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La madurez llega a los 33 años

La joven directora Maren Ade estrena 'Entre nosotros', una incisiva visión de la vida en pareja que ganó dos premios en Berlín 2009

Con 33 años, la directora alemana Maren Ade da miedo. Su drama Entre nosotros parece escrito y dirigido por alguien con el doble de edad. Incisivo, devorador... incluso un poco aterrador, Entre nosotros muestra la relación de pareja de dos personas normales y corrientes -hasta cierto punto-, un chico y una chica alemanes que pasan unos días en una casa en Cerdeña. Amo, odio, lujuria e incomprensión van pasando por la pantalla con una madurez solo comparable a la de Mar Coll en Tres días con la familia. En el festival de Berlín 2009 debieron pensar lo mismo y Entre nosotros se llevó el Gran premio del jurado y el Oso de Plata a la mejor actriz para Birgit Minichmayr. Ahora se estrena a España y con ella vino su directora y guionista.

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'Entre nosotros' en la cartelera de EL PAÍS:

Pregunta. En el filme no hay ningún mensaje, pero sí una apuesta porque el espectador saque sus propias conclusiones.

Respuesta. Sí, primero porque cuando hago un filme no pienso mucho en el público. Segundo, porque sumerjo al público en mitad de la historia, sin muchos precedentes... ya les irán llegando por las conversaciones posteriores. Así no hay un juicio previo.

P. No sé si al final del filme, las parejas en el patio de butacas respirarán aliviadas o se mirarán entre sí con reparo.

R. Yo creo que cuando se enciendan las luces habrá cierto alivio, al menos... pero el final es muy abierto. Yo lo creé así para que no hubiera ningún sentimiento que se antepusiera a otro. Sí espero que empiecen a hablar entre ellos provocados por lo que han visto. ¿De qué hablarán? No tengo ni idea. Cada pareja es distinta a otra, nadie sabe porqué unas funcionan y otras no. Hay tantas combinaciones...

P. En el filme no solo se habla de parejas, sino también, y mucho, del arte y de lo que supone dedicarse a él. ¿Estaba en su planteamiento inicial?

R. Sí, era muy importante para mí. Quería que fuera uno de los conflictos existenciales de esa pareja. Ella no entiende bien el trabajo de él, pero sí cómo le afecta. Y quería hablar también de cómo el arte es valorado en la sociedad. Tanto el protagonista como el chico de la pareja de amigos son arquitectos porque me parece que arquitectura y cine son muy parecidos: necesitas mucho dinero, ponen a tu cargo a un montón de gente en un equipo que a veces tú misma reclutas, presionas para llegar al final.

P. Su actor principal es alemán, y la actriz, austriaca. ¿Por qué?

R. No quería que se notara en los acentos, y le pedí a Birgit que suavizara el suyo, pero aún así se escucha. Bueno, ella es la mejor para ese papel y al final tampoco me importó tanto que un público alemán se diera cuenta de los acentos o de qué clase social provienen.

P. Para hacer un drama así, ¿hay que rodar en orden cronológico?

R. Si es posible, sí. Yo hice todo lo que pude por rodar así, aunque hay un par de secuencias que por localizaciones tuvimos que filmar primero... y se nota. Incluso una la repetí más tarde, porque el sentimiento no era el adecuado. Yo ensayé mucho con ellos para encontrar el tono. Durante la filmación rodé mucho, repetí muchas veces las tomas para ser muy precisa... aunque eso vaya a veces en contra de mi apuesta por la naturalidad.

P. Su película tiene mucha referencias al cine de autor europeo.

R. Sí, pensé mucho en Truffaut, en grandes directores alemanes... También, es obvio, en Cassavetes. Y me gusta mucho La madre y la puta, el filme de Jean Eustache. Es larga y deja que pasen las cosas tranquilamente en pantalla... Eso me atrae.

P. Ahora se va a Lisboa a escribir durante seis semanas. ¿Por qué allí?

R. Porque es una ciudad que no conozco, y quiero ver algo nuevo, sentir como traspasa eso al guión. No sé, hay directores que he conocido en festivales que viven allí y espero visitarles, y a priori la ciudad tiene algo... algo que me interesa que esté en la nueva película.

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