Indignación en la cultura por la caída de la 'ley Sinde'
Músicos, cineastas, escritores y productores cargan contra la "cobardía" de la clase política
Como un boxeador que despierta de un KO provocado por un puñetazo inesperado, el mundo de la cultura amaneció ayer beligerante, descompuesto y algo desorientado, sin saber muy bien en qué dirección devolver el golpe. Era la peor jornada de resaca de los últimos años en el gremio de los creadores, después de que el Congreso tumbase la llamada ley Sinde. La misma que estaba destinada a defenderles de las páginas web de descargas y enlaces a contenidos no autorizados y sujetos a derechos de propiedad intelectual y acabó por resultar un espectáculo político-mediático-digital del que salieron escaldados. De la clase política, de cierta y efectiva opinión pública manifestada en una revuelta digital sin precedentes y también de ellos mismos, que llegaron tarde a sacar la cara por una norma que mataron entre todos y ella sola se murió.
Savater: "Si hay algo que reprocharle a la norma es su tibieza"
Millás: "El PSOE fue cobarde y la presentó casi con vergüenza"
Tras un sondeo efectuado con una veintena de músicos, cineastas, productores, actores, escritores y filósofos quedó claro que la indignación era ayer el común denominador. Lo vivido el martes en el Congreso se trata "de una agresión directa que quiebra el Estado de derecho", según Agustín Almodóvar , productor de El Deseo (leer artículo). Tanto, que le obligará "a una nueva estrategia para el estreno de la nueva película de Pedro".
Al escritor Fernando Savater (leer artículo) "la torpeza de un Gobierno que mete esta ley como una mera cláusula dentro de una ley genérica [la de Economía Sostenible] y el espectáculo lamentable de todos los grupos votando en contra" le provocaron "vergüenza" y "desolación". El productor Gerardo Herrero (leer artículo) sintió "pena"; Juan Antonio Bayona, director de El Orfanato (leer artículo) y que actualmente se encuentra rodando The impossible, "perplejidad y enorme tristeza", y Kiko Veneno (leer artículo), directamente "nada que pueda explicarse en palabras, ante un ataque a la cultura como último reducto de contenidos libres".
Tanta contestación y beligerancia acaso sorprenda dos días después a la ministra Ángeles González-Sinde, quien da nombre algo involuntariamente a la ley y vive esta semana una de las peores de su mandato. Enfila su segundo aniversario en el cargo como empezó, acosada por esa entelequia llamada "los internautas" (como si un altísimo porcentaje de la ciudadanía del mundo occidental no lo fuese de por sí) y, lo que es peor, debilitada en un gabinete del que, fuentes socialistas lo reconocían ayer, debió recibir más apoyos para superar este trance. González-Sinde mantuvo, pese al batacazo, una apretada agenda, acaso para aparentar normalidad. Pasó por el Congreso e inauguró una biblioteca en Ciudad Real y una exposición en Madrid. En esta, respondió a la pregunta de si pensaba dimitir, con escasos argumentos: "No, no pienso dimitir. ¿Y usted?".
El mismo desencanto airado se dejó notar en sus maneras durante una copa de Navidad con periodistas en el Ministerio, un tanto grisácea, como amaneció el día en Madrid. Aclaró, sin precisar cómo, que la ley seguirá adelante, pues "no ha muerto". Y se admiró del cuajo de Alex de la Iglesia, que el martes rebatió casi a solas desde la plataforma de la red social de EL PAÍS, ESKUP. "Con una película en los cines hay que ser muy valiente para algo así".
¿El escaso cierre de filas creadoras se deberá a que nadie estaba realmente contento con la propia norma? "Puede que la ley no fuera perfecta", admitían ayer la cineasta Gracia Querejeta (leer artículo) y el actor Eduardo Noriega (leer artículo). "Pero al menos, es una ley". O, en palabras de Savater : "Si algo hay que reprocharle es su tibieza. Tendía a ser muy moderada. Para mí es más efectiva la ley francesa, que primero advierte a los usuarios y luego actúa contra ellos, como se hace con los delincuentes, es decir, no solo contra las páginas, porque los usuarios deben saber que lo que hacen es un delito. Los argumentos de los defensores de las descargas no son una defensa de la libertad sino todo lo contrario: un auténtico asalto a la libertad de creación".
A la hora de buscar responsables, la clase política se llevó la peor parte, por detrás de las empresas telefónicas (diana de las iras de Jota, de Los Planetas [leer artículo], o del director de cine Borja Cobeaga [leer artículo], asombrado de que "en una época en la que se consume más audiovisual que nunca los beneficiados no sean los creadores, sino las telefónicas, los teleoperadores") y de la idiosincrasia española, siempre tan socorrida a la hora de expiar culpas: "Somos una anomalía dentro de Europa. En ningún sitio existe la desprotección total del autor y de su obra como en España", se lamentaron tanto Manuel Guitiérrez Aragón , escritor y cineasta (leer artículo), como la académica de la lengua Soledad Puértolas (leer artículo) y el novelista y también académico Luis Goytisolo . "El argumento de que la cultura es de todos es el usado por la gente con menos cultura", señaló el autor de Antagonía (leer artículo).
Aunque, de vuelta en las críticas a los políticos, el escritor Juan José Millás resultó el más contundente (leer artículo): "Se hicieron en el Congreso una foto en la que han salido fatal. En ese retrato quedan como mezquinos, groseros y miopes. Y esto incluye al PSOE, que fue cobarde y la presentó casi con vergüenza. Creen que la ley es impopular y que va a hacerles perder votos", arguyó. "Aunque lo del PP es aparte: los más defensores de la propiedad privada en todos los ámbitos se comportan como anarquistas en el digital".
Ámbito este que ayer continuó incendiado, así lleva desde el domingo, cuando las principales webs de descargas no autorizadas fundieron en negro ante la inminencia de la votación que habría de aprobar la LES. Entretanto, en las tres dimensiones, se sucedieron los esfuerzos conciliadores. Como el de Isabel Coixet, cineasta (leer artículo): "Como artista me gustaría que todo el mundo tuviera acceso a cualquier película, pero como persona que además vivo de esto no puedo tolerarlo". O el de Juan, del dúo de pop Amaral (leer artículo): "Nunca hemos apoyado el canon digital, incluso en los boletines de la SGAE nos hemos mostrado muy contrarios y críticos con la industria del disco. Gran parte de nuestra formación musical la hemos adquirido a través de casettes, así que no estamos en contra de que se puedan intercambiar archivos. El problema surge cuando hay webs que se lucran por la publicidad y con unos discos que no les pertenecen".
Más complicado resultó aportar soluciones en un tema en el muy probablemente todos resultemos víctimas y verdugos. "Lo que tengo claro es que la tendencia será pagar por lo que se baja: el modelo iTunes", propuso Kirmen Uribe (leer artículo), escritor. José Luis Pardo, por su parte, reclamó una reforma de la "Ley de Propiedad Intelectual" (leer artículo). "No me siento solidario con los grandes grupos editoriales ni con las discográficas", añadió, "pero los derechos de autor no son algo que se pueda desmontar en dos minutos, va ligado a la institución literatura, a la institución 'periódicos', que ejercen una funcional social. No se puede desmontar todo esto sin montar antes una alternativa".
Hasta que esta llegue, siempre quedará tirar por la calle de en medio, como Fernando Trueba (leer artículo). El cineasta propuso un plan más incendiario: "Yo pago religiosamente mis impuestos desde el primer día que recibí mi primer sueldo y la ley no me protege. Si se me puede robar tan impunemente, si nadie me defiende de esos robos, no sé por qué tengo que pagar impuestos. Estoy contemplando muy seriamente la posibilidad de hacerme objetor fiscal".
Testimonios recogidos por Elsa Fernández-Santos, Rocío García, Javier Rodríguez Marcos y Daniel Verdú.
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