas amalgamas de ladrillos ya desmontados procedentes del muro, que se retendrán por si fueran necesarias para la futura instalación. Ésta se hará en plena vía pública, de los aproximadamente ocho metros de vestigios del histórico constructo, de una altura de 2,50 metros, surgidos a un metro de profundidad bajo el asfalto de la plaza, en la rampa de salida del futuro estacionamiento subterráneo del área del mercado. El promotor de las obras de Barceló, donde se inserta el hallazgo arqueológico, es el Ayuntamiento, que según Manuel Arnáiz, titular de la Dirección General de Planificación y Coordinación de Infraestructuras, entiende como compleja la ubicación de los vestigios arqueológicos rescatados en el lugar que Patrimonio de la Comunidad propone, es decir, lo más próximo posible a su histórico emplazamiento. "No tuvimos conocimiento previo de los vestigios arqueológicos que la zona albergaba antes de las obras y la situación sobrevenida debemos consensuarla con Patrimonio del Gobierno regional, que ha dictado ya una resolución al respecto. En ello estamos y localizaremos el lugar más congruente para la ubicación del acueducto", señala.
El estudio de arquitectura Nieto y Sobejano tiene encomendada no solo la erección del mercado de Barceló, sino también la urbanización de toda el área aledaña, por lo que se cree que podrían ser ellos los encargados de musealizar los restos del muro histórico. Sin embargo, Manuel Arnáiz baraja que lo ejecute un especialista en instalaciones arqueológicas.
Fuentes facultativas aseguran por su parte que el fragmento del mural salvado, una séptima parte del total, que debe incluir tres arcos según la resolución del Gobierno regional, ocupará un espacio inmediato no lejos de la calle de Sagasta, en una suerte de bulevar de nueva construcción, contiguo al lugar por donde surcaba hasta los años 60 del siglo pasado un histórico bulevar de varios tramos, conocido como "los bulevares", que conectaba la plaza de Alonso Martínez y la calle del Marqués de Urquijo. Algunos vecinos temen que la proyectada actuación se malogre y critican la falta de previsión arqueológica antes de iniciar las obras del mercado. Piensan que pasados unos meses se invocará falta de presupuesto y que el mural centenario desaparecerá del todo. Por otra parte, la resolución de la Dirección General de Patrimonio "le fue comunicada a los facultativos de la obra, mas no al promotor, el propio Ayuntamiento", según Manuel Arnáiz.
Historiadores y arquélogos mantienen versiones diferentes, aunque funcionalmente complementarias, sobre la verdadera naturaleza del muro ahora demolido y sólo parcialmente conservado. Los primeros, sin negar su carácter de vía hidráulica, lo asocian a la cimentación de un acuartelamiento militar y de una plaza de armas edificados en los albores del siglo XVIII, bajo el reinado de Felipe V. Por su parte, algunos arqueólogos se inclinan por considerarlo más bien un acueducto construido un siglo antes, vinculado a la red medieval de viajes subterráneos de agua, de origen islámico, innovada en torno a 1610-1630. Esta retícula de conducciones de ladrillo, con unos 124 kilómetros de túneles, caceras y arquetas de una fábrica excepcional dispuesta bajo el subsuelo madrileño, declinaba hasta el centro de la ciudad desde numerosos puntos de cota elevada, en este caso, desde la llamada Fuente Castellana. La fuente, que dio nombre al paseo, se hallaba situada junto a la hoy plaza de Emilio Castelar. La red de suministro de los viajes de agua permaneció en funcionamiento casi un milenio, hasta mediado el siglo XIX en que la construcción del Canal de Isabel II la fue desplazando de sus cometidos. Una sequía muy rigurosa forzó ulteriormente su apertura, pero se desató una fiebre tifoidea atribuida a la calidad de sus aguas entonces, no saneadas y semiestancadas, tras un cierre previo prolongado durante décadas. Desde entonces, los viajes de agua entraron en desuso, si bien muchos de sus tramos permanecen intactos bajo el suelo madrileño y en algunos parajes asoman respiraderos cónicos de ladrillo que anuncian su presencia subterránea, como en la Dehesa de la Villa, cerca de Estrecho. Se sabe que el acueducto ahora semi-demolido fue retocado en 1870 y posteriormente sirvió de mediana de la calle de Mejía Lequerica, por donde fuentes vecinales aseguran que circularon tranvías.
No lejos del lugar donde afloró el muro, los arqueólogos han localizado hasta tres norias históricas, de las llamadas "de sangre", que extraían el agua de arroyos o manantiales subterráneos mediante animales de carga y arreo -en Madrid se empleaban bueyes-. Giraban uncidos a largas pértigas en torno a un gran eje que se hincaba en el suelo y que tenía conectadas decenas de canjilones o recipientes de cerámica, que elevaban el agua que tomaban de la corriente o el manadero. Hasta un palé completo de teselas cerámicas procedentes de estos cazos fue extraído el pasado enero a unos 13 metros de profundidad en una de las tres norias, enclavada en las inmediaciones de la calle de San Mateo, cerca de su confluencia con la de Mejía Lequerica. Otra de las ruedas de agua ahora detectada se hallaba junto a la hoy sala de fiestas Pachá debajo de la calle de Barceló. La tercera noria fue localizada, documentada y recobrada en buena medida durante las obras de ampliación del Museo Municipal, hoy Museo de Historia, en los sótanos del edificio que ocupara el antiguo hospicio, en la calle de Fuencarral.
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