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¡Feliz año 1991!

Primal Scream despliega su 'Screamadelica', punta de lanza de un año prodigioso para la música.- Los ingleses descubren a Lori Meyers

Algo extraño sucede cuando la historia inaugura una nueva década. El mundo se pone en guerra y las bandas producen discos que redefinen la música. Ocurrió en 2001 con el ataque de las Torres Gemelas y la aparición de lo mejor de The Strokes o White Stripes. Y había pasado ya en 1991, cuando EE UU invadió Irak al ritmo del Nevermind de Nirvana, el Loveless de My Bloody Valentine, el Blue Lines de Massive Attack y el impresionante Screamadelica de Primal Scream. Se cumplen 20 años de aquello, y ayer estos últimos llegaron a Benicàssim para tocar íntegro ese discazo que revolucionó el rock y lo fusionó con la música de baile. Anoche, medio festival llevaba la mítica camiseta con la portada del álbum diseñada por el artista Paul Cannell.

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"Sí, es verdad hubo un puñado de grandes discos. Para ser honesto yo estaba muy metido con Primal. Solo me di cuenta de que Nirvana en 1991 se estaba convirtiendo en algo inmenso. Pero antes de eso, era para nosotros algo bastante comercial y mainstream. Pero sí, el cambio de década siempre da grandes bandas. En 2001 fueron los Strokes y White Stripes. Pero nosotros venimos de otro fenómeno de ese tipo: el glam rock de 1972", señala el propio Bobby Gillespie, líder de los Primal Scream antes de tocar. Esa fue la efeméride del día. Porque los que presidían el cartel y que no llegarían hasta pasadas las doce, los Arctic Monkeys, tenían cinco años cuando la cabeza de Gillespie no encontraba ni tiempo para dormir.

Lo que sí resultó un poco somnoliento ayer fueron Mumford and sons, una de las bandas favoritas del primer ministro británico, David Cameron. Sus compatriotas, y alguno más (unas 30.000 personas), lo vivieron como si fuera su último concierto. El folk con bandolinas de este grupo que se come el mundo en Reino Unido quizá no fuera la mejor previa para la furia juvenil de los Arctic monkeys, pero gustaron.

Un poco antes, Astrud & Col.lectiu Brossa, músicos que forman un nítido retrato de las inclinaciones originales de los asiduos al FIB (ahí sí que no había ni un solo británico), demostraron su inteligencia y gusto por el absurdo refinado en un recital perfecto. A Genís y Manolo les acompaña una orquesta de cámara, con acordeón incluido, junto a la que han construido Lo nuevo, disco maravilloso que versiona sus viejos temas. Sonó, claro, ese gran himno del perfecto egoísta con glorioso epitafio: "Sabiendo lo que siempre le hago a la gente, cómo pensabas que contigo iba a ser diferente". Pues sí. No se movió ni un alma hasta que acabaron, pese a que en el escenario principal empezaba el nuevo gran fenómeno patrio.

Porque ayer fue el día en que los ingleses descubrieron a un grupo de Granada que puso patas arriba al festival bien temprano. Lori Meyers, una banda que cambió la referencia ochentera de sus compañeros de generación por los sesenta y setenta, ha crecido poquito a poco hasta alcanzar una madurez musical y comercial de hierro. Como si fueran cabezas de cartel, tocaron ante 20.000 personas que a ratos convirtieron la actuación en un gran karaoke. Noni, el cantante, hasta bajó del escenario a dejarle el micro al público. Y los británicos, alucinando y coreando su familiar nombre. Ay, parece que ya nadie echa de menos a Los Planetas (que, por cierto, a esa misma hora tocaban en Madrid).

Asistentes al concierto, el sábado por la tarde, de Tame Impala en el FIB.
Asistentes al concierto, el sábado por la tarde, de Tame Impala en el FIB.DOMENECH CASTELLÓ (EFE)

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