Aglomeración trágica
Un autor puede buscar la conmoción del espectador a través de diversos recursos, fuentes e instrumentos, ya sean formales o de fondo, pero probablemente el modo más rastrero de todos sea acudir al poder de la acumulación: la lágrima como resultado del hacinamiento de una serie de tragedias harto improbables. El melodrama clásico de Hollywood, experto en la materia, solía encontrar el llanto mediante el alejamiento del realismo, llegando al éxtasis lagrimal de un modo reparador y no sobrecogedor, con la complicidad de una platea que no buscaba identificación sino simplemente una pasión vital arrebatada, melodramática y distanciada de su propio mundo. Cierto cine contemporáneo, en cambio, busca demasiadas veces el llanto sobrecogedor mediante un supuesto realismo trágico fundamentalmente embustero. Como El amor y otras cosas imposibles, dramón a la medida de Natalie Portman (que también ejerce de productora), en el que se unen el castigo divino como respuesta al adulterio, la presencia de un crío enfermizo y solitario, la muerte prematura de un bebé de apenas tres días, el sentimiento de culpa materno, el desafío de abundantes familiares y vecinos por un comportamiento supuestamente inmoral, el doloroso aborto de una amistad cercana y la procreación como método de ataque entre mujeres.
EL AMOR Y OTRAS COSAS IMPOSIBLES
Dirección: Don Roos. Intérpretes: Natalie Portman, Scott Cohen, Lisa Kudrow, Charlie Tahan. Género: drama. EE UU, 2009. Duración: 119 minutos.
Temas enormes, de una complejidad extrema aun tratados de forma individual, que, aunados de forma grandilocuente y tremendista, llevan hasta un delirio alejado de cualquier posibilidad de análisis, aunque envuelto en una factura impecable. Mientras, como en la reciente Sin compromiso, Portman sigue su peligroso camino hacia el gesto antipático, como si confundiera la interpretación de una chica con personalidad con poner cara de arpía en cada plano.
Babelia
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