De programador, Woody Allen
El cineasta neoyorquino inicia sus labores como asesor cinematográfico del Centro Niemeyer de Avilés
¿Qué películas se llevaría a una isla desierta Woody Allen? Pasando por encima de que es muy, muy complicado que el cineasta neoyorquino acabe en un peñón alejado del mundo, y mucho menos voluntariamente, sí es cierto que tiene su lista de largometrajes favoritos, de filmes que le marcaron en su infancia y adolescencia, cuando vio algunas de ellas en las salas de su barrio, y posteriormente, cuando empezó a ver cine de grandes maestros, de los genios que le han guiado en su carrera. Este verano, el Centro Niemeyer está proyectando esos títulos, una elección que además es una de las primeras actividades de Allen como asesor cinematográfico del complejo artístico y cultural situado en Avilés.
En la sala de cine del centro, que se ha quedado pequeña y ha obligado a que se quedara gente fuera, se pueden ver Rashomon y Trono de sangre, de Akira Kurosawa; Ladrón de bicicletas y El limpiabotas, de Vittorio de Sica; El séptimo sello y Fresas salvajes, de Ingmar Bergman; Ciudadano Kane, de Orson Welles; Amarcord y '8 1/2', de Federico Fellini; El tesoro de Sierra Madre, de John Huston; Los 400 golpes, de François Truffaut; El ángel exterminador, El discreto encanto de la burguesía y Los olvidados, de Luis Buñuel; Senderos de gloria, de Stanley Kubrick, y La gran ilusión, de Jean Renoir.
De casi todos los directores, Allen -que ya está en Roma rematando la preproducción de su nuevo filme, Bop Decameron, con Penélope Cruz, Roberto Benigni, Alec Baldwin, Ellen Page y Jesé Eisenberg- ha escogido dos títulos, aunque de Buñuel habrá tres. Una lista sabia, reflejo de una intensa y amorosa cinefilia.
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