'Lezirio, un toro de premio'
Lo que es la vida... Salta al ruedo uno de los toros más completos de la feria y va y le toca a uno de los toreros menos preparados de los que se han anunciado en San Isidro. Francisco Javier Corpas vino a solucionar su futuro y lo que ha conseguido ha sido enterrarlo, quizá, para siempre. Es una pena, ciertamente, pero ni la empresa debió colocar al torero en los carteles, ni Corpas aceptar la temeridad de ponerse delante de los palhas con tan escasísimo bagaje de preparación a sus espaldas.
El toro, Leziriode nombre, de 521 kilos de peso, lo dejó en evidencia a pesar de la voluntad del torero, que lo esperó de rodillas en la puerta de chiqueros, y lo lanceó con soltura a la verónica. El toro no se vio en el caballo, galopó con alegría en banderillas, y llegó a la muleta con la fortaleza propia de los toros bravos y con una embestida larga y repetidora que desbordaba nobleza por los cuatro costados. Y el torero se vio sobrepasado desde el primer instante; todos los pases salieron enganchados, mal colocado siempre, despegado, con la muleta retrasada, a merced de su oponente, que hacía el avión para deleite de todos los que tenían ojos y desesperación del torero. Lo mató feamente, y Lezirio pasó a mejor vida entre una de las grandes ovaciones que se han escuchado este año en esta plaza. No remontó el vuelo Corpas ante el noblote sexto, como era previsible, y en el que lució en banderillas Miguel Martín.
Un toro bravo... Una corrida, incluidos los dos hierros, interesante y emocionante. Toros serios, con fiereza y poderío; toros con problemas para toreros muy puestos.
Por cierto, hubo dos toreros muy bravos: Carlos Casanova y Jesús Arruga, de la cuadrilla de Millán. Tercio de banderillas del cuarto de la tarde, que se quería comer todo lo que se le ponía por delante. Casanova no acierta en el primer par, cae en la cara del toro, que lo levanta en peso y lo lanza por los aires. Se levanta el torero con el amor propio reflejado en la cara, ni se mira el vestío, pide otro par y lo deja en todo lo alto entre la conmoción general; Arruga, a continuación, se asoma tanto al balcón que el pitón del toro le rompe la taleguilla, y el último par, de poder a poder, jugándose el tipo de manera heroica, lo deja Casanova entre el clamor de la plaza puesta en pie. Miren: todavía están los vellos de punta...
Robleño cortó una oreja por una labor de menos a más al quinto, corto de embestida, al que llegó a entender y le corrió la mano en templados y animosos derechazos que llegaron a los tendidos. Lo pitaron injustamente en el segundo, al que aplaudieron sin motivo. Tenía casta, pero embestía con la cara por las nubes sin clase alguna.
Y Jesús Millán sigue teniendo cara de niño, pero parece que se le ha pasado el arroz de la ilusión. Sus toros no fueron fáciles, pero con su desconfianza y aflicción no saldrá del ostracismo.
Babelia
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