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Reportaje:

Torrente Ballester, el mago de las palabras

Una exposición en la Biblioteca Nacional desvela los encontronazos del escritor con la censura franquista y sus múltiples pasiones

Algunos afortunados hacen magia con las palabras. Gonzalo Torrente Ballester (Ferrol, 1910-Salamanca, 1999) es uno de ellos. Si dudan, abran uno de sus libros. Y si la idea no les tienta, acérquense al personaje que amó el cine, el teatro, la fotografía, el periodismo y la música aprovechando la exposición Los mundos de Gonzalo Torrente Ballester, que estará en la Biblioteca Nacional hasta el 6 de marzo. La magia que se desprende de sus novelas nació en la casa grande de su abuela, que tenía en su alcoba una puerta "que comunicaba directamente con el cielo". Lo cuenta en el manuscrito de Curriculum en cierto modo, donde también confiesa que descubrió a Pessoa en 1964, "con evidente retraso".

Pero también persiguió la magia oral. Su atracción por magnetófonos y grabadoras, que usó de forma cotidiana para expresar ideas, fue acuñada por el escritor como "mi vicio de toda la vida". Otros: la colección de teteras de formas impensables y tamaños increíbles. En la exposición se muestran tanto las porcelanas como dos grabaciones con la voz del autor de Los gozos y las sombras. "En este país donde el mérito es escribir con los riñones, quien lo haga con la cabeza está perdido", dirá en una ocasión.

Torrente era poliédrico -capaz del realismo naturalista y de la fantasía- también en gustos. Adoraba las palabras y las imágenes. Tomó montones de fotografías caseras, donde son recurrentes algunos temas (las calles de piedra de las ciudades gallegas, los balcones, los cruceiros...), que luego le inspiraban escenarios para sus obras como el monasterio de Armenteira, presente en La saga/fuga de J.B. Él mismo desvelaba su importancia: "Hay muchas cosas que veo con toda claridad, y al decir veo, quiero decir exactamente eso: veo, porque cierro los ojos y las veo".

Los ojos abiertos

Y lo que le ayudaba a ver con los ojos abiertos, sus inconfundibles gafas, están presentes en la muestra junto a otros objetos: plumas, pipas, máquinas de escribir, su bastón, su último ordenador, un Macintosh Powerbook 140, primeras ediciones de sus obras, artículos de prensa, fotografías, discos (Amalia Rodrigues, Jacques Brel, Mozart y Monteverdi) y el espejo de la tía Flora que siempre le acompañaba en sus rincones de trabajo.

Hay otras cosas que en su día debieron resultarle siniestras. La carta que le escribió desde Albany el 2 de febrero de 1968 a Manuel Fraga, a la sazón ministro de Información y Turismo, con la "esperanza de encontrar remedio" y sortear la censura que impedía la salida de Off-side. Torrente le ofrece suavizar expresiones en las 15 páginas afectadas y le pide "tolerancia" hacia lo que permanezca. No fue el único encontronazo que tuvo con la censura, a pesar de que había sido militante falangista en la posguerra. El informe del censor que examina La saga/fuga de J. B. es único, un despliegue de magia que ni el propio Torrente podría haber recreado. Dice así: "De todos los disparates que el lector que suscribe ha leído en este mundo, este es el peor". Y concluye: "El libro no merece denegación ni aprobación. La denegación no encontraría justificación y la aprobación sería demasiado honor para tanto cretinismo e insensatez. Se propone el SILENCIO ADMINISTRATIVO".

Torrente Ballester en una imagen de archivo
Torrente Ballester en una imagen de archivoBERNARDO PÉREZ

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