Elvis Costello que estás en las praderas
El compositor británico deleita en Madrid con una mezcla de rock y de pop pasados por el tamiz del 'country'
Ves a Elvis Costello encima del escenario y te entran unas ganas horribles de anular la cita con la clínica láser. Nunca se tuvo noticia de un icono tan perfecto para los gafapastas, jamás la miopía se erigió así en metáfora de la más deslumbrante sagacidad. Enciclopedia bípeda de la música popular, el amigo Declan MacManus se ha propuesto ahora traducir su repertorio al bluegrass, ese subgénero del country que se alimenta de violines, acordeones, contrabajos y dobros, especie de guitarra vaquera. Y por lo visto anoche, el británico es muy capaz de popularizar el género como hasta ahora solo había logrado la banda sonora de O brother!, la película de los hermanos Cohen.
Nuestro querido gafotas londinense ejerce de culo inquieto compulsivo. Sus veintimuchos discos pueden dividirse en dos grandes grupos. La serie A es la del rock como sublimación de la inteligencia visceral, ese Costello que, solo o en compañía de otros (The Attractions, The Imposters), demuestra lo excitante que aún resulta estrujar las cuerdas de una guitarra eléctrica. La serie B comprende las salidas de guión: música sinfónica, jazz contemporáneo, cuartetos de cuerda, coqueteos con una soprano. Era todavía un veinteañero cuando grabó Almost blue, un álbum de country. En los ochenta se le siguió viendo el plumero con King of America. Ahora, a los casi 56 años, se nos ha vuelto definitivamente más campestre que los campos de trigo. Y para celebrarlo, el cielo de la Casa de Campo de Madrid se nos puso anoche algodonoso. Este Gallardón está en todo.
La banda vaquera de Costello, The Sugarcanes, debutó el curso pasado con un trabajo solo mediano, Secret, profane & sugarcane, del que por fortuna apenas se rescatan tres composiciones. Lo verdaderamente excitante de la presente gira es comprobar cómo resultan los temas clásicos cuando pasan por las manos de un sexteto de galácticos del bluegrass, con el guitarrista Jim Lauderdale y el dobrode Jerry Douglas a la cabeza. El diagnóstico solo puede ser contundente: suenan a gloria. A esa sensación de plenitud contribuye, claro, un repertorio casi tan imbatible desde el principio como el novio de Sara Carbonero. El debut de Costello, My aim is true, acumula 33 temporadas a sus espaldas, pero anoche aún desfilaron tres de sus piezas -Blame it on Cain, Angels wanna wear my red shoes, la inmarchitable Alison- por el escenario de Puerta del Ángel.
Hubo aportaciones todavía más excitantes durante la velada. Otro clásico primerizo, New Amsterdam, acabó entremezclándose con You've got to hide your love away, de los Beatles, cual primos hermanos. Y un tema tan asombroso como Everyday I write the book, al que Alison Brown ya le había buscado las cosquillas vaqueras, es ahora un prodigio de las armonías vocales. Añadan una versión de Friend of the devil, de Grateful Dead, y algún inédito fabuloso (Jimmie standing in the rain) y extraigan conclusiones: difícil mejorar el menú.
Costello no se ha desprendido de sus molduras negras, pero ahora ha incorporado al uniforme un traje oscuro, corbata estampada y un sombrero color crema, como quien se protege de la solanera en las plantaciones. 1.800 personas fueron testigos de la transformación: ha nacido una estrella del pop bucólico.
Babelia
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