Por fin la Feria
El editor de Salto de Página comparte su experiencia como debutante en la Feria del Libro de Madrid para el blog de Babelia
Hay nervios, expectación, alegría y, después, más nervios. Hace ya tiempo que estoy acostumbrado a sentirme ?y no habrá mucha diferencia entre sentirse y simplemente ser? fundamentalmente parte de Salto de Página, la editorial que fundé con otros amigos editores en el verano de 2006. Estaba en la Feria del Libro de Madrid ese año cuando sonó mi teléfono y Pablo Mazo, el que ahora es uno de mis socios en la editorial, me decía "Adelante, cuenta conmigo". Y ese fue el momento. Aún tardaríamos varios meses en poder arrancar con la ilusionante locura que es fundar una editorial, más adelante veríamos en las mesas de novedades nuestro primer título, Puta linda, del autor peruano Fernando Ampuero; más adelante las presentaciones, la Semana Negra de Gijón, los "descubrimientos" editoriales y muchas cosas más. Pero, sobre todos los demás, ese fue el momento. En la Feria. Pero hoy uno ya no parece ser una parte de la editorial que finalmente se fundó y sobrevivió. La primera Feria de Libro de Madrid en la que participa Salto de Página me trae los ecos de ese momento fundamental en el que simplemente se es un hombre con un teléfono, un proyecto y todo por hacer: gracias a muchas horas de trabajo del que sería el futuro y ahora es el pasado ?aunque pasado reciente? vendría convencer a una buena distribuidora, y visitar a tantos libreros, y hablar con agentes literarios, y tener el privilegio de que autores excelentes nos confiasen sus obras y su futuro literario, y presentaciones, y tantas cosas más. Y los nervios se van aplacando con el trabajo diario y ya no eres más un hombre con un teléfono sino un editor, hasta que un fin de semana, este fin de semana, todo parece volver para recordarte que hay muchas preguntas por contestar, y sabes que esto no ha hecho más que empezar, y vuelven los nervios, algunos nuevos, y otros ya conocidos. Estamos en la Feria del Libro de Madrid junto a editoriales que literalmente nos han educado: Anagrama, Tusquets, Valdemar, etc. Codo con codo junto a nuestros mayores, este es el momento de enfrentarnos a los que hemos hecho.
Para una editorial aún joven como Salto de Página ?cumplimos nuestro cuarto año con dos colecciones y algo más de una treintena de libros bajo el brazo? estar presente en la Feria del Libro de Madrid supone un gran desafío y, al tiempo, el momento oportuno para por fin encontrarnos con ingentes cantidades de lectores de todos los tipos y así poder desentrañar las respuestas a las muchas y emocionantes preguntas que a una editorial como la nuestra se le plantean: ¿Cuántos lectores conocen a nuestros autores, especialmente a los "de la casa", esos talentos en los que llevamos insistiendo desde el inicio, como el autor de la excelente novela Oro ciego, Alejandro Hernández? ¿Se ha entendido cuál es el proyecto y la línea de nuestro catálogo? Y los lectores que ya han leído las obras de nuestros autores: ¿vendrán a verlos y se iniciará ese diálogo abierto con ellos que nos gustaría sucediese todos los años en la Feria? En definitiva, después de los libros editados; las reseñas y críticas aparecidas en toda clases de medios; tras las presentaciones que a lo largo de estos años hemos celebrado en varias ciudades de España; los varios premios (Un Premio Hammett a la mejor novela policíaca en español por Chamamé, de Leonardo Oyola; un Silverio Cañada a la mejor primera novela policíaca por Camino de ida, de Carlos Salem; o el Premio Ojo Crítico de Narrativa por Como una historia de terror, de Jon Bilbao) con los que se ha reconocido a varios de nuestros autores; después de habernos felicitado por el acierto comercial de algunos títulos (La raíz rota, de Arturo Barea) o de los momentos de auténtica incomprensión ante el fracaso de otros (Plop, de Rafael Pinedo); tras el reconocimiento europeo de haber conseguido traducciones al francés y alemán (las obras de Carlos Salem y Óscar Urra) e incluso tras concertar las adaptaciones al cine de dos de nuestros libros (El hermano de las moscas, de Jon Bilbao; y Matar y guardar la ropa, de Carlos Salem), ¿realmente hemos conseguido los fundamental: conectar con el público? Y si no es así ¿en qué hemos fallado?
En medio de este horizonte ?a veces auténtica tempestad? en el que editoriales nacen, se reproducen en forma de libros y mueren constantemente como parte natural del proceso de la vida en la industria editorial, un editor, a modo de brújula, cuenta con números de distribución y de venta; conversaciones con autores, periodistas, libreros y colegas editores; la opinión de los lectores que acuden a las presentaciones de los libros, pero, al final, todo esto junto no transmite las emociones y las respuestas que puede dar el encuentro con ese gran personaje casi mitológico, ese a veces casi retrato robot al que, a falta de otro nombre más hermoso, nos referimos como el "Público Lector". Empieza un gran evento, y por fin somos parte de él.
Daniel Martínez es editor de Salto de Página
Babelia
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